El Fratricida: Caín (XV)

Mujeres. Pixabay
Mujeres. Pixabay
El Fratricida: Caín (XV)

Ahora que me encuentro en el corazón de Centro América debo confesarles que lo único que me da vida a veces son las mujeres, Bécquer lo definió bien al decir ¨mientras exista una mujer hermosa habrá poesía¨, ay señor, divino tesoro es la mujer, y lo más trágico es que las mujeres con las que me  he acostado ya no existen.

Me siento como un cántaro herido, que no logra contener el líquido que se le deposita,  es que siempre tengo sed de ellas, tengo una sed como las almas que esperan con paciencia a la orilla del río Jordán, tengo la sed de Virgilio por conducirlas por el Aqueronte de la pasión, hasta llegar al otro lado en donde mi Beatriz me espera con los brazos abiertos, tengo una sed insaciable por tenerlas, por poseerlas, por amarlas, por hacerlas mías por la eternidad, ¿ no son acaso las mujeres mi costilla perdida?, tengo sed de vivirlas y necesidad de tenerlas junto a mí para poder vencer al animal mitológico que todos llevamos dentro, ¿qué de malo tiene todo eso?,  la mujer es la muerte y la vida, yo, Caín, conozco mejor que nadie esa muerte y esa vida que solo te dan las mujeres, desde que conocí a mi primera mujer en Évila, que fue para mí como un cuadro de estilo puro y cargado de romanticismo como los de Prod’hon.

Abigail era su nombre, y fue para mí como el mito de la doncella Psiquis, que fue amada y raptada por Eros, el alma caída que después de muchas pruebas acaba por unirse para siempre con el amor divino. Y ya no se diga cuando estuve con la  fulana, la zutana y la perensejana que fueron para mí  como las madonas de la  ¨la bella jardinera¨ de Rafael. Pero cuando me convertí en fratricida experimenté lo que es la muerte y la vida miserable; porque desde ese día mí cuerpo, mi alma y mi espíritu murieron, desde entonces yo sangro por las heridas que todos ustedes llevan, soy la noria que no se cansa de divagar por los recónditos lugares en donde la humanidad se destruye y despedaza por mi culpa, por la culpa de la culpa de los padres de tus padres, por las generaciones que van y vienen como el flujo y el reflujo de las épocas perdidas, es que desde ese día todos ustedes quedaron marcados con la sangre de Abel, lo mío fue una muerte espiritual que tuvo repercusiones universales , mi crimen es el inconsciente colectivo y prototipo de la historia de la humanidad a como bien  lo definió mi buen amigo Qohelet .  

Y yo me atreví a tocar a Dios con las manos sucias, me atreví a poner fuego raro en el sanctus sanctorum,  ¿vos sabes no jodás  lo que es eso?, eso no es cualquier cosa, Prometeo es la mejor prueba de lo que te digo. Represento  el Espíritu que lleva el sello de la sangre de la humanidad, soy el símbolo del escarnio y el oprobio de mi sangre, de la sangre de todos los que creen en mí, y de los que no creen en mí, por eso vago por el mundo llevando esta afrenta en mis entrañas, porque si bien es cierto yo maté a mi hermano a sangre fría con premeditación y alevosía, en realidad solo  lo hice porque no me fue posible matar a Dios, necio que soy, me parezco tanto a todos ustedes que no necesito explicar más este punto. A veces quisiera perecer, morir de una vez, física y espiritualmente para darle paso  a la nueva Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén esposa del cordero, que a diario experimentas la muerte, que a diario derramas la sangre de hermanos, vendrá un día cuando descenderás espiritualmente del cielo de junto a Dios y tu luz será semejante a una piedra preciosa, transparente, diáfana, porque tu templo desparecerá, porque será Dios y el Cordero tu templo, tu sol y tu luna.  Yo, Caín, necesito desaparecer, morir de una vez física y espiritualmente y cuando eso suceda la sangre de Abel dejará de fluir en el mundo entero.

Es que yo soy como los vivos muertos que murieron y permanecen muertos en vida por toda la maldita o bendita eternidad.  No sé porque ahora me estoy acordando del Árbol de la Ciencia del bien y el mal, es que en realidad a Lillith y Satán lo que más les debió importar era el Árbol de la Vida , porque con este árbol si hubiéramos sido Elohim y no como dioses conociendo el bien y el mal, el árbol más importante era el Árbol de la Vida, porque así toda esta puta vida no existiría y mi jodida historia sería otra, como bien podrán comprender, y a decir verdad a mí me gusta que me comprendan, y digo ¿a quién no? Es bonito que te comprendan y a la vez sentirte comprendido ¿no es cierto?, bueno, les decía que como bien podrán comprender a estas alturas de mi relato, llevar una vida de errante por todos los tiempos no es fácil, es un martirio o un burdel que no se lo deseo ni a mi mayor o peor enemigo, que a decir verdad se me han multiplicado como las estrellas del cielo desde que maté a mi santo hermano Abel.  

Todavía resuenan en mi mente y corazón las sabias palabras del Señor ¨multiplicaré la sangre de tu hermano tanto como las estrellas del cielo¨´, y así fue, y así es, y así será, por las historias  pasadas y venideras y por siempre, digo yo ahora al volver la vista atrás, que crueldad más grande la que se me hizo al convertirme en fratricida ¿no les parece?, yo Caín, que lo único que hice fue matar a mi propia sangre, tener que cargar con tanta sangre fría, caliente y tibia y sin hipotermia, eso es espantoso, tenebroso y perturbador para  cualquiera. Antes de aquel  aciago día, una de las cosas que más tengo grabadas en la memoria es el rio que salía del Edén y que se dividía en cuatro brazos, el Pisón que corría rodeando toda la tierra de Evilá, donde las calles eran de oro puro, y oro del bueno, macizo, además de los aromas y piedras preciosas que abundaban en todo el lugar, y ya no se diga de las bellas y preciosas mujeres que también abundaban ahí. En Evila me enamoré de una evilita, ella era la mujer más bella y hermosa que mis ojos miraron por primera vez al cruzar el río Pisón, era encantadora y sumamente inteligente y cada vez que la recuerdo mis ojos se inundan de su recuerdo, la ame, la ame tanto que concretarlo no puedo, y no es que sea abstracta la forma en que la amé, sino que definirlo con palabras, las palabras me hacen falta todavía, mi amor por  Evilá era inefable. Evilá era su nombre,  tuvimos dos hijos Caín y Evilá, y una noche de invierno cuando yo me encontraba en viaje de negocios, llegaron los barbaros, los malditos gigantes y destruyeron toda aquella ciudad,  se llevaron todo el oro, las plantas aromáticas y las piedras preciosas, eso incluye a sus mujeres, violaron y mataron a todos sus hombres, y entre aquella mortandad a mis dos únicos hijos, y a Evilá mi esposa se la llevaron como botín de guerra.

Yo la busqué por tierra y mar, hasta que un día me di por vencido, parecía como si la tierra o el mar se la hubieran tragado viva. Todavía la recuerdo como si la miré ayer, es que el amor es más fuerte que la muerte, o la muerte es tan fuerte como el odio que siento por aquella maldita descendencia de Saúl, el amor que yo sentí por ella era tan melifluamente fuerte como dios, y Dios es amor, y el tiempo y el amor por Evilá se terminó para mí en la región de Pisón. Pasó mucho tiempo después para poder  recuperarme de este duro golpe que me había propinado la vida, yo era  todavía un joven y fui fácil presa de la depresión y la angustia, caí en un  largo y profundo  letargo , en una tristeza enorme como el amor que sentía por mi mujer y mis hijos, hasta que un día navegando por el río Guijón que rodeaba la tierra de Cus, conocí a una cussita que me ayudó a olvidar o soliviantó más bien mi gran pena, se llamaba Abigail,  era preciosa como un ángel y más hermosa que Evilá,  ella fue precisamente la que me ayudó a volver a comenzar de nuevo, como quien dice un clavo sacó otro clavo, era exquisita, como un manjar de los dioses de Mesopotamia, la deseaba siempre, siempre la llama de Eros se mantenía encendida cuando estaba con ella, Abigail conocía el arte de matar sin tocarte, como ninguna otra mujer de esa época, la verdad que solo era comparable sexualmente con Lilith, la amaba tanto como a mis propios huesos, o como a mi propia piel, ¡se imaginan!, ella me desangraba todo, es que era telúrica, carnal, apetitosa y primaveral. Estuve tan pegado a ella como el cielo a la tierra, o como el falo a la flor. A decir verdad después de ella solo a Lilith he deseado tanto como a la muerte; porque a la del Tigris es verdad la amaba , la deseaba, pero no con la lujuria y el frenesí con que deseaba  a Abigail, mas sin embargo fue la del Tigris la que me ayudó a despejarme de Abigail, con ella experimenté una muerte lenta pero segura, porque a la del rio Tarsis, yo la respetaba, por ser muy temerosa de Dios, y por ser una mujer sincera , valiente y muy instruida en el Espíritu, ella me aconsejó y me dijo que mi relación con Abigail era abominable ante los ojos del Señor y que si yo quería agradarla tenía que renunciar a los deseos de la carne. Ella me enseñó a morir con ecuanimidad, pero yo solo renuncié a Abigail el día que ella murió ahogada misteriosamente en el delta del rio Tigris ,  en sueños más de mil veces la he vuelto a amar.

Tarsis me consoló y me ayudó a sanar mi pena por Abigail, por la hermosa doncella que me hizo feliz por muchos años hasta el día de hoy, luego me convertí, en un falaz y pretensioso marinero de rio, y como buen  marinero tenia amores en cada puerto, tenía muchas mujeres en cada río y cuando Tarsis tomó la decisión de abandonarme no me importó, porque lo que más me importaba era la juerga con los amigos , la francachela, el vino y las mujeres, todos me conocían como un gran amante, tomé mucha fama entre las mujeres de estos tres ríos hasta que un caluroso día, luego de ganar un pleito a golpes con un grandulón que le di duro por hacerme recordar al maldito gigante que tomó a mi único y verdadero amor en Evilá, ese mismo día una mujer gritó a todo pulmón ¨viva el valiente Caín el mejor mujeriego de los tres ríos¨, desde entonces todos me apodaron ¨Caín el valiente mujeriego de los tres ríos¨ . @mundiario

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