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Las mujeres del siglo XXI no piden igualdad, solo quieren justicia y respeto

Una mujer trabajadora embarazada. / Mundiario
Una mujer trabajadora embarazada.

La ley de igualdad pretendió dejar atrás la tradicional situación de discriminación de la mujer. Sin embargo, la desigualdad creció en Epaña entre 2006 y 2011, a lo largo de la crisis.

Las mujeres del siglo XXI no piden igualdad, solo quieren justicia y respeto

La ley de igualdad pretendió dejar atrás la tradicional situación de discriminación de la mujer. Sin embargo, la desigualdad creció en Epaña entre 2006 y 2011, a lo largo de la crisis.

En 1975 se proclamó la democracia en España. Sin embargo, parece que al igual que en su día se declaró el sufragio universal masculino; nuestra pretendida democracia ha tardado más de 30 años en reconocer la exclusión tácita de más de la mitad de la población. Aquel sector que por no englobarse dentro de lo masculino, parece no tener sitio en lo universal.

La Ley de Igualdad, aprobada el 23 de marzo de 2007 por el gobierno del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), y modificada el 27 de julio de 2013 por el Partido Popular,  pretendió dar un paso importante dejando atrás la tradicional situación de discriminación de la mujer en nuestra sociedad. El fallo de la misma está, en que no deja de ser una pretensión, se da como una concesión y no como un derecho. El propio nombre es separatista, ya que presenta la igualdad con el hombre como la única vía de la mujer para alcanzar unos derechos legítimos.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dice que "defiende la igualdad", que es su "prioridad" y que "trabaja para eso con un Plan de Igualdad". Sin embargo, el secretario general de la oposición (PSOE), Pedro Sánchez contraataca con palabras duras, recordándole su pasado, cuando decía que las diferencias salariales era una suerte de "envidia igualitaria".

No importa lo que digan, la verdad es que un Plan de Igualdad entre Hombre y Mujer que incluya más medidas de discriminación positiva para garantizar la equidad entre los dos sexos, sigue siendo una igualdad retorcida, capaz de equiparar 15 días de atenciones paternas a toda una vida de crianza maternal. Presentando la ampliación de la baja por maternidad, o garantizando la igualdad salarial (utopía) para labores iguales dentro de los acuerdos empresariales, como logros políticos que ya deberían estar implícitos dentro de una sociedad comercial. 

De igual manera, la medida que obliga a los empresarios a tener el 40% de mujeres en los cargos importantes, no deja de ser insultante; ya que no hace más que recalcar la superioridad de los hombres. Como si las mujeres no tuvieramos la capacidad para ejercer esas obligaciones y solo alcanzáramos el mérito de satisfacernos con pobres limosnas. No nos hace falta caridad, porque estamos capacitadas para realizar el trabajo. La competencia no se mide en el sexo, sino en las aptitudes.

Las mujeres no buscamos ni pedimos igualdad. Deseamos justicia, que se nos respete por lo que somos: personas capaces, competentes, que no deben estar a la sombra de los hombres. Aunque la ley reconoce los atropellos a los que siempre hemos estado sometidas, no deja de ser una ley fruto de un sistema patriarcal.

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