Obdulio se despega de la Cola Loca

Obdulio tratando de despegarse los dedos a las buenas / MB
Obdulio tratando de despegarse los dedos a las buenas / MBL

Mi amigo se convence en la práctica de que lo del famoso pegamento no es cuento chino: de que pega, pega.

Obdulio se despega de la Cola Loca

Hace años, cuando vivía en Cuba y necesitaba pegar algo, mi amigo Obdulio hacía lo que todos los cubanos: acudía a la garrapata, un adhesivo que utilizaban los zapateros isleños. Me imagino que la llamaban así porque no soltaba. El Obdu recuerda que uno cogía las dos piezas que iba a juntar, les untaba garrapata, las unía, les daba cuatro martillazos y ¡voila!, no había dios que las despegara.

Al llegar a esta parte de acá del Estrecho de la Florida, las cosas cambiaron un poco. El pegamento cubano quedó en aquella orilla y Obdulio aprendió rápidamente que, entre las muchas marcas y variedades de engrudos que abundan en las tiendas de Miami, no hay una más popular que… (se escucha fanfarria adhesiva) … ¡la Krazy Glue! (o Cola Loca, en español)

Oiga brother, usted con un poquito de Krazy Glue puede pegar hasta sus sueños si quiere. El Obdu lo pudo comprobar recientemente cuando se puso a arreglar unas sandalias que se le habían despegado. Todo funcionó a las mil maravillas y en cinco minutos las chanclas quedaron como nuevas.

La cosa se complicó cuando mi amigo se dio cuenta de que, en un descuido, la Cola Loca se le había derramado entre el pulgar y el índice… y no podía despegarlos. “No hay problema”, pensó. Intentó separarlos con agua fría, pero ni modo. Después probó con agua caliente y nada de nada. A continuación, trató con un cuchillo. Estuvo a punto de rebanarse una falange, pero la conexión entre sus dedos continuó tan sólida como la revolución bolivariana en la mente de Maduro.

Desesperado, el Obdu agarró su celular y buscó en internet cómo deshacerse del diabólico pegamento. En cuestión de segundos encontró la solución, pero, ¡horror!, los dedos se le habían pegado al teléfono en una unión tan indestructible como el matrimonio de Melania y Trump. No obstante, corrió al baño, buscó entre una caterva de frascos semivacíos, y al fin halló lo que buscaba: ¡ACETONA!

Con los dientes abrió el pomito, con la mano libre derramó el líquido sobre sus dedos y ¡aleluya!, así puso fin a la tortura. Por suerte no tocó ninguna otra parte de su cuerpo con la mano. ¿Se imaginan que se hubiera restregado… los ojos…?

Final feliz, ¿no es cierto? ¡Naaaaa!  Al otro día me lo encontré en la tienda de celulares, comprando un teléfono nuevo.

Parece que la acetona y los iPhones no son muy compatibles que digamos. @mundiario

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