Reflexiones de la mente

Pedro Sánchez y Boris Johnson. RR SS
Pedro Sánchez y Boris Johnson. RR SS
En los convulsos momentos que vivimos, todo parece poseer el carácter efímero de la vida de una mosca o de cualquier otro insecto o lepidóptero. Como la dimisión de Boris Johnson.

La dimisión de Boris Johnson ha sido la noticia estrella de hoy, 7 de julio, día también de los Sanfermines en España. El líder conservador renuncia como primer ministro, aunque permanecerá en el cargo hasta el próximo comité 1922 previsto para otoño, fecha en que se nombrará a quien deba sustituirle. Pese a haberse librado de una moción de censura el 6 de junio, las famosas fiestas del PartyGate, celebradas a lo largo de su mandato, haciendo caso omiso de las restricciones Covid, y las sucesivas dimisiones de miembros de su “equipo”, han podido con el hombre de espaldas anchas y pelo albino.

Paralelamente en España otro hombre pasea hoy (imagino) por Gran Vía, cabeceando de lado a lado y poniendo su sonrisa preferida; recordando sus máximas, ser malo y ser resistente, y no deja de sorprenderse de la actitud de Johnson a quien siente uno de los suyo. Lo había sentido al menos hasta la fecha. La noticia de su dimisión, trae a su mente los recuerdos del comienzo de su andadura política; especialmente con otro líder, que luego había decidido cortarse la coleta. Siendo tan a propósito su razonamiento -¡ya le gustaría estar en los sanfermines!- Pedro Sánchez no pudo evitar maravillarse ante su prodigiosa mente, que en forma de destellos le enviaba tardes gloriosas, aderezadas con pizzas cojonudas.

12 DE NOVIEMBRE, COGOBIERNO: ¡QUÉ DIFÍCIL ITALIANIZAR!

Las ocho de la noche. Pablo Iglesias le proponía él, a Pedro Sánchez ir a cenar fuera, para sellar su recién inaugurada coalición gubernamental.

-No sé, quizás es un poco precipitado, ¿no te parece Pablo?

- ¿Por qué, Pedro? - dijo Pablo Iglesias a su compañero de poder, sorprendido. Mira…- razonó- me he informado bien de que te gustan los italianos, las pizzas cojonudas…

Pedro Sánchez se sorprendió mucho por lo bien que había hecho los deberes su futuro compañero. Quizás pudiese “dormir” por las noches después de todo.

-Te propongo ir a Pastamore…

Aquel nombre era excesivo hasta para Sánchez; un vínculo que acababa de sellarse. Pastamore se le antojaba una palabra excesivamente retozona. No iba a amar aquella unión a la mínima de cambio, pero puede que necesitase la ayuda del de la coleta para otras ocasiones. Lo mejor sería irse por las ramas.

-¿Dónde se encuentra situado? - preguntó.

Iglesias parpadeó pensando qué diablos podía importar aquello, si lo importante era la manduca que iban a degustar.

-En la calle de Alcalá…

Sánchez declinó con la cabeza, rememorando la rancia canción. Por la calle de Alcalá, con la falda “almidoná” … y los nardos apoyaos en la cadera…

-No, hombre, no. - dijo Sánchez renegando del chulapo madrileño, que no de su futuro sanchismo. Enarcó una ceja, puso su sonrisa ladeada (esa que se le daba tan bien) y añadió: ¿No querrás ir a La taberneta del pirata?- Sánchez pensaba cuánto le recordaba a un pirata Iglesias por su coleta. De buena gana se la cortaría.

Iglesias dijo que no, algo molesto, pues en cuestión de altura y piratería, Sánchez ganaba por goleada.

-Insisto en Pastamore. - comentó Iglesias en un último intento.

 -  Pablo… -reprochó Pedro. -Hay que ser más cosmopolitas. - concluyó- Adaptarse los vientos de cambio. Alcalá es demasiado cañí para ir hoy allí a sellar nuestra unión.

Iglesias no dijo nada, aunque lo pensó. Y pensando en eso sugirió a su nuevo compañero de fatigas otro italiano.

-Mira, te propongo ir a Arrogante. No, hombre, Pedro, no me mires con suspicacias. Si investigas en su página dicen: “te lo pasarás genial como si estuvieras en la pista de un circo vintage. La nueva propuesta del grupo Salvaje se postula como el restaurante más divertido y animado de la capital…” – leyó Iglesias.

-Siendo así… - comentó Sánchez, algo apabullado, pero recordando su máxima, “Ser malo”, se lo pensó mejor.

Sin embargo, una nueva idea comenzaba a cruzar por su mente. En un rincón particular de su hogar tenía un mapa con chinchetas de los diversos italianos de Madrid y una bombilla se le acababa de encender.

- ¿Por qué no vamos a Noi? -propuso Sánchez.

- ¿Noi?

-Nosotros. - dijo Sánchez. Eso es lo que significa Noi en italiano, -añadió, flipando con sus propios conocimientos. Y un “nosotros” es lo que vamos a ser.

Pablo Iglesias parpadeó asimilando la información. Parecía gustarle la idea. Pedro Sánchez pensó que Iglesias no era un colega, pero podría llamarle tronco.

-¡Muévete tronco! -exclamó Pedro.

Pablo Iglesias cargó sobre sus hombros a Pedro y así, a lo tonto a lo tonto, Iglesias se convirtió en un troncomóvil improvisado.

Pedro daba palmetazos a Pablo en su chepa, y le tiraba de la coleta como si fuesen las bridas de un caballo mientras gritaba: ¡yabadabaduuuuu! o decía ¿Dónde está Betti, Pablo? Y galopando sobre los lomos de Pablo, Pedro y Pablo llegaron a Noi y Pablo pudo hacerse de nuevo con su improvisado cuerpo de troncomóvil, y enviar un rápido WhatsApp, que fue recibido en el interior del establecimiento.

NOI

La gente políglota sabe que Noi en italiano significa nosotros. Y eso era lo que Pablo Iglesias y él iban a ser, pensaba Sánchez. Nosotros, seguía pensando Sánchez. Para él, todo en la vida tenía un claro significado simbólico. La andadura que iban a comenzar juntos. Pensando en eso comenzaba a emocionarse al tiempo que el menú propuesto se llamaba Confianza. Muy apropiado, sí, señor. Pero Pablo estaba más por la labor de compartir una pizza.

-Mira, Pedro creo que lo mejor sería compartir una de estas dos pizzas, ¿qué te parece?

Pedro Sánchez miró con malos ojos a Iglesias.

-Aquí dice pizzas catalanas.

Iglesias sonrió.

-Sí, lo sé. Ya sé, ya sé qué te pasa. Puede que te de algo de asco la Pizza Cap i Pota, por la casquería que va encima, pero le podemos decir al cocinero que la haga solo con butifarra catalana, bien la negra, o la de arroz.

¿Desde cuándo una pizza era catalana?, se preguntaba Pedro Sánchez. Ignoraba que Iglesias tenía sus contactos y había conseguido colar en la carta aquellas dos pizzas algo antes de que ellos dos llegaran al restaurante. Conocedor de los gustos de Sánchez, Iglesias había apalabrado una cena con más de la mitad de restaurantes italianos de la capital, y había dejado pendiente enviarles un mensaje para el caso de que fuesen allí. De cualquier forma, debía hacer colar la cuestión catalana.

Después de haber conseguido que Sánchez aceptara con ciertos miramientos la otra pizza, ahora llegaba a la mesa y se disponía a relajarse y disfrutarla.

-¡Pizza escalivada! Se me hace la boca agua. -dijo Pedro. Se había decantado por aquella pizza vegetal; al fin y al cabo, no habría chicha en la cuestión.

Aunque el corte de las diversas porciones no estaba siendo todo lo “cohesionado, compacto, en la misma dirección” que él querría. Sánchez e Iglesias parecían competir por la mejor tajada, o por el mejor corte.

-Lleva tomates, pimientos, y berenjenas. - dijo Iglesias acerca de la pizza.

-Sí, hombre. Eso ya lo veo. - contestó Sánchez.

-Vale, pero seguro que no sabes que escalivada significa cocinar en las cenizas… Las verduras se cocinan así.

-No. No lo sabía. - Y a Sánchez le importaba un pimiento, justo como el que se estaba metiendo en la boca en ese momento. Mmmmm ¡Qué bueno estaba!

Ahora que estaban ambos manducando y brindando con un rico vino italiano- Sánchez no admitió ningún vino catalán- comenzaba a sentirse de buen humor. Se sentía cojonudamente y por eso decidió compartir con Iglesias…

-… las líneas principales de mi pensamiento.

Iglesias parecía ser todo oídos.

-Respecto a la economía, por ejemplo…

-Sí, eso, Pedro. ¿Qué opinas de los bancos?

Iglesias le soltó una parrafada sobre diversas entidades crediticias tan larga que Sánchez atajó con un gesto de mano, al tiempo que cogía el último pedazo de pizza de escalivada.

-¡Caramba, Pedro! Para no querer pizza catalana, creo que…

-Bueno- sonrió Sánchez- yo no diría no es no. Nunca he dicho un no rotundo.

Sin embargo, la pizza que estaba degustando debía tener vida propia y del cojonudo pimiento rojo salió un chorretón de jugo que se vertió en la cara de Iglesias.

-Lo siento. - se disculpó Sánchez.

Iglesias se limpió como pudo y recordó por qué estaba allí. Para comerse una pizza escalivada. Sin chicha, pero hecha sobre cenizas, haría trizas al bueno de Sánchez. Y si no, juraba que se cortaría la coleta.

-Pablo, te estoy hablando. - dijo Pedro.

-Disculpa, ¿qué decías…?

-Te decía si habías visto a ese "pibón"… -preguntó Pedro, señalando a una atractiva mujer que acababa de pasar por delante de su mesa.

Pablo hizo un gesto contenido, pero admirativo, lo suficientemente admirativo como para que Pedro preguntase:

-¿La azotarías hasta que sangrase?

Pablo se enfadó.

-Oye, Pedro, he venido de buen rollo, no para que me eches en cara cosas del pasado.

-Tranquilo, colega. -Pedro decidió pasar del “tronqueo” al “colegueo”.- Era tan solo una broma, recordaba a Mariló Montero y tu fogoso comentario. ¿Te imaginas que esa belleza de mujer se llamase Mariló?

Pero a Pablo la coña le parecía estúpida, y Sánchez echó mano de otros recuerdos para tranquilizar a Iglesias.

-Mira, voy a contarte un secreto. Estuve en el Piu di Prima…

Pablo Iglesias no pudo evitar sorprenderse.

-  Pero ¿qué pasa, Pedro? ¿Acaso conoces todos los italianos de Madrid?

-No, todos no, pero bastantes sí. Como te iba diciendo estuve en el Piu di Prima y había un cartel así de grande de Sofía Loren…

-¡Esa sí que estaba buena! ¡Menuda actriz! - comentó Iglesias.

-Sí, colega. Tienes razón. - Pero ¿te cuento un secreto?  Para mí el premio ha sido que en el aeropuerto de Berlín me encontré a la actriz de la peli Million Dollar baby… guapísima. - Iglesias pareció no inmutarse. - ¿No te gusta a ti también?

-No sé. Demasiado flaca, quizá, ¿no? Demasiado fibrosa.

- ¡Caray! - exclamó Sánchez. ¡Qué exquisito!

-Pero ¿la conociste? ¿Conocer, lo que se dice conocer? - preguntó Iglesias algo más interesado.

-No, solo de vista. En el aeropuerto de Berlín, como te dije.

-Volvamos a lo de los bancos, Pedro. -Iglesias volvía a la carga con el tema de la economía, pensaba Sánchez.

- ¿Por qué le llaman banco bueno? -preguntó Sánchez interrumpiendo a Iglesias de pronto. ¿Hay algún banco bueno? - volvió a insistir Sánchez.

-El capitalismo daría para mucho- concluyó Iglesias con una sonrisa amable y condescendiente, que estaba cargando a Sánchez.

-¿Pedimos los postres?-sugirió Pedro.

-Venga. -dijo Iglesias.

Y ahora que estaban con la parte dulce de la carta, Sánchez no podía evitar recordar a sus hijas y sacar a colación uno de sus dibujos animados preferidos.

-Bob Esponja es imbatible en casa, no puede con él ni el Madrid a demain.

Iglesias sonrió a Pedro, al tiempo que se llevaba una cucharada de tiramisú a la boca.

-Sí, tú ríete si quieres, Pablo. Te digo que en El País, Bob Esponja es el líder de la TDT.  No puedo estar más de acuerdo.

Pablo reía con suavidad por los comentarios de Pedro, y se limpiaba los labios con su servilleta de lino.

-Ya entiendo. -insistió Sánchez.- Quizás a tus hijos no les guste Bob Esponja porque le lees el Manifiesto Comunista de Marx por las noches antes de dormir. ¡Pobrecitos…!  Pero ¿qué me dices de tu mujer?

Pablo se alteró.

-¿Mi mujer? ¿Qué pasa con ella?

-Hombre, hasta yo veo que a Irene le falta un hervor. Seguro que a ella le encanta Pepa Pig, que es peor.

Pablo se puso de pie y echó hacia un lado su coleta.

-¡No te consiento que hables así, Pedro! Y menos, sin estar ella presente.

Pedro hizo un ademán de mano.

-Pablo, siéntate, por favor. No demos la nota. Mira, voy a contarte mi mayor secreto.

Pablo puso una cara escéptica, pero decidió volver a sentarse.

-Hay que ser malos en esta vida. Ya lo dije en otra ocasión, por twitter. Pero ahora que nos vamos a unir te lo digo de esta manera: Una buena manera de ser malos, es unirse al PSOE.

Pablo Iglesias parecía querer decir algo, pero Pedro le atajó.

-Ya sé, ya sé qué vas a decir. Que tú eres de Unidas Podemos, pero puedes unirte a mí. Seamos Noi, nosotros, Pablo. Por nuestros comienzos, nuestra nueva andadura.

En ese instante Pedro Sánchez alzó su copa de vino y la chocó con Pablo Iglesias que le miraba sin saber qué actitud adoptar.

Ya en su salsa, Pedro Sánchez se pidió un café solo con hielos. Seguramente no podría dormir por la noche, pero no le importaba. Todo fuese por el poder. Ser el Presidente de Gobierno es lo que tiene. No siempre se pueden tomar soluciones fáciles.

Fuentes: Las frases en cursiva de los diálogos entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están sacadas de diversos Twitter de Pedro Sánchez y los nombres de los restaurantes son reales. La noticia- resumida- sobre Boris Johnson está sacada de la página web de Cadena Ser. @mundiario

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