Vivan las cadenas

Felipe VI y Juan Carlos I
Felipe VI y Juan Carlos I.
El presidente del Gobierno se inhibe, el poder judicial no investiga, y en esa pausa, como en la pescadilla que se muerde la cola, lo que hace es anular la posibilidad de tomar medidas cautelares.

El 12 de abril de 1814 se hacía público el conocido como Manifiesto de los Persas, firmado por 69 diputados de las Cortes españolas. Se pretendía dar apoyo al rey felón Fernando VII Borbón que regresaba a España desde el exilio francés. Consta en el panfleto que la “Casa de Borbón, es la dinastía legítima a quien Dios había confiado la Corona”.

El pasado día 18 (200 años después) se daba a conocer otro manifiesto de apoyo, esta vez al pícaro Juan Carlos I el demérito, firmado por notables del tardo-franquismo y comprometidos constitucionalistas del régimen del 78. ¡Qué buenos vasallos si hubiera buen señor! Tal panfleto constituye un derroche de elogios vacuos y falsedades sobre la bonhomía del demérito, a quien tratan de cubrir con el manto del principio de presunción de inocencia para acallar las voces discrepantes. Repito hasta el hastío: tal principio atañe a los jueces como garantes de la tutela judicial, no a los ciudadanos conscientes e informados que  tienen derecho a llamar a las cosas por su nombre: mexan por un e din que chove. A otros, estos mismos firmantes les han llamado de todo, golpistas y fugados de la Justicia. Dirán que fueron condenados por la justicia, pero es su justicia.

La figura del emérito aplicada a los reyes no tiene encaje constitucional. Es un capricho de Juan Carlos, ideado por hechiceros cortesanos con fundamento vaticanista, para satisfacer al borbón. Con ello, la bicefalia de la Corona se mantiene, aunque haya perdido la trinidad por decaer la santidad de su espíritu. Sin trono ni reina pero sigue siendo el rey.

¿Cuál es la razón de este enredo? Ni más ni menos que apuntalar el régimen franquista del 78 corroído por la corrupción, de la que sí somos una potencia mundial. Ya lo dijo el presidente Sánchez: No se juzga instituciones sino personas, dejando claro que al régimen ni tocarlo. Que el demérito huye, pues puente de plata. Nada de investigar ni tomar medidas cautelares frente a un sujeto que no da explicación alguna a la ciudadanía ni al fisco y que se permite borbonear al estilo del abuelo, escurriendo el bulto y enviando al abogado para que anuncie su disposición de colaborar con la justicia: ahí me las den todas.

El presidente del Gobierno se inhibe, el poder judicial no investiga, y en esa pausa, como en la pescadilla que se muerde la cola, lo que hace es anular la posibilidad de tomar medidas cautelares. El pajarito, a estas horas en paraíso judicial, está fuera del alcance de la justicia española y suiza. Y el legislativo se niega a investigar las andanzas del demérito ni anular su título. Hay que salvar el chiringuito montado a la muerte de Franco, en un ejercicio de cinismo gatopardista que les permite conservar su acomodado status.

Aquella primavera de 1814 el rey Fernando VII derogó, con la ayuda de un ejército extranjero, la Constitución de 1812 pues así convenía a sus propósitos absolutistas. En el verano de hoy y con la complicidad de sus serviles cortesanos, Juan Carlos I el demérito huye de su querida España protegido por el régimen del 78 por él creado. Pues eso, ¡vivan las cadenas!  @mundiario

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