EE UU reconoce la soberanía de Marruecos en el Sahara a cambio de que se alíe con Israel

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El presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, junto al primer ministro de Israel, Benjamin Nethanyahu (izq.), en la Casa Blanca, Washington DC / CNN.
El presidente Donald Trump ha logrado otro acuerdo histórico para posicionar al Estado judío como la nueva potencia internacional de peso en la región más peligrosa del mundo. Además, con esta movida busca contener el peligro latente de Irán sobre la zona árabe y el resto del planeta.
EE UU reconoce la soberanía de Marruecos en el Sahara a cambio de que se alíe con Israel

La mayor potencia mundial aún sabe cómo mover con precisión sus piezas en el complejo ajedrez de la región más peligrosa, volátil e inestable del planeta; Medio Oriente. La alianza judía-norteamericana sigue demostrando que tanto el origen como el auge actual del Estado hebreo podría ser el futuro de su posicionamiento como la nueva potencia internacional de esa zona pese al estado de guerra y con la posibilidad de convertirse en un actor de peso en la economía global. Washington y Tel Aviv (ahora Jerusalén) siguen reconfigurando el panorama de un mundo árabe que se alinea cada vez más con Occidente por los favores políticos-geoeconómicos que la Casa Blanca les promete.

Y es que el presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado este jueves su decisión de reconocer la soberanía y posesión territorial de Marruecos sobre la región del Sahara Occidental a cambio de que ese país árabe-africano establezca relaciones diplomáticas plenas con Israel, el gran aliado de la potencia norteamericana en Oriente Medio y a quien el Gobierno de Benjamin Nethanyahu le debe el repunte que el Estado judío podría tener como una potencia energética, comercial y geopolítico en el complejo mapa de esa zona, donde todas las potencias del mundo tienen intereses particulares. Israel quiere formar parte de ese club y lo está logrando gracias a que EE UU le está allanando el camino. 


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Marruecos se convierte así en el cuarto país árabe que acepta la normalización de sus relaciones con el Estado judío, después de que en agosto lo hiciera Emiratos Árabes Unidos y le siguieran en septiembre Baréin y en octubre Sudán. Esos hechos históricos tuvieron lugar en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham. 

Esto implica que esas cuatro naciones podrían convertirse también, progresivamente, en aliadas económicas de Israel con el respaldo de EE UU mediante la creación de una zona comercial especial que agilice las exportaciones del país hebreo a sus nuevos aliados árabes; una movida estratégica para Washington a fin de incrementar la presencia de sus mercancías en Oriente Medio y darles mercado a las israelíes, desplazando así la influencia energética y comercial de Irán, Rusia y China.

Trump toma esta histórica decisión antes de entregar el poder el próximo 20 de enero y sin que haya reconocido aún su derrota en las elecciones presidenciales. A solo 41 días de abandonar la Casa Blanca -quiera o no-, el presidente estadounidense apela a esta medida como una forma de levantar una especie de muro de contención sobre las tensiones que había entre Israel y esas naciones por el conflicto con Palestina y las constantes amenazas de la peligrosa potencia nuclear de Irán. Por lo tanto, hacer aliados en esa zona podría blindar a Israel de una eventual arremetida de Teherán, quien tendría que pensarlo dos veces antes de atacar una región que funciona como la burbuja geopolítica de Washington y ahora como el nuevo epicentro diplomático-comercial de las potencias árabes.

Estados Unidos es en este momento el único país occidental que reconoce la soberanía del reino alauí sobre el Sáhara Occidental, un territorio que Marruecos controla y gestiona de hecho en un 80% desde que España abandonara su colonia allí en 1975. Se trata de un cerco que Washington levanta con los grandes actores sunitas del mundo árabe sobre la potencial amenaza del eje chiita, encabezado por Irán. Así que cualquier beneficio energético, comercial e incluso militar que Jerusalén pueda otorgarles a esas naciones junto a Washington, será visto como la nueva era de la unión Occidente-Oriente frente a las ambiciones bélicas y anárquicas de los factores desestabilizadores de la paz regional y mundial, empezando por Teherán.

La acción de Trump supone un cambio drástico de la política de Washington respecto al Sáhara, que se había mantenido hermética durante décadas por las divisiones que gobiernos estadounidenses anteriores fomentaban entre Israel y sus vecinos árabes, pero también implica un claro rechazo a las resoluciones de la ONU, lo que demuestra la unilateralidad de EE UU como potencia global al margen del eje de potencias que buscan un contrapeso equilibrado en la balanza de poder mundial sobre los territorios más estratégicos del planeta. 

El verdadero desafío vendrá a partir del 20 de enero cuando el nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, deberá decidir si revierte o ratifica esta medida, tomando en cuenta que si da marcha atrás, podría volver a generar inestabilidad en una región tan susceptible de caer en algún conflicto de cualquier índole entre sus vecinos ante los incesantes factores de la guerra, el terrorismo, la polarización religiosa y las disputas comerciales.

“Hoy he firmado una proclamación reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. ¡Una propuesta de autonomía seria, creíble y realista de Marruecos es la ÚNICA base para una solución justa y duradera para la paz perdurable y prosperidad!”, publicó este jueves el presidente Trump en cuenta de Twitter.

El mandatario saliente le deja un camino muy tortuoso al mandatario electo, donde tendrá que ver con mucha precisión cuál pieza moverá si no quiere que Washington vea desmoronarse la estructura diplomática, comercial y geopolítica que Trump ha construido alrededor de Israel y sus nuevos aliados árabes con las garantías de EE UU como base. @mundiario

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