Carta a los dirigentes de Podemos: ¿Por qué nos habéis abandonado?

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Pablo Iglesias posando con esmoquin para Vanity Fair. / El País

¿Por qué nos habéis dejado solos? ¿Por qué? He sentido miedo por mis hijos, por mi familia. Porque, cuando tenían que demostrar responsabilidad de Estado, abandonaron a la verdadera izquierda.

Carta a los dirigentes de Podemos: ¿Por qué nos habéis abandonado?

¿Por qué nos habéis dejado solos? ¿Por qué? He sentido miedo por mis hijos. Por mí, no. Porque yo soy un hombre insignificante. Porque esta carta no será leída por nadie, pero necesitaba escribirla.

Ya no voy a votar a Podemos.

Porque, cuando tenían que demostrar responsabilidad de Estado, abandonaron a la izquierda, a los trabajadores, a los que no creemos en las fronteras, a los que pensamos que un país, un verdadero país, se construye desde la igualdad social y laboral de hombres y mujeres.

Sin embargo, ustedes han preferido defender la diferencia étnica y lingüística antes que los valores fundacionales del socialismo, donde las políticas nacionalistas no tienen cabida. Lo saben y sabían perfectamente que esas políticas significan la supremacía moral y racial de un grupo sobre otro.

Qué error. Pero, ¿quién soy yo para escribir algo así? No soy nadie. Pero no volveré a votarlos. Ni muchos como yo, los que representamos a una izquierda silenciosa, trabajadora, reivindicativa, comprometida con la cultura y la libertad de expresión.

Sentí un poco de alivio cuando PP, PSOE y Ciudadanos pactaron una estrategia conjunta para frenar la DUI; una estrategia que seguramente no solventará el problema.

Pero, ¿dónde estaban ustedes cuando un Parlament impuso una normativa sin cobertura legal ni siquiera a nivel internacional? ¿Dónde estaban ustedes y dónde están ahora cuando se ha puesto en peligro la integridad territorial de un país por el que mis abuelos, analfabetos, obreros y emigrantes, lucharon, pese a la bestia franquista? ¿Dónde?

¿Por qué nos han dejado solos? ¿Tan insignificantes son mis hijos, mi mujer, mi madre viuda, mis alumnos de la Pública? Reconozco que yo lo soy. A veces, el patetismo es necesario para suplicar y reivindicar en un momento como este en el que las emociones ciegan. Pido que se tranquilicen, porque no soy nadie importante para pedir explicaciones y para que me hagan caso.

Pero iré a votar.

Cuando ustedes podrían haber demostrado que tenían sentido de Estado, no estuvieron al lado de mis hijos y de su futuro. Porque interpretaron el problema en Cataluña en clave partidista y en clave mediática.

Sin embargo, lo peor, lo que me duele, es que prefirieron estar al lado de los que defienden la supremacía étnica antes que con aquellas gentes que heredamos de nuestros abuelos el compromiso por abolir la desigualdad y por luchar en favor de los derechos de los trabajadores.

Han mirado de perfil unas veces y otras han comulgado con la falsa izquierda catalana, aliada a su vez con la derecha más conservadora y corrupta de Convergencia.

No es solo decepcionante, sino que es el fracaso de un movimiento, el fracaso de un intento de regenerar las instituciones democráticas. Muchas de sus plataformas lo están logrando con grandes dificultades en muchos ayuntamientos y diputaciones.

A esos, también los han abandonado. Les ha podido la fragilidad. En latín, "fragilidad" no era sinónimo de "debilidad"; significaba "aquello que se rompe con facilidad".

Y eso ha sucedido. Han roto lo que muchos esperábamos con ilusión, también con inquietud y preocupación. Esperábamos una respuesta de Estado, donde los derechos sociales y su universalidad deben prevalecer ante la soflama racista y étnica de los que apuestan por diferenciarse desde su genética cultural; una diferencia cultural justificada, no desde la convivencia o el mestizaje, sino desde su singularidad biológica.

Y ya saben adónde conduce algo así.

¿Dónde estaban ustedes cuando familias como la mía les necesitaban? ¿Dónde está su sentido de la izquierda internacional? ¿Por qué lo han hecho? Tenían una oportunidad única para demostrar que se podía confiar en ustedes.

Y, una vez solventada la crisis, tendrían argumentos más que sólidos para denunciar la ineptitud del PP a lo largo de estos años hacia el problema catalán. Habrían tenido argumentos de sobra para defender incluso la idea de un referéndum pactado o esa inescrutable idea del Estado plurinacional.

Pero no lo han hecho. Nos han dejado solos. No han estado al lado de gente insignificante como yo. O como mis hijos. No han sido izquierda.

Ya no hay tiempo.

Los argumentos filosóficos y políticos juegan en su contra. Podrán revestirlo de la retórica que quieran para contradecir a este hombre insignificante. Saben hacerlo bien, muy bien. De hecho, hasta hubo un momento en que yo les creí.

Pero a veces hasta alguien como yo sabe reconocer a un sofista y a un fariseo. No soy nadie. No he posado para el Vanity Fair como ustedes, ni vendo libros en el FNAC, ni he salido en El Hormiguero. Tampoco tengo demasiados seguidores en Twitter.

Pero, ¿quién soy yo, en realidad, para escribir una carta como esta? Soy un hombre insignificante que, como otros muchos, ya no volverá a votar a Podemos.

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