Las canciones de Dua Lipa me han ayudado a sobrellevar el confinamiento

Dua Lipa./ Planele
Dua Lipa./ Planele
Tras meses estériles de escritura en prensa, solo tengo que decir que Dua Lipa está siendo un fármaco mental para mis desajustes ciclotímicos en estos momentos apocalípticos.
Las canciones de Dua Lipa me han ayudado a sobrellevar el confinamiento

La cantante Dua Lipa me ayuda a salir -a ratos- del confinamiento mental en el que muchos vivimos todavía ante un futuro apocalíptico.

Reconociendo en el noventayochismo, su acierto sobre la postración mental y la abulia de la sociedad española para rebelarse contra el poder de las instituciones, podía haber escrito decenas de artículos contra la gestión de la pandemia por parte del Gobierno, contra las contradicciones de una oposición, con más dudas que un adolescente con la nota de la EBAU en la mano, y un VOX, cuyo patriotismo de feria, una calcomanía de la  seria avanzadilla de Le Pen, habría forzado a la mismísima reina Isabel (la Católica) a convertirse al judaísmo.

Pero no escribí nada y dudo que vuelva a hacerlo.

"Si no te lee nadie", me soltó un amigo antes del confinamiento a propósito de mis dudas sobre un artículo sobre política lingüística. Y, aunque tuviese o no tuviese razón, aquella sentencia me sirvió para hundirme en una clase de estupor y de inmovilismo que el confinamiento convirtió, además, en una travesía estéril en la que el escepticismo vino para quedarse para siempre en mi vida.

Se han escrito cientos de columnas sobre la gestión de la pandemia, algunas brillantes contra la ineficacia de organismos  internacionales y contra una élite política sin experiencia que, en España, está formada principalmente por profesores asociados que no han sido capaces de opositar a Secundaria. 

Según era cada vez más consciente de la inutilidad de escribir contra el poder, la COVID obligó a que muchos docentes improvisáramos clases online, atendiéramos a padres y a madres por e-mails cargados de comprensible preocupación y lleváramos adelante tutorías por wasap hasta los domingos por la noche, mientras mi mujer y yo nos peleábamos contra nuestros modélicos hijos (eso creíamos) que, encerrados las veinticuatro horas del día en casa, con carpetas de deberes inacabables, y en pleno cambio hormonal, demostraron que los divorcios, a causa del hastío de las rutinas, son posibles.

Por suerte, el Fortnite vino a acabar con tal desquiciamiento paterno-filial y mis hijos se enclaustraron en sus habitaciones como anacoretas, a los que Nintendo había hundido en una adicción a los videojuegos violentos de consecuencias irreparables. ( No voy a ganar dinero para psicólogos con ellos).

Pero mi mujer y yo podíamos respirar, aunque fuese con el peso de la frustración, porque, se añadía que amigos y conocidos nos relataban, inspirados por una felicidad bobalicona, qué constructivo estaba resultando el confinamiento y que, sin duda, había que repetir uno cada año para estrechar lazos emocionales (no sé qué Coca-Cola beben). 

Y, mientras tanto, en mi cabeza repicaba la la cifra lapidaria de novecientos muertos al día y los gritos exaltados de mis hijos al otro lado del muro cuando perdían una partida tras otra al Fortnite.

Ni series, ni estudio de idiomas, ni lecturas, ni escritura, ni recetas de cocina. Nada me sirvió como placebo para soportar aquel presente intratable como el futuro zombi por el que muy pronto comenzaremos a transitar. (En este artículo, apenas hablo de la psique de mi mujer porque merece un tomo como los de En busca del tiempo perdido. Pobretica).

El verano no ha sido una excepción. La misma depresión. El mismo desierto. Lo estéril. Hasta que (...) apareció ELLA. ¿Y quién es ELLA?

ELLA es Dua Lipa.

Artista pop, con alegría de fábrica y con una espontaneidad de serie que se refleja en sus constantes cambios de peinado (no se aclara con el pelo esta chica), Dua Lipa ha llegado a mi vida para quedarse como lo ha hecho mi escepticismo.

Dua Lipa me está ayudando en mi proceso de desmitificar iconos culturales, algo tan peligroso como adictivo, pero que es necesario en ocasiones, si no quieres acabar escribiendo desde la pretenciosidad de Javier Marías (a este también lo tienen que leer cuatro, porque para el caso que le hacen).

De hecho, The Beatles me parece un grupo más que arcaico y, cada vez que, en los suplementos culturales, los intelectuales de salón citan a la banda (junto a Joaquín Sabina, que eso queda muy bien), más gorda me cae "Yesterday". Y ya no te digo "La canción más hermosa del mundo".

Según voy cumpliendo años, mi máxima de "me importa todo una mierda" se va consolidando. Y Dua Lipa me libera a ratos de ese confinamiento en el que sigo y en el que creo que me quedaré para siempre.

Sin duda, esta cantante británica es el futuro del neoliberalismo musical, es mi futuro (El MÍO, no el tuyo). Porque me refugio en un particular paraíso  ochentero y psicodélico que las multinacionales han construido con toda su intencionalidad mercantilista. Y no me arrepiento de que lo hayan hecho y que yo sea otra víctima (qué dramas eres).  

Puedo respirar cuando escucho las canciones de Dua Lipa y cuando veo sus vídeos en YouTube, mientras el mundo agoniza un poco más, salvo Pedro Sánchez que, como Jesús Vázquez, está cada vez más guapo, aunque no tenga, ni por allá lejos, el talento del presentador.

Dua Lipa, si me lees (ni de coña), quiero pedirte un favor. Ojalá pueda salir en algunos de tus vídeos, aunque sea de portero de discoteca. Quien piense que estoy de coña es que todavía no me conoce.

Pero mi silencio en prensa estos meses confirma que la COVID y el confinamiento, aunque no han acabado conmigo, ni con nadie cercano a mí (por ahora), han forzado a que, según pasan los días, tenga más claro el futuro que les espera a mis alumnos y a mis hijos. Un futuro de ruina, con más cadáveres y con más profesores asociados en el Parlamento. Y también veo azufre. Mucho azufre.

Pero, al menos, me quedas tú, Dua Lipa. Gracias a los dioses por prestarte a este mundo. Dua, gracias por el fuego y por romper mi corazón. Kisses. I love London. @mundiario

Comentarios