El pulpo del que presumen con motivo los gallegos lleva ahora chilaba y capucha

Plato de pulpo. / José Antonio Gil Martínez
Plato de pulpo. / José Antonio Gil Martínez

O Carballiño, en tierras de Ourense, es una población alejada del mar que prepara el pulpo "á feira" (a la feria) como en muy pocos lugares del mundo. ¿Pulpo de dónde?

El pulpo del que presumen con motivo los gallegos lleva ahora chilaba y capucha

Dicen que de la lejanía del interior de Galicia a la costa de este País nació el sabroso "pulpo á feira": pulpo cocido en cacerola (de cobre o no), sal gorda, pimentón al gusto y un buen chorro de aceite de oliva de la mejor calidad, todo ello servido en plato de madera y, a ser posible, "pinchado" con palillo. Helo ahí. No precisa de más. Si acaso, una buena "cunca" de ribeiro tinto y pan para "ensopar" en el aceite excedente.

Pero este año, la fiesta de O Carballiño colgó en la rama del ameneiro su montera y, en lugar de esta, lució el fez del color de la piel del pulpo cocido importado de Marruecos porque el pulpo gallego, el pulpo de roca, está en retirada, aletargado por tanta norma, tanta etiqueta distintiva, tanto ir y venir de nasas  a bordo de las embarcaciones controladas por la Xunta de Galicia y su dispositivo vigilante. El pulpo del que presumimos con motivo los gallegos, lleva ahora chilaba y capucha, cuando no el cada vez menos usado por sus nacionales fez.  Un pulpo que lo es, pero que no tiene el sabor del pulpo de la ría o la costa gallega, ese pulpo que hemos ido eliminando a base de sentinazos, de mareas negras, de dinamita, de mareas de decretos y normas que a nada bueno contribuyen.

El pulpo de Marruecos no es pulpo para bocadillo. Tampoco para la típica caldeirada. Y con sal, pimentón y aceite, da el pego pero no es el pulpo de dos o tres kilos sino la cría de pulpo que alguien, cometiendo un infanticidio, mata en los caladeros de Marruecos y se exporta a Galicia para venderlo como propio de este País del noroeste peninsular.

O Carballiño tiene fama de buen pulpo por sus excelentes "pulpeiros"; pero aquí, como en otros muchos lugares de Galicia, falla la materia prima: el pulpo no es "nuestro" pulpo, por más que los especialistas digan que el marroquí es mejor que el gallego porque el de aquí no come lo que come el de allá. Y si bien Galicia y Marruecos mantienen vínculos que van más allá de sus respectivas gaitas, lo cierto es que la música que emana de los acuerdos de pesca entre el país alauí y la UE hacen que el roncón de la gaita gallega ahogue cualquier señal de protesta porque el pulpo ya no tiene montera y si chilaba y capucha.

Es pulpo, sí; es octopus, es cefalópodo. Y sin duda, es animal de mar. Pero los mares de Marruecos no son los de Galicia y el pulpo de aquí, de la costa gallega, tiene más que merecido el que, de una vez por todas, las autoridades pesqueras del País atiendan y entiendan lo que los marineros gallegos, los naseiros, proclaman: el pulpito marroquí está ganándose con el pulso de sus ocho débiles tentáculos, los mercados abiertos por la iniciativa de los gallegos que llevaron la fuerza de su gran pulpo a todos los rincones del mundo.

Es hora de ponerse de nuevo la montera.

Comentarios