Galicia: ¿entregarán las plataformas ciudadanas las diputaciones al PP?

Sede de la Diputación de A Coruña.
Sede de la Diputación de A Coruña.

Tras impulsar plataformas ciudadanas en las ciudades, Anova y EU necesitan ponerlas de acuerdo con sus propias apuestas en las áreas metropolitanas para luchar por las diputaciones.

Galicia: ¿entregarán las plataformas ciudadanas las diputaciones al PP?

Tras impulsar plataformas ciudadanas en las ciudades, Anova y EU necesitan ponerlas de acuerdo con sus propias apuestas en las áreas metropolitanas para luchar por las diputaciones.

      

Permítanme que primero dibuje el mapa. Como en todas partes, en Galicia hay ciudades y pueblos; sólo que aquí el campo (lo rural) llega hasta el borde mismo del asfalto y lo penetra… mucho más que en Euskadi, por ejemplo. Vivimos rodeados de mar y monte, tan contentos. Pero cuando llegan las elecciones nos inventamos dos países. Uno, villas y aldeas, lo entregamos al PP mientras proyectamos la resistencia desde los castros. El otro, urbano, se lo disputamos armados de fantásticos razonamientos como si las ciudades flotaran entre las nubes junto a los castillos de Miyazaki. Y no. Debajo está la tierra (o el mar), esa realidad de la que ya se ocupa el Partido Popular. Somos un país de 314 concellos —salimos a un alcalde por cada 8.000 ciudadanos— en el que más del 60% de la población vive en ayuntamientos de menos de 40.000 habitantes. Y en el minifundio municipal reinan el raquitismo presupuestario, la inhibición fiscal y la dependencia de las subvenciones de Xunta y Diputaciones, como dejó dicho el profesor Álvarez Corbacho. Y añadió: “Por eso la competencia política es aquí casi un imposible”.

Quizá fue la estrategia o el simple reconocimiento de una realidad electoral lo que llevó a mediados de los noventa al BNG a plantear batalla en la periferia de la periferia. Allí donde un día comenzó su crecimiento, hoy amortigua su caída. A la izquierda —que no al PSOE— le ha costado tomar en consideración a ese otro país electoral que ella misma ideó para no reconocer su impotencia. Le pasa ahora a AGE (Anova+Esquerda Unida) y a Podemos.

Esa otra izquierda a la que el genio de Xosé Manuel Beiras convirtió en hegemónica en 2012, desde entonces se dedicó con esmero, sí, a alzar la voz en el afónico Parlamento pero descuidó sus visitas al gimnasio de la calle. No hizo músculo. Para esta izquierda, la de Anova y Esquerda Unida, el frente urbano en las municipales era cuestión de supervivencia. Con sus enclenques estructuras ha organizado mareas y otras marcas entre el apolillado movimiento social gallego que sigue sin romper el huevo de Nunca Máis. Hay que concederle su mérito —incluso si Podemos, ese primo de zumosol que compensaría sus faltas al gimnasio, pierde sus músculos cuando termine la publicidad—. Pero se ha parado ahí. ¿Qué pasa con ese país que se vislumbra desde los castillos de Miyazaki?

Las mareas y otras marcas urbanas dudan entre asociarse o no con sus replicas rurales para competir por las Diputaciones, esa mano izquierda de la Xunta para garantizar la continuidad del sistema político clientelar que, en su círculo vicioso, propicia inhibición fiscal y raquitismo presupuestario, e impide la competencia política allí donde habita más del 60% de la población. “¿Qué tenemos que ganar en esa arena?”, se preguntarán los promotores urbanos del cambio. Para jugar hay que pactar: debe constar ante la Junta Electoral Provincial un nombre para la coalición, aunque esta tenga diferentes denominaciones en cada concello.

Las plataformas son heterogéneas y lo son los intereses de los socios. Esquerda Unida, la única formación que concurrió a las anteriores municipales, recibe subvenciones por votos y concejales y puede solicitar adelantos. Una confluencia provincial permitiría elevar el techo de gasto. Y, políticamente, el espacio AGE saldría reforzado. Para Podemos no tendría el mismo efecto. No existe fuera de las ciudades. Intenta no exponer su marca, con lo que tampoco obtendría beneficios futuros, y en Vigo o Ferrol ni siquiera está en las plataformas. ¿Por qué dar diputados provinciales a otros? O, para todos, ¿a quién otorgar los sillones?, ¿a quién pone más votos? Incluso el sistema de asignación de diputados desincentiva a los minoritarios. ¿Por qué no concentrar entonces recursos sólo en la arena urbana?

Los socios deben decidir, si atender a la táctica para la que lo importante son los resultados en las ciudades, o pensar en el país… en todo el país. Aunque sea para poner luego el candado a las Diputaciones. @erikdobano

Comentarios