Venezuela: ¿es factible el nuevo plan de Guaidó para derrocar al régimen y salir de la crisis?

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El simbólico presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, reconocido por 55 países occidentales / RR SS.
La oposición se dirige a un punto de quiebre que podría prolongar la crisis interna o generar un estado de presión social que aumente la ingobernabilidad en un país donde impera el caos económico justo en medio de una pandemia. 
Venezuela: ¿es factible el nuevo plan de Guaidó para derrocar al régimen y salir de la crisis?

El tiempo en Venezuela parece haberse congelado en medio del letargo y la prolongación indefinida de una crisis que pasó de convertirse en un conflicto político a un clamor por la supervivencia misma de toda una población. Y es que el desgaste social producido por las extremas condiciones de vida que desde 2014 impuso el sistema de control del chavismo en la economía, desencadenó un profundo debilitamiento de las bases de la sociedad venezolana, pues al no haber recursos monetarios reales por la hiperinflación y al crearse una compleja situación de austeridad en la vida cotidiana, el país se ha diezmado en una espiral de pobreza, crisis humanitaria y subordinación a un régimen político que se ha instalado en el poder como su perenne ecosistema al margen de cualquier mecanismo jurídico de la Constitución que le ponga freno a la ambición de una clase política.

Es por ello que el destino del país con el sistema de vida más hostil en América y uno de los más precarios del mundo, está estrechamente ligado a los tiempos de la política, que son los que han provocado la percepción social de que el tiempo en la vida diaria del país ha sido absorbido por la infinitud de la crisis, que ya suma seis años de una aguda recesión; una de las tres más graves en agitada la historia latinoamericana.


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Juan Guaidó, el líder de la oposición que surgió como un agente de cambio formado en la generación del histórico movimiento estudiantil venezolano, que desde 2007 sacudió las calles y los centros académicos del país en rechazo al autoritarismo del gobierno de Hugo Chávez hacia las universidades, ha gastado todas las estrategias de presión diplomática y económica posibles para provocar una fractura en la línea de mandos que compone la columna vertebral del régimen de Maduro, pero hasta ahora no ha logrado neutralizar lo que realmente sostiene al chavismo en en Caracas: la cúpula militar.

La nueva hoja de ruta en la compleja Venezuela de 2020

El simbólico presidente interino de Venezuela, reconocido por 55 países democráticos occidentales, propuso recientemente lo que denominó como una nueva “hoja de ruta” para , según dijo, “enfrentar al fraude del régimen de Maduro y salvar a Venezuela”. Guaidó ha alertado de que el chavismo busca diseñar y ejecutar otra elección amañada para hacerse con el último poder del Estado que busca, cuyo control ya había asumido desde el 5 de enero de 2020 por la vía de la fuerza y la coacción al desalojar con la Guardia Nacional a los diputados opositores del Palacio Federal Legislativo, la sede del Parlamento (Asamblea Nacional) en Caracas.

El régimen comunista de Nicolás Maduro, presidente (de facto) de Venezuela, planea cerrar el ciclo totalitario de su dominio definitivo sobre el país al controlar con unanimidad el Poder Legislativo, pues la oposición radical -aliada de Guaidó- anunció que no participará en las elecciones parlamentarias convocadas para el próximo 6 de diciembre alegando una presunta intención de fraude inducido por el Gobierno.

Esa tesis ha sido comprobada con hechos verificados por la realidad misma y por la empresa contratista estadounidense que solía prestarle servicios de conteo de votos e infraestructura tecnológica a Venezuela para sus procesos electorales de los últimos 15 años; Smartmatic, que denunció una movida del chavismo para inflar y manipular las cifras finales de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente en 2017, el Parlamento paralelo que el régimen creó para dictar decretos-leyes sin la aprobación de la Asamblea Nacional real y con el aval casi automático del Tribunal Supremo de Justicia, un bufete de jueces controlado por el buró político y financiero del Gobierno de Maduro para darle un blindaje jurídico -o pseudojurídico- en el poder a largo plazo. 

Asimismo, al estar el Consejo Nacional Electoral (CNE) igualmente controlado por rectores afines política y/o financieramente al chavismo, las distorsiones del sistema electoral, marcadas por cambios repentinos en los centros de votación, migraciones de colegios electorales a lugares muy remotos para muchos venezolanos, distribución desproporcionada de las máquinas de votación, omisión de actas de votación, conteo parcializado de votos e inhabilitación de los partidos y líderes opositores en sus candidaturas, hacen que el ajedrez de las elecciones en Venezuela sea un tablero con todas las piezas del lado del chavismo y solo unos pocos peones del lado de la oposición.

¿Qué propone Guaidó para salir del régimen de Maduro?

Entonces, ¿qué propone el simbólico “presidente interino” Juan Guaidó para derrocar al régimen de Maduro y salir de la crisis política para buscar una salida al desgaste económico, tomando en cuenta que aún posee el respaldo diplomático y financiero del Gobierno de Estados Unidos, encabezado por el presidente Donald Trump?

El líder opositor plantea “una agenda de lucha y movilización basada en discutir y acordar un camino común en los próximos 10 días” mediante un plan que pone sobre la mesa lo siguiente; “en primer lugar, denunciar, rechazar y desconocer el fraude parlamentario (de las elecciones del 6 de diciembre); en segundo lugar, convocar al país a expresar su verdadera voluntad a través de un mecanismo nacional e internacional de participación masiva ciudadana; en tercer lugar, activar una agenda de acción y movilización nacional e internacional para lograr la actuación necesaria de la Fuerza Armada, de la comunidad internacional y de cada uno de los aliados del Gobierno interino”, según explicó Guaidó en un video pregrabado y transmitido vía redes sociales por el Centro de Comunicación Nacional, su oficina de prensa. 

El líder opositor -que en febrero se reunió en la Casa Blanca (Washington DC) con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para discutir estrategias contra el régimen de Maduro, aún no conocidas- llamó a ejecutar este plan con la “unidad y estrategia monolítica de las fuerzas democráticas”. Aseguró que con esa hoja de ruta convoca a “los principales líderes y organizaciones políticas y sociales de Venezuela con el objetivo de construir un ‘Pacto Unitario’, sobre el cual afirmó que permitirá “mantener la movilización de la población y aumentar el apoyo y las acciones de la comunidad internacional” para presionar aun más al Gobierno chavista. 

Sin embargo, el punto clave de ese último mensaje de Guaidó se sitúa justo en la mitad del video, de tres minutos: “Así conseguiremos la actuación constitucional de la Fuerza Armada”, dijo.

¿Cómo podría funcionar su estrategia?

Claramente, el líder opositor tiene la intención de producir una ruptura en el centro de la cadena de mando de la jerarquía militar nacional, que se compone de los altos oficiales del Ejército entre almirantes y comandantes jefes que controlan al resto de los rangos de sus cuerpos (Armada, Aviación y Guardia Nacional) con las directrices de ocho altos generales representantes de esas instituciones y con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, a la cabeza. Esa cúpula de ocho militares de absoluta jerarquía junto a la mentalidad estratégica de Padrino, le brindan a Maduro un sistema de control político y administrativo enorme mediante las rentas que sostienen esa compleja red de intereses, lo cual le mantiene seguro y firme en el mando de la República desde el Palacio de Miraflores -la sede del Gobierno- en la capital, Caracas.

No obstante, en vista de la renuencia dentro del sector militar a que se genere un viraje en el apoyo de la Fuerza Armada para que esta se pliegue al precepto de la Constitución que plantea un cambio político democrático para resolver cualquier tipo de crisis interna, en este caso económica-social, a Guaidó le queda la opción de inducir esa ruptura mediante la obstrucción financiera de los flujos de capitales que la administración de Maduro capta para retroalimentar todo el sistema de apoyos que lo rodea, pues con las ingentes entradas de euros en efectivo mediante la venta de oro a Rusia y Turquía, el régimen chavista tiene en ese recurso un soporte vital para financiar los monopolios armados, políticos y empresariales que mantienen vivo su Gobierno.

Para ese escenario, se requiere la presión de Estados Unidos a fin de que el Gobierno de Donald Trump active mecanismos de bloqueo sobre las exportaciones de oro de Venezuela y sus importaciones de capitales, armas y gasolina desde Rusia e Irán, dos potencias bélicas comunistas que le dan soporte al soporte vital del régimen de Maduro; el oro del Banco Central. 

Entonces, lo que Guaidó propone sólo es factible y viable si cuenta con un respaldo renovado en la Administración de Donald Trump, que hoy se encuentra muy ocupada en resolver la grave recesión de la economía estadounidense, controlar la pandemia de coronavirus y lograr la reelección para un segundo período de cuatro años en los comicios presidenciales del 3 de noviembre contra el candidato demócrata Joe Biden.

¿Qué rol cumplen los venezolanos en este plan?

Pero, ¿qué hay de las propuestas del líder opositor sobre crear un mecanismo de participación masiva ciudadana, así como una agenda de movilización nacional e internacional? El primero se basaría, posiblemente, en realizar un referéndum para rechazar lo que podría ser considerado por la población venezolana como un fraude destinado a eternizar al chavismo en el poder bajo la forma de una dinastía comunista que gobierne Venezuela sin límite de tiempo. 

El segundo podría consistir en una estrategia de presión social basada en protestas civiles organizadas en puntos estratégicos donde se concentren las instituciones del Estado, así como una estrategia complementaria de Guaidó para organizar el lobby internacional de sus representantes-asesores en Estados Unidos, es decir, para que impulsen una agenda de presión ante las embajadas venezolanas en los 55 países que reconocen a Guaidó como presidente interino y así llamar al Gobierno de Maduro a negociar el poder o equilibrar la balanza en la nueva Asamblea Nacional para que el país no se convierta en un sistema socialista totalitario similar a los de Nicaragua, Cuba, Rusia y China.

El 6 de diciembre se acerca y promete ser un punto de inflexión en la compleja crisis multidimensional de Venezuela, que combina el desgaste social-económico con una pandemia y con las ambiciones de una élite política autoritaria que busca mantenerse en el poder sin solucionar el fenómeno de la inflación, el hambre y la pobreza, que ha menguado a los venezolanos en los últimos seis años. @mundiario

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