Vicky Rego: "Cuando una escribe su primera novela es un poco naïve"

Vicky Rego. / Cedida
Vicky Rego. / Cedida

La autora nos habla de cómo surgió la idea de su novela, FEFO, de sus referentes literarios y de cómo percibe el complejo entramado editorial. Un padre ausente o su "fantasma gallego", como ella dice, le hizo viajar hasta Galicia en donde también está a la venta su primer trabajo.

Vicky Rego: "Cuando una escribe su primera novela es un poco naïve"

FEFO nos traslada a los años sesenta, a una familia de mujeres donde un padre ausente será la figura que nos llevé a viajar por el transcurrir de los años de una joven argentina.

Vicky Rego, la autora y colaboradora de MUNDIARIO, exuda literatura y así lo demuestra en esta entrevista en la que nos habla de su estreno en el mundo literario con esta novela que ya está a la venta en tiendas físicas en Argentina, país de origen de Rego, pero que también ha cruzado el charco para estar disponible en Santiago de Compostela y Lugo. Quizá ese padre gallego que le inspiró tenga algo que ver...

— ¿Quién es Fefo?

— Hace unos diez años se me ocurrió escribir un relato basado  en un sueño recurrente: los encuentros con mi padre muerto en un cementerio que estaba en un museo de Europa. El tono que me surgía era extremadamente cursi, con un padre que pretendía darme consejos de vida y donde sí, yo era Fefo. En ese momento estaba haciendo clínica literaria con Daniel Guebel — escritor, periodista y guionista argentino, autor de “El absurdo” o “El hijo judío”—. Daniel me dijo:  “¿Por qué no matas a ese gallego moralista?”. Me dio en mi talón de Aquiles. ¿Asesinar a la gran ausencia de mi vida? Me paralicé, no supe cómo seguir. Era cierto que ese cliché hollywoodense que estaba escribiendo me empalagaba, no me sentía para nada cómoda, pero de ahí a un parricidio... Tengo dos caras como escritora: una sensiblera, que intento combatir,  y otra más dark, intolerante, que es la que más me divierte, así que una tarde, sentada frente a mi Mac, con una copa de Malbec, decidí matarlo. El gallego moralista me llevó con él. Y apareció FEFO, que tuvo vida propia, se hizo narradora y me arrinconó en mi puesto de autora. Me gustaría ser ella.

FEFO. / JM

FEFO. / JM

— ¿Calificarías FEFO como una novela feminista?

— No creo. ¿Te parece? Fefo vive  en una familia de mujeres y asiste a un colegio religioso donde no había varones. Es una época, los sesenta, donde se trata de romper con una represión moral, religiosa, con un pudor exacerbado. Hay una liberación en todo sentido, de la que Lola, la madre de Fefo, no participa. Incluso ahora que me sacas el tema me pongo a pensar en que, con la mirada de hoy, ella sería hasta un poco machista. Pero la novela no intenta ninguna protesta, ni reivindicación en forma intencional. Nunca había analizado a los personajes desde un punto de vista sexista.

— La relación entre padre e hija es enternecedora

— Espero que no cursi. Y no menos real porque el padre sea un fantasma. Iosi Havilio — escritor y guionista argentino, autor de “Pequeña flor” u “Open door”— dijo, en la presentación: “Si hay un fantasma quiere decir que los otros personajes son reales. ¿Pero cómo van a ser reales si son personajes? Es una mise en abyme, hay una ficción dentro de otra ficción”. Esa puesta en abismo hizo que hubiera la distancia necesaria entre mi vida, la de FEFO y la existencia de ese padre transgresor, mundano y casi incorrecto.  Me divirtió mucho escribirla.

— ¿FEFO es una novela autopublicada?

Sí. Como te contaba, se empezó a gestar hace unos diez años, la trabajé mucho desde entonces hasta 2017 cuando se publicó. Nunca se termina de rever una novela. Nunca está lista. Alguna de sus primeras versiones participó de concursos literarios, un terreno muy difícil. Un día, charlando con una amiga, Carolina Castillo, dueña de una gráfica y de la Editorial Multiediciones, me alentó a hacer una autoedición. La volví a rever y un día dije basta, la entregué a la editorial y FEFO se transformó en libro.  Fue muy bien recibida en cada una de sus presentaciones: Librería Menéndez en la ciudad de Buenos Aires, Librería Punto de Encuentro, en San Isidro y en la Casa de la Cultura de la Universidad del Sur en la ciudad de Bahía Blanca. Fue necesaria otra edición. El mes pasado voló a Galicia, donde está a la venta en la Librería Novaniké de Santiago de Compostela y en la Librería Trama de Lugo. El fantasma gallego se lo merecía.

— ¿Es difícil, para una escritora novel, acceder al entramado editorial?

— Mucho. Es un mundo impenetrable, para mí desconocido hasta hace unos años. Cuando una escribe su primera novela es un poco naïve, desconoce que detrás de la literatura también hay intereses, temas que venden más. Una editorial es un negocio, como cualquier otro, hay muchos escritores y cada vez menos lectores. Gonzalo León, un escritor chileno amigo, me decía el otro día: “Tienes que atrapar en las primeras páginas; si consigues llegar al escritorio de algún contacto en una editorial, sólo se tomará el trabajo, con suerte, de leer las primeras treinta.” No puedo pensar en eso en el momento de escribir. Dejo volar mi imaginación, vivir a mis personajes, y les deseo suerte.

— ¿Tienes referentes literarios?

— Siempre. Sufro de enamoramientos intelectuales. Mis amores literarios más constantes son: Milan Kundera, Pascal Quignard, y todo siglo XIX: Proust, Stendhal, Flaubert, Perez Caldós, Unamuno, Leopoldo Alas “Clarín”. Cuando descubro un autor, leo un libro detrás de otro, hasta agotarlo. Es un sentimiento especial, mezclado con envidia: ¿cómo se le ocurrieron esas palabras para expresar eso? Padecí adicción por Amélie Nothomb, Juan José Millás, Manuel Puig, Vargas Llosa, Marguerite Duras, Kazuo Ishiguro.  Ahora  me siento muy cerca de Milena Busquets y Delphine de Vigan. Cuando descubrí a Borges en mi adolescencia, no podía entender por qué no era yo la que lo acompañaba, en lugar de María Kodama. Sentía verdaderos celos. Cuando traduje “Sans moi” de Marie Desplechin, me identifiqué mucho con ella, agoté su lectura y empecé a escribir cuentos muy influenciada por su estilo. El síntoma pasa rápido y vuelvo a encontrarme. Aunque creo que todos dejan su rastro. @opinionadas

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