Los directivos del Ibex, una burbuja en expansión inmune a la crisis

José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. / Twitter
José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. / Twitter

En el círculo hermético en el que se desenvuelven los altos directivos, es posible incluso que mejoren sus retribuciones mientras su empresa factura menos, como acaba de ocurrir en Telefónica.

Los directivos del Ibex, una burbuja en expansión inmune a la crisis

En el año 2017 los salarios subieron de media un 1,4%, las pensiones el 0,25% y el IPC el 1,1%. Por el contrario las retribuciones de los directivos de las empresas que cotizan en el Ibex superaron esas cifras, la mitad de ellos por encima del 6%. Hablamos de directivos cuyo salario anual se mide en millones de euros, hasta diez.

El mecanismo establecido para las retribuciones de los altos directivos de las empresas cotizadas en Bolsa, normalmente contempla una retribución fija más otra complementaria en forma de acciones o bonus por el cumplimiento de objetivos a las que se añaden otras prebendas extrasalariales como planes de pensiones o pertenencia a distintos consejos de administración. Todavía debe añadirse una cláusula de despido, usualmente de dos anualidades. En general el citado mecanismo no está vinculado a la evolución del valor de las acciones. Así se da la paradoja que con los salarios reales bajando, los directivos puedan mejorar anualmente su retribución aún cuando para el accionista el ejercicio haya sido malo.

En el círculo hermético en el que se desenvuelven los altos directivos, es posible incluso que mejoren sus retribuciones mientras su empresa factura menos, como acaba de ocurrir en Telefónica,  de la misma forma que cuando los beneficios mejoran, la fiscalidad real de las empresas puede disminuir. Todo ello sin entrar en prácticas empresariales discutibles como el elevado número de oficinas en paraísos fiscales. A pesar de lo previsto en la Ley de Sociedades de Capital y el Código de Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, las remuneraciones incumplen ese criterio básico de relación con la evolución de la compañía, que sin embargo se transforma en ley de hierro ante las negociaciones para los incrementos salariales del personal.

Así durante los años de la crisis, por primera vez en muchos años, la aportación de las rentas del capital al PIB ha superado claramente a la de las rentas del trabajo. Dicho de otra forma, el factor trabajo se ha devaluado, además de hacerse escaso y precario. Paralelamente, la  burbuja de los altos directivos, que se autojustifican en las exigencias del mercado, no ha hecho sino crecer y aumentar la brecha salarial. Cabe preguntarse si la  fiscalidad aplicada al citado rango salarial  es tan progresiva como debería. Como cabe preguntarse por la necesaria reforma fiscal, también sobre los beneficios empresariales.

No están solos. Las retribuciones de quienes aprueban esos emolumentos, los miembros del consejo de administración, también tienen una evolución discrecional, conformando un círculo de intereses presidido por la escasa transparencia, a la que se añade el escandaloso techo de cristal para las mujeres, apenas representadas en ese selecto círculo.

Durante una década los asalariados, pensionistas y autónomos han soportado el precio de la crisis. Los beneficios empresariales se han recuperado, los bancarios también gracias a la generosa ayuda estatal, pero los citados colectivos siguen aguardando su parte en el reparto de la riqueza. Ejemplos como el de los citados directivos sólo agudizan el conflicto social. @mundiario

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