Una garrapata en la corte del Rey Felipe

Felipe VI, Rey de España, junto a Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno. / Mundiario
Felipe VI, acompañado de Pablo Iglesias, en Bolivia.
Es posible que esta reflexión sea un mero delirio de naturaleza kafkiana. Pero, como se dice en Italia, se non è vero, è ben trovato. Quiero decir que, analizas las huellas de Pablo Iglesias desde el 15-M hasta nuestros días y, francamente, señoras/os, se hace muy difícil considerarlo un hombre de Estado y muy sencillo calificarlo de “hombre garrapata”.
Una garrapata en la corte del Rey Felipe

No es verdad que Pablo Iglesias haya registrado en la Sociedad de Autores el Himno Nacional que resonó el otro día en Bolivia. Hago esta obvia introducción, para evitar represalias del virtual Ministerio de la Verdad que ha propuesto, impuesto o lo que sea ese lado oeste del gobierno que se reúne cada semana en el ala oeste del Complejo de La Moncloa. A este Gobierno de gobiernos, como a todos los monolíticos que ya hemos padecido y los que aguardan su turno para seguir jugando al billar a dos, tres o vete tu a saber cuantas bandas, je, sobre el negro tapete de nuestra historia, se le podrán reprochar muchas cosas, oye, pero nunca el celo que están poniendo en defender su pluriverdad, toda su pluriverdad y nada más que su pluriverdad.

Lo que pasó en La Paz, el otro día, es que la banda militar dio la nota, las notas, en un arreglo libre de la música, y se lo pusieron a huevo a Pablo para desarrollar un borrador de la letra, en otro osado intento como aquel de Pemán, in illo témpore, o ese más reciente de Marta Sánchez. Con todos los respetos para sus votantes, simpatizantes, socios forzosos de BOE e ingenuos independentistas, y aceptando de antemano que este señor no tiene ni un pelo de tonto en su abundante cabellera, a mi no me parece un comunista, ni un antifascista, ni un plurinacionalista, ni un Robín Hood made in Vallecas, ni siquiera un ferviente republicano. Ca. Analizas su todavía breve pero intenso período de opositor a okupa de presentes y quizá futuras páginas de nuestra historia y, oye, de verdad, llega uno a la conclusión Kafkiana de que el secreto mejor guardado de nuestro Vicepresidente ha sido su metamorfosis: de laureado profesor universitario a sibilina garrapata.

¿Qué no, dices...? Les invito a hacer conmigo inventario: le chupó la sangre al movimiento 15-M, a la España vulnerable, a la juventud errante, a la España amargada, a la izquierda marginal, a los viejos y sanos guerreros republicanos y a los independentismos de Euskadi, Cataluña y Galicia, miradles, obsesionados con poner una pica en Madrid, en La Constitución, en el Estado. Ahora, está dispuesto a no dejarle ni una sola gota al centenario PSOE, ¡pobrecito mío!, que de mano en mano va, la del PNV, la de Rufián, la de Bildu, la de Teruel Existe, la que haga falta, como la falsa moneda. Me río yo de esos héroes de comic, el hombre araña, el hombre murciélago, je, al lado de este “hombre garrapata” de carne y hueso.

Y como además se da la casualidad de que es una garrapata hiperactiva, éramos pocos y todavía ha sacado tiempo para practicar la hematofagia con Felipe VI. No es, que va, que este señor quiera vivir sin Rey, es que pretende sobrevivir del Rey, que parece lo mismo pero no es igual. Manuel Vázquez Montalbán acuñó una frase irónica para describir la decadencia del ingenio periodístico tras la desaparición del dictador: “Contra Franco vivíamos mejor”. Bueno, pues Pablo Iglesias, sin el mínimo matiz irónico, me da a mí que intuye, quizá sabe que le podría invadir tan contradictoria nostalgia si se precipitase en dar un jaque mate: es obvio que contra Felipe VI en la Zarzuela, como muñeco de feria para practicar el pim pam pum en twitter, ante las cámaras de televisión, por los micrófonos de radio y así, tanto en asuntos interiores como exteriores, puede sobrevivir mucho mejor.

A mí, ahora que se acaba sabiendo todo lo que dice en público y en privado, no me extrañaría nada que un día de estos se filtre una grabación de este chico compartiendo una confidencia, por ejemplo, con la madre de sus hijos: “Sabes lo que te digo, Irene: ¡larga vida al Rey! @mundiario

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