Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia

El retablo de la Anunciación del Prado. / museodelprado.es
El retablo de la Anunciación del Prado. / museodelprado.es

En un mundo crecientemente secular, esta exposición permite descubrir la sabia combinación de modernidad y tranquila serenidad de algunos creyentes.

Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia

Hace apenas una semana que se presentó en público la restauración que el taller del Museo del Prado había hecho a la Anunciación, una de sus pinturas más emblemáticas. Hoy, ese cuadro de Fra Angelico –el primero de los tres que pintó con el mismo asunto- ha vuelto a ser noticia como centro de una exposición en que, dentro del Bicentenario de la pinacoteca madrileña, se pretende una relectura actualizada del quehacer pictórico del monje florentino.

 

El visitante podrá ver en la Sala C -debajo del claustro de los Jerónimos-, cómo luce en el contexto de otras 78 piezas, principalmente pinturas -propias y de coetáneos-, tejidos, esculturas y dos magníficos capiteles arquitectónicos,  todo del entorno florentino y toscano en que desarrolló  su vida artística y monacal como fraile dominico. A continuación, en el pasillo de salida, un diagrama permite ver la secuencia por la que pasó esta Anunciación desde  que fuera creada en Florencia hacia 1425, su paso a la colección de Felipe III en 1611 y, tras su donación al Monasterio madrileño de las Descalzas, su llegada al Prado en 1861 después de que fuera descubierta por Madrazo, junto a su anterior restauración con criterios de los años 40. Justo donde termina este eje cronológico, empieza la sala D, en que el centro de atención es un documental –de producción del propio Museo- titulado La Anunciación de Fra Angelico. El arte de la contemplación, en que puede seguirse el minucioso proceso reciente a que le ha sometido Almudena Sánchez, del Área de Restauración del Museo, en el que se intercalan elementos de la investigación previa, principalmente a cargo del comisario de esta exposición, Carl Brandon Strehlke, del Museo de Filadelfia y gran especialista en el pintor. Con ser ambos aspectos de gran interés, también lo es que documenta los “arrepentimientos” del trazo, indicativos de que el pintor no siguió una pauta preestablecida sino que fue modulando su interpretación de un canon iconográfico que ya tenía gran recorrido en el primer tercio del Quattrocento.

Fra Angelico, renacentista

El nombre propio de Fra Angelico, antes de tomar los hábitos como Juan de Fiésole, O. P.,  era Guido di Pietri. El sobrenombre, con que fue beatificado por Juan Pablo II en 1982, le vino como a Tomás de Aquino, el doctor teólogo de su misma orden, por su tratamiento devocional de los relatos religiosos y por la sencillez y religiosidad con que supo trasnsmitirlos, un “raro y perfecto talento”, que Vasari advirtió en sus Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos (1550). Tanto que –según él- “merece ser recordado con gran reverencia por haber sido no menos excelente pintor y miniaturista que óptimo religioso”. Entre otras obras suyas que Vasari describe, en una capilla del convento de Santo Domingo de Fiésole dice que “hay, de su mano, una tabla de la Anunciación del Ángel Gabriel a Nuestra Señora, con un perfil tan adorable, delicado y bien hecho, que no parece obra de un hombre sino pintado en el Paraíso. En el paisaje del fondo se ve a Adán y Eva, causa primera de la Encarnación del Redentor en la Virgen. En la peana de ese altar también hay algunas escenas bellísimas”.

Este modo de mirar al pintor angélico es el que, en general ha predominado, hasta el punto de que ha contribuido a que fuera considerado ante todo como pintor medieval. Esta exposición, sin embargo, contribuirá a que sea visto, más bien, como pintor renacentista, muy influenciado por la cambiante creatividad artística en la Florencia de comienzos del siglo XV.  A favor de esta perspectiva, aparte de lo que ha dado de sí el análisis previo a la restauración última de este cuadro, juegan distintos elementos. En primer lugar, la perspectiva aérea de las figuras, una de las contribuciones principales de esa etapa artística –y de este pintor-  a nuestros modos principales de mirar el arte. El término, acuñado por Leonardo, habla de una técnica que ya había sido empleada en los murales pompeyanos, que crea  sensación de profundidad en la disposición del cerca y lejos de unos u otros objetos en el espacio. En segundo lugar, el alejamiento de las maneras pictóricas del gótico internacional, tanto de los fondos en pan de oro brillante, como de las formas ojivales, que ahora adoptan las ortogonales. Y sobre todo, ocupándose de dar un gran naturalismo a lo representado. En este sentido, son de observar, no solo el tratamiento de las figuras humanas, sino también del paisaje y frutos de la Naturaleza e, incluso, de aspectos anecdóticos, como el pilluelo que va por una calle florentina –en una de las escenas de la peana sobre la que estuvo el cuadro principal de esta exposición- o la del pajarillo que está colgado muy cerca de su capitel central de la casa de la Virgen.

La minuciosidad de todo ello tienen que ver en parte con el oficio de miniaturista de códices  que había desarrollado en sus inicios. La conexión con la época artística anterior se la dio su aprendizaje en el taller de su maestro Lorenzo de Mónaco, también fraile. Pero lo más relevante de esta muestra es la constancia que deja de la conexión voluntaria de Fra Angelico con la efervescencia artística que Brunelleschi, Donatello, Uccelo, Lippi, Massacio o Ghiberti estaban introduciendo en los encargos de diverso tipo fijándose en los modos de hacer de la antigüedad griega y romana. La activa participación de Fra Angelico en retablos y trabajos para diversos mecenas permite observar cómo en las 40 obras suyas que aquí se han logrado reunir –junto a otra relevante, también del Prado, una Virgen de la granada que vino a España en 1817, siendo incorporada a la colección del Prado en 2016- existe similitud de tratamiento estilístico con estos otros pintores, más decididamente ligados en la historia del arte habitual a los comienzos del renacimiento italiano.

Fra Angelico hoy

Contemplar y enseñar pueden ser objetivos del arte en general, y de  su versión explícita del bien contar historias y mitos religiosos. Hacerlo de modo que cree veracidad en el relato o en el programa que solía incluir un retablo catequético, supone un grado alto que solo los dotados de mano hábil, aprendizaje consciente y confianza sincera en lo que cuentan pueden transmitir. El Museo del Prado ha tratado de sacar partido a su breve pero importante colección de obras de ese período aprovechando los recursos del Bicentenario para poner al día, no solo la conservación adecuada de una obra tan relevante, sino también el modo de mirarla. El visitante, a su vez, tiene una magnífica ocasión de enriquecer su curiosidad, a condición de dejarse empapar del mundo sereno y tranquilo en que el pintor dominico trata de transmitir verdades seguras y absolutas de creyente, sin que la gestualidad de sus formas de mirar y representar dejen de estar abiertas a la modernidad. Para este mundo tan incierto, es un regalo, disponible para el público hasta el 15 de septiembre. Una serie de conferencias y un hermoso catálogo lo envuelven mejor. @mundiario

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