Las redes sociales añaden a sus ventajas que son una fuente inagotable de intoxicaciones

Página de MUNDIARIO en Facebook que acredita los 2.000 seguidores en esta popular red social.
Página de MUNDIARIO en Facebook.

La lucha contra el anonimato en la sociedad en general y en la de la comunicación en particular debe ser radical y fuerte. Todo gobierno democrático debiera encontrar su antídoto.

Las redes sociales añaden a sus ventajas que son una fuente inagotable de intoxicaciones

Las redes sociales, según los estudiosos, son transcendentes. Se supone que por su contenido y no por el soporte mismo, que también. Para ellos se han convertido en los más importantes medios de movilización de masas, relegando a la prensa, radio y televisión como vehículos de inquietudes ciudadanas. Las “movidas” registradas en Burgos, como las 27 solidarias llevadas a cabo en otras tantas ciudades, en esta última semana, son su mejor ejemplo.

Uno puede estar de acuerdo con estas afirmaciones o no. No son dogma de fe. La importancia de una cosa es tan subjetiva como la percepción que de ella misma tiene cada individuo. Por tanto, usted puede quedarse con las afirmaciones de los estudiosos o pasar olímpicamente de ellas. Es cierto que las redes sociales existentes en la actualidad son una fuente inagotable de importantes intoxicaciones. Las más, sin autor o autores conocidos. Algunas tan dañinas como la letal toxina del grupo H, descubierta recientemente por el Departamento de Salud Pública de Estados Unidos, cuyo ADN es uno de los secretos mejor guardados, porque un solo gramo  de la misma puede matar a 2.000 millones de seres humanos. Si de ella no se puede hablar porque se desconoce su antídoto; del contenido, mayoritariamente anónimo, que las redes sociales actuales soportan, tampoco; porque lo anónimo, independientemente del escaso, por no decir nulo, interés que debe despertar, encierra el letal mal de la manipulación. El ejemplo válido para los estudiosos, puede servir también para los que no se consideran tal. Las manifestaciones de Burgos como las de Madrid y 27 ciudades más, solidarizándose con los vecinos de Gamonal, son fruto de la manipulación, desinformación y anonimato, aunque políticamente se puedan identificar a sus patrocinadores. Y, en aras de mimar la libertad de expresión y la veracidad de sus contenidos, la lucha contra el anonimato, en la sociedad en general y en  la de la comunicación social, en particular, debe ser tan radical y fuerte, que encontrar su antídoto debiera convertirse en objetivo prioritario de todo gobierno democrático y de todo ciudadano bien nacido.

Sin dañar el artículo 20 de la Constitución, existen, dentro de la misma Carta Magna, artículos que lo limitan, siempre y en todo caso, para pretender el bienestar del ciudadano y el mantenimiento del orden público y el Estado de Derecho. Y eso no ha sucedido,  ni en Burgos, ni en Madrid,  ni en lugar alguno en el que se han organizado este tipo de actividades vandálicas. Y como ya es habitual que tras, o durante, cualquier manifestación ciudadana, convocada o no a través de las famosas redes sociales, suceda, la reforma de la Ley de Orden Público o Seguridad Ciudadana, sin necesidad de recurrir al denostado tribunal de lo mismo, muy popular antaño, es primordial y urgente.

Los ciudadanos en general están hartos de que,  por casi siempre los mismos, se cometan atrocidades ciudadanas y protestas por todo, cuando la finalidad de las mismas, no es buscar la solución de los males que sirven de base de su convocatoria, ni el bienestar ciudadano, sino el desgaste del gobierno de turno y el enfrentamiento entre pueblos, territorios y gentes. Cataluña, País Vasco, etc. son vivos ejemplos. Y, si bien las manifestaciones pacíficas son de gran valor y ayuda para los encargados de los destinos de pueblos, ciudades y países, las vandálicas, fantasmagóricas y excluyentes, son totalmente intolerables, y las fuerzas de seguridad y orden público, con toda su contundencia, deben de disolverlas. Permitir su desarrollo y que además sirvan para cambiar la ley y el orden establecido, no es de un estado democrático. Gobernar no es siempre agradable, aunque siempre es voluntario. El Gobierno de España debe de hacer algo más que recomendar a los suyos, porque así lo exija el guión, que acepten las reivindicaciones de los vándalos, por muy acusador  que resulte el contenido de las redes sociales.

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