¿Verá crecer A Coruña un bosque de cemento en San Diego para pagar el puerto exterior?

Vista aérea del puerto de A Coruña. / Mundiario
Vista aérea del puerto de A Coruña.

Hasta el momento, el mayor mérito del puerto exterior de A Coruña –radicado en el vecino Arteixo– ha sido lograr excelentes percebes en los bloques que, como rompeolas, defienden el espigón del puerto de Punta Langosteira.

¿Verá crecer A Coruña un bosque de cemento en San Diego para pagar el puerto exterior?

Pasado. Memoria. Identidad. Presente. Futuro... A Coruña. Todo esto y mucho más ha de tenerse en cuenta, necesariamente, a la hora de diseñar esa otra ciudad, porque ya nunca A Coruña será la misma a partir del replanteamiento que se adivina con la venta de los muelles de Batería y Calvo Sotelo y, especialmente, el de San Diego, que bulle en la mente de quienes barajan las cartas que tienen en sus manos para un rediseño urbanístico en el que el ciudadano nunca ha tenido baza ya que le han echado, de una u otra manera, de espacios para él vitales y de encuentro perfecto con un mar que siempre consideró suyo.

A Coruña ha ido creciendo al ritmo que ha marcado el puerto. ¿O ha sido al revés?. ¿Es posible que el puerto haya ido creciendo al ritmo que ha demandado la ciudad y no por necesidades estratégicas del propio puerto, antes Junta de Obras del Puerto y ahora Autoridad Portuaria?. 

El puerto, a la vista está, ha ido ganado espacio al mar. Pero este espacio jamás ha repercutido en la ciudad, cuestión que ahora sí se impone con las ventas antes citadas de espacios de terreno público (la Autoridad Portuaria es un ente público, ¿no?). Y lo ha ganado, no siempre en buena lid. Véase sino lo acontecido con la playa de O Parrote, con el relleno del muelle de Santa Lucía, con el área de San Diego y la zona de Lazareto, donde el puerto ha ganado terreno en detrimento del espacio público que el ciudadno perdía para, finalmente, recuperar una playa, la de Oza, que no compensa en absoluto lo perdido por acción u omisión. Hasta el faro de Oza ha pasado a ser parte del patrimonio de esa Autoridad Portuaria que, en ocasiones, más parece Autoridad que Portuaria.

La transformación de los terrenos ha significado la pérdida de la playa y los varaderos de O Parrote, la pérdida también de la antigua configuración de la plaza del mismo nombre, hoy un erial de cemento con farolas a modo de árboles metálicos; las normas derivadas de Shengen  impiden el usufructo del espacio portuario al ocio ciudadano; Baterías y Calvo Sotelo, vedados en la actualidad al paseo del residente ajeno al puerto, es muy probable que sirva como excusa para nuevos "palexcos" y viviendas en altura. Y A Coruña verá crecer en San Diego un bosque de cemento que, muy probablemente, justificará el uso de nuevos conceptos de burbuja ladrillera que, en lugar de abrir la ciudad al mar, cerrarán este a los ojos de los ciudadanos con la excepción de aquellos que puedan comprar los pisos con magníficas vistas al oriente.

Lo que se diseña o parece diseñarse, es muy probable que ayude al coruñés –de nacimiento o de residencia– a olvidar que vive en una ciudad marítima, con historia que habla a las claras de mar, mercancías y pesca. Una ciudad que ha tenido –todavía conserva algo, poco– identidad y memoria marinera. 

Y todo, absolutamente todo, para hacer frente a unas deudas que el pueblo no ha provocado y con las que la tan mencionada Autoridad Portuaria paga la construcción en el vecino municipio de Arteixo de un puerto cuyo mayor mérito, hasta el momento, ha sido lograr excelentes percebes en los bloques que, como rompeolas, defienden el espigón del puerto de Punta Langosteira. Percebes que, salvo los furtivos, no pueden aprovechar los percebeiros con permex. @mundiario

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