El Doktor Faustus, de Thomas Mann, una obra monumental

El escritor alemán Thomas Mann
El escritor alemán Thomas Mann

Doktor Faustus es, pues, una novela ambiciosa, con vocación de obra cimera. Sus principales aciertos son su armónica, virtuosa y sólida construcción y unos personajes muy bien elaborados.

El Doktor Faustus, de Thomas Mann, una obra monumental

Si el libro hace al lector, esta obra tardía de Thomas Mann, su Doktor Faustus, transforma a quien se entrega paciente a sus casi seiscientas páginas en un aristócrata de la lectura, en un ser que aspira el lujo de su prosa y se embriaga de ella con la moderación de lo cuidadosamente irrenunciable. La historia que conforma la novela, esa biografía de un músico genial a costa de una vida desapacible, de una percepción atormentada, de la búsqueda en lo oscuro, la cuenta el Nobel alemán a través de un alter ego. Con el añadido de unas ciertas dosis de metaliteratura, ese narrador, Serenus Zeitblom, se propone escribir sobre la vida de su amigo Adrián Leverkühn, a la vez que nos habla de sus propias dificultades, de sus decisiones a la hora de optar por las posibles explicaciones de los vericuetos de esa trayectoria espiritual.

No está exento ese relato de la petición de disculpas al lector, por la prolijidad de alguno de sus capítulos, por su discutible posición ante los hechos que nos cuenta. Sin embargo, notamos algunas contradicciones en su discurso – y qué gran obra no es susceptible de ser pillada en ellas -. En un momento dado, nos dice el narrador que esto que estamos leyendo, lo que él laboriosamente está construyendo, no es una novela, y por lo tanto no puede atribuirse la cualidad de la omnisciencia, y tampoco contarnos algunas cosas de las que no fue testigo o receptor de un relato suficientemente pormenorizado.

Lo que comprobamos luego es que la novela tiene muchos pasajes que se centran en personajes laterales, alejados del hilo principal, y que, sin embargo, están detallados con generoso desarrollo. Y tampoco renuncia al legítimo recurso de transcribir un diálogo o un discurso imposible de memorizar. Al contrario de su declaración de intenciones, se sirve de las variantes más pertinentes para componer los diversos elementos de una historia personal enmarcada en una época concreta.

Y es que el narrador, ese doctor en Filosofía, amigo de Adrián, no omite hablarnos del tiempo presente, del momento histórico en que está construyendo el relato y que es el mismo que el del autor. Lo ha iniciado un día concreto, en mayo de 1942, y periódicamente va enlazando ese trágico momento con los años precedentes en los que transcurre la biografía del protagonista, un tiempo en el que lentamente se está preparando la catástrofe del nazismo.

Curiosamente, aunque el libro contenga muchas descripciones del protagonista y discurra casi siempre alrededor de él, no se limita a seguir sus meras vicisitudes, sino que su nutriente principal es el de la inserción del ensayo en la forma novelada. Así, los diálogos, los monólogos, son herramientas de indagación y de aseveración, lugares en los que se puede reflexionar profundamente sobre las cuestiones fundamentales que recorren el libro, y que se refieren preferentemente al arte, a su valor intrínseco y a las relaciones con el público; al artista y sus singulares formas de existir para la creación: en sus manifestaciones más temerarias, su fuerte anomalía, su parentesco con la enfermedad.

Sus principales aciertos son su armónica, virtuosa y sólida construcción, unos personajes muy bien elaborados, una temática que ahonda...

La forma de escribir de Mann está adherida constantemente a una exigencia de armonía que no admite el exabrupto ni tampoco la muestra de una deslucida espontaneidad. Por un parte, es un clasicista, un enamorado de Goethe, un narrador parcialmente anticuado, en aquellos años 40 en los que ya habían aparecido las literaturas más rabiosamente interiores de Joyce, de Proust o de Kafka; aunque, por otro lado, resulta moderno en esa propensión a utilizar la novela más allá de su básico cometido narrativo, explorando otros territorios adyacentes, como los del ensayo.

Para completar la lectura de esta excelente novela, resulta interesante conocer el relato autobiográfico que describe el periodo de construcción de la misma. En este libro, cuyo título es La novela de una novela, Thomas Mann nos muestra la cocina de su obra, las vicisitudes personales que lo acompañaron en su concepción, las encrucijadas creativas a las que tuvo que enfrentarse. Así, nos cuenta cómo iba creando la novela, capítulo a capítulo, y cómo gustaba de leer esas partes recién terminadas en las reuniones que tenía con los amigos. También nos refiere sus numerosísimas lecturas encaminadas a nutrirse del conocimiento necesario para construir unos pasajes que requerían de la impronta erudita, así como los numerosos encuentros con amigos músicos o filósofos de quienes aprendía, siempre con vistas a llenar de sólida verosimilitud un relato inventado pero inspirado en personajes célebres.

Reconoce el autor que algunos importantes aspectos de la personalidad de Nietzsche están reflejados en Adrian Leverkühn. Nos dice que sus conversaciones con Theodor Adorno le aportan el material filosófico que precisa. Y también nos refiere su asesoramiento musical, a través de su amigo Igor Stravinski, así como la apropiación de la teoría del dodecafonismo, fundada por Arnold Schönberg, para remedarla y aplicársela a la genialidad de su protagonista.

Doktor Faustus es, pues, una novela ambiciosa, con vocación de obra cimera. Sus principales aciertos son su armónica, virtuosa y sólida construcción, unos personajes muy bien elaborados, una temática que ahonda, desde su tema principal, en la intrusión de lo demoníaco en el arte, algo que ha seguido siendo actual. Para muestra, las posteriores e innumerables muertes o deterioros de artistas a consecuencia de las drogas, que son constatables manifestaciones de las promesas de ese poder enigmático, tan efectivo como pérfido. Por su morosidad y por su afán detallista no es, sin embargo, una novela que tire con fuerza del lector sino que le exige una entrega que resulta recompensada con el placer de atender una obra envolvente que, desde la serenidad de lo equilibradamente complejo, nos habla de pasiones oscuras. @mundiario

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