Crónicas de trinchera (II)

EPIS
Sanitarios provistos de equipos de protección individual (EPIS).

Que impongan protocolos de actuación en cualquier situación como la que nos empapa me parece bien; incluso necesario. Pero eso… solo en actuaciones colectivas de obligado cumplimiento.

Crónicas de trinchera (II)

Doy fe de vida todavía, que conste:

«...desde mis ojos que miran, desde mis manos que tocan, desde mi lengua y mi boca doy fe de vida. De vida por todas partes, de vida por dondequiera, de cualquier modo y manera, a pesar de los pesares...» -.

Además estoy en holganza permitida y confinada. Que no sé yo cómo voy a llevar, esto de que unos años haya días de fiesta inesperada y otros años no; eso vuelve tarumba a cualquier cristiano.

La cosa del Cov-2 parece que va con tendencia lentamente progresiva hacia mejor. O eso me parece, al menos en mi lugar de trabajo. Y también por el porcentaje que las noticias y noticieros dan al asunto, que ya va por un 35/65, siendo el 35 el bicho y el 65 las cosas de la economía y los políticos poniéndose a caer de un burro.

Todo ello , a pesar de los pesares y de las diarias cifras de contagiados, de muertes por Cov-2 (con o sin SARS) que tanto pululan por ahí, empezando por las del propio Ministerio (mira que se lo advertí, estimados lectores y lectoras: hagan caso, solo a las cifras de “altas hospitalarias”, las otras dos son puras conjeturas, lo advertí...vaya que si lo advertí). Puesto que si bien esto de la epidemia es un pesar -y grande – no son menos los pesares con que nos coadyuvan.

Un servidor no pretende hacer más leña de un árbol que está derrumbándose a base de incompetencias, ineptitudes cuando no de impericias altamente temerarias impuestas desde escalones discretamente más altos, amparados por otros discretamente más elevados. Que haberlas haylas. Y en variedad confusa y excesiva.

Que impongan Protocolos de actuación en cualquier situación como la que nos empapa me parece bien; incluso necesario. Pero eso… sólo en actuaciones colectivas de obligado cumplimiento. No así en los criterios de sospecha y tratamientos contra el virus que todo facultativo tiene capacidad de ejercer y prescribir. Es un RNA monocatenario positivo. O se ‘mata’ con algo que ataque directamente al RNA ( que lo hay, y ampliamente demostrado) o se le deja en huelga de hambre con algo que ataque el DNA (que también lo hay, véase el herpes zoster, sin ir más lejos), puesto que para replicarse y reproducirse le resultan necesarios ambos: RNA y DNA. Sencillo ¿verdad? Bueno... ummm... no tanto, no tanto. Pero por ahí va la cosa.

Si tengo, por supuesto, como significado de “protocolo” como un reglamento o una serie de instrucciones que se fijan por tradición, o por convenio o por conveniencia. Y que en todo caso es de obligado cumplimiento.

Eso, en el oficio que ejerzo, es prohibir la competencia facultativa que lleva implícita el propio oficio. Querámoslo o no, los anglosajones yankis han desechado tiempo ha tal término – por la inferencia que lleva de obligación inexorable de cumplimiento férreo , y que de no cumplir podría ser motivo de castigo y tentetieso – y ha elegido el de “guías” o “directrices”. ¡Eso es lo que ayuda, y no la imposición con espada de Damocles pendulando!

Máxime si esos tales protocolos cambian más rápido que los vientos.

Pero bueno...habrá que perdonar a los impositores protocolarios. No saben muy bien lo que hacen, pero hagamos lo que dicen que dijo Jesucristo en plena crucifixión. La primera palabra en la cruz, según los textos de la iglesia católica apostólica y romana de nacar colunga , que es la única que me suena….¡perdonémoslos! Al menos de momento.

Yo me lo repito todas las alboradas camino al trabajo. Y les perdono. Y me callo. Y hago -de momento – lo que dicen que hace Vicente...lo que hace la gente.

Hasta que explote, dios no lo quiera, ya que debido al confinamiento (que alabo, ensalzo y pregono), no he podido acudir a mis clases diarias de control de berrinches, afianzamiento de aguante y esas cosas que tanto me caracterizan.

Pero en fin, tiempo tendré de reciclarme de nuevo en tales controles que me están poco a poco descontrolando y un día de los menos pensados saltaré por los cerros de Úbeda. Asumiendo, claro está, todo lo que me pueda caer encima una vez superada esta crisis. No lo permita mi santo patrón.

Yo hablo y comento todo ésto con Justo, que haciendo honor a su nombre, me consuela y me tranquiliza...”mira que te conozco”, me dice (nos conocemos hace una pila de años, aunque a él le ha salido algo de barriguita y yo siga canijo como antes). Y también me añade que el sol saldrá por Antequera siempre. Y cosas de esas que aceptas por venir de quién viene, que es un santo y un magnífico facultativo, y que te reconforta y calma.

A lo que iba, que tengo en primera fila de mesa y en sesera los últimos protocolos de tratamiento dependiendo de varias- demasiadas – variables. Obsoletos si, eso si. Pero , oiga, como son de obligado cumplimiento, pues donde hay patrón el marinero ni pincha , ni corta , ni manda.

Unos ideologos idealistas (¿¿??) le tiran por todos los sitios al gobierno establecido. Éste por su parte hace lo mismo contra ellos sin más miramientos, corregidos y aumentados a ser posible.

Y la casa la están barriendo hasta dejarla cual patena vaticana los curritos de siempre: sanitarios (toda aquella persona que esté en éste frente sin obviar ninguna tarea ni responsabilidad), fuerzas y cuerpos de seguridad del estado – creo que se dice así – basureros, limpiadores, y todos aquellos que si me olvido de escribir, pidiéndoles perdón, les alabo y me enorgullecen.

Según puedo discernir, a la mayoría de ellos les apetecería más un buen y eficaz atavío indumentario que los aplausos de las veinte en punto. Sin desdén de éstos que son muy de agradecer y de poner los pelos en escarpia de pura emoción. Así lo creo en verdad en verdad os digo.

En estos mismos momentos, me estoy acordando de Teresa, una enfermera veterana de UVI ( me gusta más Vigilancia intensiva) que jamás ha hecho ascos a hecatombe alguna, y que anda la muchacha -o así me lo parece – extremadamente indignada con las ‘promesas prometidas’ al respecto y la carencia de las mismas en el debido y prometido estado de protección, para el personal sanitario y para los pobres ingresados.

Pero, oye, si las autoridades altamente competentes dicen que llegarán en breve, yo voy a creerlo. Lo que no tengo muy claro es a qué narices le llaman “breve”. Si no me lo preguntan lo sé, pero , ay, si me lo preguntan y quiero explicarlo les traslado la pregunta a tanto sabio expendedor, que yo sólo soy un ignorante muy bien avenido.

De momento.

P.S.: Llevo desde antes del 13 de marzo -mucho antes – con anosmia y ageusia y no me han hecho el test, ni el rápido, ni el lento, ni el de el medio. ¿Si diese positivo me mandarían a mi casa a aislarme? Me temo que no tendrían otro remedio que cumplir sus propias órdenes y eso no les trae a cuenta. A mis compañeros, que yo sepa, tampoco. Claro que patognomonia, lo que se dice patognomonia, ya es un término a extinguir.

Aclaraciones al lector lego en estos menesteres :

Anosmia: Significa que no captas ningún tipo de olor, así sea perfume de almizcle o boñiga perruna. Ageusia: Significa que no captas ningún tipo de sabor, así sea un ajomataero - uyyy que bueno- o la propia boñiga antes mencionada. Patognomonia: Todo signo o síntoma que se da en una determinada enfermedad y solamente en ella.

¡Hasta la próxima! Que Yo les perdono… eso sí ¡de momento! @mundiario

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