Cascos, persona y político

LA marcha de la política del controvertido ministro Francisco Álvarez Cascos está dando mucho que h
Cascos, persona y político
LA marcha de la política del controvertido ministro Francisco Álvarez Cascos está dando mucho que hablar porque es un acontecimiento en sí mismo, pero sobre todo porque su situación personal ya estaba dando que hablar. A la gente parece molestarle que Paco Cascos cambie de mujer, como si fuese un asunto suyo, cuando, que se sepa, afecta sólo a la que deja atrás --la buena de Gema Ruiz-- y a la que llega, María Porto; por lo demás, una elegante y simpática coruñesa, buena profesional por cierto, e hija del prestigioso cineasta gallego Porto. Dejémosle que sea feliz.

AL ex-secretario general del PP no hay que juzgarle por su vida privada, por mucho que como la de todos tenga sus cosas buenas y malas, sino por su comportamiento público. Trasladar el debate sobre Cascos a la prensa rosa sería un despropósito en todos los sentidos, porque en el mejor de los casos supondría que España es un país de cotillas ociosos y envidiosos. En el fondo, ¿a cuántos que le critican no le gustaría estar en su piel?

NO, a Cascos hay que juzgarle por su carrera política, donde hay luces y sombras, como en la de cualquiera que baje al ruedo. Luces: su capacidad de diálogo franco con los nacionalistas. Sombras: su talante altanero, la desfeita del Prestige, el AVE de Zaragoza, la ley del fútbol, su guerra personal con Prisa, las crisis políticas del Principado de Asturias, sus peleas caprichosas con Tini Areces... Si la oposición no fuese tan floja, toda una mina. Aunque ya se sabe que a Cascos cualquiera le tose con el carácter que tiene.

LA última vez que hablamos fue en la presentación de un libro de Alfonso Ussía en Madrid, autor que por lo visto despierta sus simpatías. Estaba preocupado por el AVE, quejoso con la prensa --especialmente con la de Aragón-- pero aparentemente entero. Tiempo después, ya con María Porto a su lado, se le veía más contento paseando por A Coruña. Lo dicho: ojalá que sea feliz con ella. Y que quien le suceda también humanice el espacio de la política.