¿Para qué le sirve a España la OTAN?

Pedro Sánchez con tropas españolas de la OTAN en Lituania. / Twitter.com @sanchezcastejon
Pedro Sánchez con tropas españolas de la OTAN en Lituania. / Twitter.com @sanchezcastejon
En unos días veremos en Madrid la cumbre de una Alianza envalentonada por una guerra torpe, que vuelve a poner a Europa bajo el ala de EE.UU., que inventó el imperialismo guerreando contra España en Cuba y Filipinas.
¿Para qué le sirve a España la OTAN?

En Madrid se va a celebrar la cumbre de la OTAN cuando se cumplen 40 años de nuestra entrada oficial en la Alianza Atlántica. Una decisión que se tomó durante la efímera presidencia de Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, y que se consuma cuatro meses antes del histórico triunfo electoral del PSOE, cuyo secretario general, Felipe González, en el debate parlamentario había exigido que esa decisión se tomara a través de una consulta popular.

Con motivo del reciente libro de memorias de Otero Novas, que fuera ministro de la Presidencia con Adolfo Suárez, el autor ha sugerido nada menos que hubo un ultimátum indirecto de los Estados Unidos a España para que pidiera la entrada en la OTAN. Según nos dice, la interpretación que hicieron en el ámbito más cercano a Adolfo Suárez fue que Estados Unidos amenazaba con apoyar al MPAIAC, un movimiento independentista canario, en su lucha por la independencia del archipiélago.

Un prudente Suárez, sin plegarse a las exigencias, hace que su ministro de Asuntos Exteriores, Mayor Oreja, haga un comunicado en el Senado, abriendo la posibilidad de estudiar la entrada. E interpreta que el acuse de recibo del mensaje fue un atentado contra Cubillo, líder del MPIAC en Argelia, y el cierre por el gobierno argelino de la emisora que desde allí alentaba la independencia.

Felipe González, cuyo partido en 1981 había votado -con el conjunto de la izquierda- en contra de la entrada, pero consecuente con su posición en el debate parlamentario, convoca un referéndum (celebrado el 12 de marzo de 1986) sobre la permanencia en la OTAN. Gana el sí, defendido por el Gobierno socialista, con un 56,98%, con una participación de casi el 60%.

España había firmado el Tratado de adhesión a la Comunidad Europea en junio de 1985 (haciéndose efectivo el ingreso en 1986). El argumento que defiende en el referéndum el Gobierno socialista es que la permanencia en la OTAN viene a reforzar la pertenencia europea, poniéndose en igualdad de derechos con los entonces países miembros de la Comunidad Europea.

En estos 40 años -y según un informe de la Agencia EFE- España ha participado en 22 misiones de la OTAN, con el despliegue, a lo largo de ese período de 125.000 efectivos, habiendo tenido 119 fallecidos. Y en la actualidad tenemos desplegados 1.380 efectivos en estas misiones. Durante casi cuatro años (la décima parte de su pertenencia) un español -Javier Solana- ha ostentado la secretaría general de la Alianza.

España no es un miembro de primer nivel en la Alianza Atlántica, pero sí es un miembro de pleno derecho. Y, consecuentemente, es legítimo lanzar la pregunta de qué ha recibido nuestro país de la OTAN. La respuesta es: nada. En primer lugar, porque no hemos tenido conflictos internacionales destacables. Pero también hay que decir que cuando se han producido algunos conatos de conflicto -más o menos abiertos o taimados-, como ha sido en varios momentos en el caso de Marruecos, la OTAN ha mirado para otro lado, y su líder (los Estados Unidos) ha ejercido una mediación en la que España no sólo no tenía ningún apoyo explícito, sino que quedaba equiparado a un aliado externo de los Estados Unidos, como ocurrió en la crisis de Perejil.

Y anteriormente, cuando se produjeron las presiones nacionalistas marroquíes sobre Ceuta y Melilla (años 86 y 87) se descubrió que en Nador, al otro lado de la frontera de Melilla, había una pequeña célula de estadounidenses (los nacionalistas marroquíes llegaron a confesarnos que de la CIA), que asesoraban en algunas de las tácticas a los dirigentes de aquellos movimientos.

Y eso sin hablar del Sahara, y de las directrices bajo cuerda, que en muchos puntos contravienen las resoluciones de la ONU, y en otros sostienen las posiciones de Marruecos sin las pertinentes contrapartidas equilibradas para España.

La OTAN nació como un elemento fundamental de la Guerra Fría, y cuando se disolvió el Pacto de Varsovia, en puridad, esa Alianza comenzó a perder sentido. Porque era el momento de disolver la estrategia de desenvolver la política internacional a partir de la confrontación por bloques, y de pasar a unas relaciones multilaterales, en las que la Unión Europea, por ejemplo, tendría que haber jugado el papel para el que está creada: ser una potencia mundial, con intereses propios y autónomos, y con capacidad de relacionarse con otras potencias, consolidadas y emergentes (léase entre éstas, por ejemplo, China o La India), sin tener que seguir el dictado de ningún Míster Marshall, que tuvo su momento hace más de medio siglo.

Es más, de esas 22 misiones de estos últimos 40 años, algunas ni debían haberse tenido que desarrollar, y otras, tal vez hubiera sido más fructífero que se hubieran desarrollado bajo los auspicios de la ONU, y con la participación de muchos otros países, que le hubieran dado una mayor legitimidad y un sentido de mayor cooperación internacional.

Hemos tenido la mala fortuna, sin embargo, de que en Rusia no hubieran podido cuajar -en buena medida por la indiferencia y hasta por los obstáculos de Occidente- las estrategias de entendimiento proclamadas por Gorbachov  en su momento, y que (a través del lamentable reinado de Yeltsin, jaleado por Occidente) se terminara llegando a la hegemonía nacionalista e imperialista de Putin, que ha venido, de la manera más absurda, a resucitar a una OTAN que si no estaba agonizante, no tenía argumentos suficientes para justificar su permanencia.

Así, dentro de unos días, veremos asombrados cómo se celebra en nuestro país la cumbre de una Alianza envalentonada por una guerra absurda y torpe, que vuelve a poner a Europa bajo las alas de un país -Estados Unidos- que, por cierto, inventó aquello del imperialismo, guerreando precisamente contra España en Cuba y en Filipinas.

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