Sed en el país del agua

Barrio de Caracas. / Skeeze. / Pixabay
Barrio de Caracas. / Skeeze. / Pixabay
Sin agua, no hay petróleo, sin energía, no hay distribución del agua. En el caso de Venezuela, sufrimos una falta de agua no debido a una falta real (aunque el agua no contaminada escasea cada vez más), sino por la ruina del modelo energético en su conjunto.

Hay cifras que dan un sabor amargo: las de los recursos de agua dulce disponibles en nuestro planeta dan un sabor salado. Más del 70% del planeta está cubierto de agua, pero más del 97% es salado. Lo que queda no es directamente accesible para el consumo porque es necesario deducir hielo y nieve. Una vez que esto se deduce, queda el 0.7% del agua dulce, y la mitad está compuesta de agua subterránea: finalmente, debido a estas limitaciones, solo podemos usar el 0.028% de la hidrosfera (esto incluye las corrientes de agua, embalses naturales, lagos, ríos, etc).

El recurso es limitado y está mal distribuido. La lotería quiso que ciertos países no tuvieran nada, ni lagos ni ríos. Arabia Saudita se encuentra en este escenario. Venezuela, por otro lado, brilla por sus ríos porque tiene más de mil de los cuales 124 se consideran grandes. Sin embargo, a pesar de esto, el agua es muy escasa en la sociedad venezolana.

Apagón, 2019

Durante el apagón en marzo de 2019, el problema se volvió crítico. Todo el país se vio afectado. Más allá de la terrible experiencia que fue para los hospitales y la población, las repercusiones se han dado a conocer en el suministro de agua en el país. Estas 140 horas sin electricidad empeoraron la escasez de agua, lo que tuvo un impacto muy negativo en la higiene y la calidad de vida.


Venezuela en la oscuridad. Apagón 2019. / Cedida / Mundiario
Venezuela en la oscuridad. Apagón 2019. / Cedida / Mundiario

Vivir sin electricidad y vivir sin agua en Caracas, la escasez era tan grande que muchas personas no tenían otra opción que sacarla directamente en el río contaminado Guaire. En el distrito popular de Carapita, algunas familias fueron por un arroyo cercano. Para los más frágiles, el consumo de esta agua ha causado fiebres, vómitos, diarrea. Podríamos haberlo anticipado, por el olor o el color del agua, a veces no se sabía, se ignoraban los posibles efectos secundarios. Saber o no, al final, no hace mucha diferencia: en la vida real te arreglas como puedes.

Se trata de luchar contra la sed y seguir viviendo, a pesar de todo. La falta de agua (y energía) fue un choque brutal a corto plazo mientras la contaminación atacó silenciosamente a mediano y largo plazo, arruinando el cuerpo y exponiéndolo a todo tipo de enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud, la tasa de mortalidad infantil en Venezuela debido a la diarrea, que está extremadamente vinculada a la calidad del agua, es 6 veces mayor que hace 15 años. El apagón de 2019 nos recordó a todos la fragilidad del sistema, y ​​especialmente la estrecha relación entre el acceso al agua y la electricidad. Las faltas de uno hacen las fallas del otro.

Electricidad y agua, en el mismo barco

Hoy la situación sigue pero de forma más irregular en el tiempo. La gente comenzó a acostumbrarse. Las fallas en el sistema eléctrico afectan la distribución del agua. No hay agua un día, no hay electricidad al siguiente: y a menudo, ambos juntos.

¿Cuántos baños no cruzamos en la ciudad (Caracas, Maracaibo, Mérida, etc) con un letrero: "fuera de uso por falta de agua"? Este problema forma parte de la normalidad venezolana. Ya no nos asombramos.

En Caracas, las fuentes de agua potable están muy lejos y son más bajas que la ciudad, así que se necesitan motores para garantizar la distribución. Esta lógica a nivel de la ciudad se reproduce a escala de la casa. Si no se puede enviar agua a la red urbana debido a la falta de electricidad, los residentes no pueden tampoco usar sus bombas para almacenar el agua en el techo y aprovecharla mejor. Otra vez, para aprovechar el agua, se necesita electricidad. Y para la corriente, se necesita agua...

Sistema hidroeléctrico

La mayor parte de la electricidad producida en Venezuela es hidroeléctrica. Las presas principales son Guri (cuarta presa más grande del mundo),   Macagua y Caruachi. Debido a varios factores, entre los cuales, la falta de mantenimiento de las instalaciones, la gestión estatal ineficaz, la pérdida de  trabajadores (y habilidades) debido a la emigración, o por la reducción de los niveles de agua, el sistema funciona muy mal... lo que genera inestabilidad permanente. Como el Ministerio de Energía Eléctrica no presenta el informe anual desde 2016, tener información sobre el tema no es una tarea fácil. Los profesionales del sector mantienen las estadísticas, y gracias al testimonio de los  trabajadores de la empresa eléctrica (Corpoelec) conocemos un poco los antecedentes.

Si la situación ambiental tiene un impacto directo en Venezuela (sequía en 2010, 2016), eso no puede hacer olvidar otras causas, directamente vinculadas al Estado. Las prácticas caníbales de desmantelar el equipo de una instalación que funciona para reparar a otras, o incluso, la gestión autoritaria de Corpoelec (y la indiferencia hacia las reivindicaciones obreras) jugaron un papel negativo en la producción de corriente. Esta producción no es ni suficiente ni continuo.

La inestabilidad eléctrica continúa su descenso en el contexto del cambio climático, del desperdicio de energía y del despilfarro en el uso del agua.

Agua y energía

La falta de electricidad ha creado una mayor dependencia de los combustibles fósiles. Desde poco, muchas tiendas, restaurantes o algunos particulares tienen un generador eléctrico. Operando con gasolina, estas máquinas se hacen cargo de la electricidad defectuosa. Cuando la corriente se detiene, se escucha como los motores empiezan a rugir. Llegando a los límites del planeta, y por razones técnicas vinculadas al Estado y al embargo de los Estados Unidos, el petróleo refinado está en escasez en el país de tal forma que los generadores no resuelven mucho. Esta escasez de gasolina (que se traduce en varios días de colas para transportistas y automovilistas) afecta negativamente la situación eléctrica nacional. Aunque entre el 85 y el 90% de la energía en Venezuela es hidroeléctrica, una parte depende directamente de los combustibles fósiles. Debido a la escasez, por mantenimiento o reparación, más de la mitad de las unidades termoeléctricas no funcionan. Una vez más, los problemas de energía en su conjunto (fallas de las instalaciones hidroeléctricas, termoeléctricas, eólicas o solares) dañan todo el sistema social impidiendo que millones de personas disfruten de reservas abundantes y vitales.

Tener agua es una cosa, distribuirla es otra

La geología quiso que las principales reservas de agua (85%) se encontraran en las cuencas del río Orinoco, en el sur del país (Estado Bolívar), mientras que la población se encuentra en el norte y en las zonas costeras (estas áreas concentran el 70% de la población y de la demanda de agua y energía). Para unir los dos, se necesita energía. La dependencia es recíproca. Si el agua escasea es por la falta de energía: sistema eléctrico defectuoso, escasez de gasolina. De la misma manera, la falta de agua (recurso mal distribuido) puede tener impactos negativos en la producción de energía. Para la hidroelectricidad, obviamente, necesitamos agua... pero no es la única fuente de energía que la requiere. Indirectamente, los combustibles fósiles la necesitan. Estas energías dependen  de millones de litros de agua para que finalmente tengamos la gasolina disponible. Existe una estrecha relación entre el agua y la energía (y no solo la energía hidroeléctrica) tanto para la producción como para el consumo (sobre este tema, vea el informe “Agua en la producción de petróleo. refinamiento ”, Panorama, 2011).

En promedio, la producción de cada barril de petróleo está acompañada, en todo el mundo, por el uso de 3 a 5 barriles de agua. Esta proporción puede alcanzar de 10 a 14 barriles en ciertas áreas. El petróleo monopoliza el agua que transforma en agua de producción, corrosiva, inestable, aceitosa y biológicamente tóxica (metales pesados, radiactividad, productos químicos).

Por lo tanto, podemos decir que la falta de agua perjudica la producción de energía, lo que genera dificultades en términos de producción y distribución de líquido vital. Sin agua, no hay petróleo, sin energía, no hay distribución del agua. En el caso de Venezuela, sufrimos una falta de agua no debido a una falta real (aunque el agua no contaminada escasea cada vez más), sino por la ruina del modelo energético en su conjunto. No hay corriente, no hay distribución de agua en la red. Sin gasolina, no hay transporte por cisterna para quienes lo necesitan. Según el ingeniero Alejandro López-González, especialista en estos temas, casi el 10% de la población obtiene su agua potable a través de camiones cisterna privados.

Si no podemos vivir sin agua (y por lo tanto sin energía), ¿qué hacemos en aldeas remotas? En varias ciudades pequeñas del Estado Falcón o Zulia por ejemplo, las cosas pueden suceder de la siguiente manera: aquellos que tienen gasolina y un camión adecuado, o un 4 * 4 con una reserva van a buscar agua a la fuente. Los otros, esperan que la situación se desbloquee. No todos somos iguales ante estas dificultades, sin embargo, el agua y la energía (electricidad y petróleo), ellas sí están en el mismo barco.

Energía al servicio del crecimiento

¿No es increíble esta historia? A pesar de que las reservas de agua dulce están entre las más abundantes del mundo, debido a la falta de energía (por razones económicas y ecológicas), alrededor de 2.5 millones de personas no tienen acceso a agua corriente en Venezuela. Estos millones de personas están dispersos en más de 4.500 aldeas, que a menudo no tienen conexión eléctrica. El tema no es solo técnico, no podemos entenderlo y resolverlo limitándonos a establecer correlaciones entre el agua y la energía. Existen los límites del planeta, la gestión desastrosa del Estado, por supuesto,   pero     también   hay   cuestiones   de elección política. ¿Energía para qué? ¿El agua para qué?

Viñeta de un hombre llenando su coche tanque de gasolina.

Viñeta de un hombre llenando su coche tanque de gasolina. 

Nunca hubo debate: sólo se trató de dejarse llevar por el conformismo capitalista. En Venezuela como en otros lugares, el patrón dominante es tener una energía al servicio del crecimiento. Nos conformamos con el desarrollo que a su turno construye más conformismo que crea así más desarrollo económico (mientras que las reservas naturales como la imaginación disminuyen). La matanza de estas elecciones va de la mano con la matanza de la biodiversidad.

No es tanto que haya falta de agua, el tema no es únicamente que la energía en Venezuela es inestable e insuficiente, el asunto es que ambos están atrapados por  la  mercancía,  y  al  servicio de la máquina acumuladora (la máquina capitalista).

Como señala el ingeniero Alejandro López-González, "las tres fuentes de agua superficial renovable en Venezuela son: (1) la cuenca del Orinoco, (2) la cordillera de los Andes y (3) la cordillera de Perijá. En cada una de estas áreas hay proyectos depredadores al medio ambiente con fines mineros o energéticos. ”

Se moviliza energía para fabricar energía que debe impulsar, quemándose, el crecimiento de las ganancias de unos pocos. Mientras tanto, el agua se encuentra en un espacio confinado, al servicio de la economía del fuego. Podemos añadir que la elección del fuego, contra el agua, está en los orígenes de la crisis climática (Alain Gras, La elección del fuego. En los orígenes de la crisis climática, 2007).

El resultado aquí en Venezuela es que estas energías (fósiles e hidroeléctricas) que alimentan el desarrollo económico son casi gratis (o lo eran hasta hace poco, por lo menos para la gasolina) mientras que el agua potable, por otro lado, es inasequible. Hasta hace casi nada (inicios de junio) era más fácil llenar el automóvil que pagar el agua potable, el litro de de agua, en bolívares, podía ser entre 18 y 100 mil veces  más caro que el de la gasolina). 

Los proyectos extractivos (como en el Arco del Orinoco para metales, o en la "Sierra de Perijá para el carbón) afectan a las comunidades, el medio ambiente y el suministro de agua. La tierra, como los ríos, se movilizan de manera desproporcionada. El Estado participa con el mundo de negocio en la extracción / destrucción de recursos naturales (a través del desperdicio de energía y agua) para convertir la biodiversidad rentable en valores financieros. Esta atracción por mercantilizar y convertir la naturaleza (perforada y contaminada) en títulos financieros tiene su precio. Este precio es la continua falta de disponibilidad de agua y energía para que otr@s puedan vivir con dignidad. Si hay agua y energía, no la hay suficiente para todos los mundos, el mundo del negocio y la población.

Escasez y contaminación: una realidad que perdura

La falta de agua, asociada con problemas eléctricos, es una realidad que se mantiene. Según la Asociación Venezolana de Ingenieros Eléctricos y Mecánicos (Aviem) hubo 33 fallas de transmisión entre el 1 de enero y el 5 de marzo de 2020. Esto aumentó el racionamiento eléctrico a más de 24 horas. La situación es particularmente crítica en la región suroccidental (Táchira, Mérida, Trujillo, el sur de Maracaibo, parte de Barinas y el Estado Apure). En esta parte del país, el 91% de las plantas hidroeléctricas y termoeléctrica local están fuera de servicio, según la organización Aviem.

El racionamiento de electricidad durante varias horas al día trae consigo nuevos obstáculos (y racionamiento) en la distribución de agua corriente. Si estamos rigurosos con los criterios y que solo se habla del servicio de agua potable, la situación es mucho peor. En algunos lugares se puede tener agua de forma relativamente  continua, pero las posibilidades son grandes para que no sea apta para el consumo. Por ejemplo, un informe del The New York Times de 2019 dijo que en un área de Caracas (Terrazas del Ávila) los estudios mostraron la presencia de bacterias fecales en el agua. Una investigación realizada por la ONG Transparencia Venezuela en 2018 nos da una idea de la cuestión: sólo el 18% de la población venezolana tiene acceso a un servicio de agua potable de calidad. La mayoría usa agua contaminada que, además, no siempre está disponible de forma continua especialmente debido a problemas energéticos.  Esta realidad es violenta. El agua se usa para los combustibles fósiles y se queman para crear mercancías (plata, oro, Petro, carbón, etc.), y no queda nada para garantizar el derecho a la existencia de millones de personas. Lo absurdo de la racionalidad capitalista se reproduce en el país donde, nuevamente, en nombre de la racionalidad individual sacrificamos a los demás, que a veces son nuestros vecinos.

¿Cuántas personas todavía lavan su automóvil (a menudo 4 * 4 por cierto) con agua corriente? En el mismo lugar, como por ejemplo en el sector de la California, en Caracas, podemos encontrar varias casas sin agua durante varios días mientras que personas al lado lavan su vehículo con la manguera de jardín. Esta aberración se repite lo suficiente como para que se mencione aquí. Si hay agua, no la puede haber para cualquier cosa. Haz que hacer elecciones. El agua, actualmente alimenta la cultura consumista del desperdicio y del individualismo; y ese es todo el problema.

Viñeta.


Maxime Motard, Planeta Popular

https://cocreandocambiossostenibles.home.blog/revista-planeta-popular/

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