La cumbre climática de Madrid (II): ¿Qué podemos esperar?

Audiencia del Rey a la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, en el marco de la XXV Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25). / Mundiario
Audiencia del Rey a la presidenta de la Cámara de Representantes de los EE UU, Nancy Pelosi, en el marco de la XXV Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25). / Mundiario

El año 2019 cierra la peor década de la crisis climática. La Organización Meteorológica Mundial advierte de que este año estará entre los tres más cálidos jamás registrados. Este martes se celebra la segunda jornada de la COP25 en Madrid. 

La cumbre climática de Madrid (II): ¿Qué podemos esperar?

Las circunstancias de esta cumbre climática no son propicias para grandes avances a nivel mundial. Sin embargo, el liderazgo europeo resulta clave para responder al reto.

El contexto climático internacional a finales del año 2019

En la primera parte de este artículo hemos repasado los antecedentes de la cumbre de Madrid. Ha sido una larga y gradual evolución, llena de dificultades. Sin embargo, en la actualidad las noticias se precipitan.

La cumbre de Madrid ocurre justo cuando la ONU acaba de anunciar un récord de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Y según un análisis auspiciado por la organización Fundación Ecológica Universal, solo el 20% de los firmantes del Acuerdo de París están en una senda adecuada para cumplirlo. Peor aún, el último informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advierte que el aumento de temperaturas será superior al previsto, incluso si se implementasen los compromisos absolutos actuales establecidos por el Acuerdo de París. 

Hasta ahora solamente Estados Unidos se ha retirado del Acuerdo de París. Pero los presidentes de Estados Unidos, India, China, Rusia o Brasil no acudirán a la cumbre. La lucha contra el cambio climático está liderada por Europa y no solo es un símbolo el hecho de que el parlamento europeo acabe de declarar la emergencia climática. De hecho, es afortunado que la cumbre coincida con la inauguración del mandato de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea. El anuncio de su propuesta de un nuevo Pacto Verde Europeo es prometedor.

Restricciones, críticas y expectativas

La perspectiva actual claramente no es buena en cuanto a obtener consensos prácticos de validez universal. Además, como es habitual, se oyen voces críticas sobre la utilidad de la cumbre. El Ministerio para la Transición Ecológica ha reconocido que la cumbre tendrá más de 20.000 visitantes, costará unos 60 millones de euros y generará unas 65.000 toneladas de C02. ¿Vale la pena?

Mi respuesta es un rotundo sí, aunque las voces críticas también me parecen útil apremio a la movilización. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta es una cumbre de continuidad, aunque los últimos datos disponibles aceleren la sensación de urgencia. Así pues, no son de esperar cambios clave, como los que tuvieron lugar en Río o París.

En segundo lugar, las cumbres tienen objetivos políticos prácticos e inmediatos, tanto como objetivos técnicos y de concienciación a medio-largo plazo, como ilustra el resumen de la historia de las cumbres medioambientales que hicimos en la parte I de este artículo. El hecho relevante de que el actual presidente de los Estados Unidos no apoye esta lucha no quiere decir que no se estén dando pasos necesarios para que, más adelante, surja un consenso efectivo. La propia publicación de los costes financieros y medioambientales de la cumbre es ya un avance en la transparencia y concienciación. Además, la participación de miles de personas de la sociedad civil, consensuando planes de trabajo, tiene un impacto difícil de evaluar.

En tercer lugar, algunos de los temas a tratar son muy técnicos y difíciles de explicar a la opinión pública. Ejemplo de ello es la fijación de los “derechos de emisión de contaminantes” y el funcionamiento de mercados para su compra-venta. Uno de los problemas de la contaminación es que el que contamina paga un coste inferior al coste social que genera la contaminación. Por tanto, se puede reducir la contaminación acercando el coste individual al coste social, a través de mercados de contaminación. Se determinan unos objetivos de emisión y se conceden derechos a cada país/empresa para producir esa contaminación, derechos que se pueden comprar o vender según se contamine por encima o por debajo de los límites máximos. Sin embargo, los detalles técnicos asociados a la fijación de límites de emisión y a la contabilización de derechos son cruciales para que estos mercados permitan regular adecuadamente las emisiones bajo criterios de emergencia climática.

En cuarto lugar, estas cumbres contribuyen a crear el clima político adecuado para las transformaciones más estructurales que deben tener lugar, con el consenso también de las empresas. De hecho, muchos de estos cambios están ocurriendo ya, en países como India o China, no solamente en Europa. No es fácil, parte de las empresas más poderosas del mundo son muy contaminantes. Sin embargo, incluso estas empresas deben de responder a cambios de gran envergadura. Nunca antes en la historia los directivos de las empresas más importantes de Estados Unidos, en torno a la Business Roundtable, habían mostrado una preocupación como la actual por intereses generales. Aún si se considera que es sólo una acción de márquetin, sería consecuencia de un cambio social, y síntoma de nuevos tiempos. 

Sin embargo, "el punto de no retorno contra la crisis climática se nos echa encima", según declaraciones de António Guterres, secretario general de la ONU. Entre los cambios necesarios, la “descarbonización” de la economía mundial es un reto como ningún otro al que se ha enfrentado la humanidad, el capitalismo, o la actual etapa de la Historia (escoja el lector su matiz preferido).

Cumbres intergubernamentales y compromiso social

Me gustaría recomendar una charla de una de las nuevas rock star climáticas, Katharine Hayhoe, directora del Centro de Ciencia del Clima de la Universidad Tecnológica de Texas. Es autora de una charla TED de 17 minutos, aquí con subtítulos, en la que relaciona hábilmente los datos científicos, los datos de encuestas a ciudadanos y los valores éticos, en su caso los valores cristianos. Quizás este último matiz es el que explique los casi 2 millones de visualizaciones, pero su argumento fundamental es más general y rotundo: no hay que ser de izquierdas ("liberal" en Estados Unidos) para estar preocupado por todo esto, basta con conocer los datos correctos y tener ciertos valores humanos.

Este mensaje es fundamental. Ante la emergencia climática, la lucha ha de ser transversal a diferencias generacionales y políticas. Se puede diferir en los métodos, pero ya no en la urgencia y en los objetivos. Las restricciones políticas actuales sólo se pueden contrarrestar con una lucha civil organizada, informada, globalizada, actuando localmente y en todos los ámbitos de la vida. @mundiario

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