Rogue One: una película transcendental dentro de la historia de Star Wars

Rogue One tiene un grave problema. Que es mejor que la última edición de Star Wars. La película de Gareth Edwards le ha pasado por encima a la de J.J. Abrams y a algunas de Lucas. Mi hijo de diez años me lo dijo tal cual lo escribo aquí. Tengo la sensación de que el director de Super 8 quiso asegurar y no arriesgó. Edwards lo ha hecho, dándole una biografía de antihéroe a unos protagonistas que pasarán a la historia por su gloriosa caducidad.

Hay aventuras dentro de las aventuras, gusto por la planificación, visos costumbristas dentro de un universo con reminiscencias a Bladerunner, a Salvar al sodado Ryan y a Planeta Prohibido, y hay una historia. La película cuenta una historia dentro de una guerra de guerrillas.

Rogue One nos sume en una épica porque es una epifanía clara de las leyendas artúricas: la libertad de un pueblo cuesta todas las vidas. El éxito de Lucas fue trasladar los cantares de gesta a un tiempo futuro, futurísimo. En Rogue One, uno descubre cómo se puede hacer una película madura y realista con estos personajes que pecaron demasiadas veces de infantiles.

Los cinco minutos de Darth Vader valen el precio de la entrada. Rogue One es esa película maldita que necesitaba la saga para convertirla en un monumento histórico dentro de la Historia del cine.