Cuando los dioses quieren castigar a alguien primero lo vuelven loco

Cuadro de Las hilanderas, realizado en 1657 por Velázquez.
Cuadro de Las hilanderas, realizado en 1657 por Velázquez.

En esta narración aparecen variantes del sustantivo desmesura y se alude al orgullo, la arrogancia y la vanidad como hitos de un recorrido que condujo a Aracné a un destino maldito.

Cuando los dioses quieren castigar a alguien primero lo vuelven loco

A lo largo de esta pequeña narración he utilizado variantes del sustantivo desmesura y he aludido al orgullo, la arrogancia y la vanidad como hitos de un recorrido que condujo a Aracné a un destino maldito.

La contemplación en El Prado del cuadro 'Las hilanderas', realizado en 1657 por Velázquez me produjo una gran fascinación por su evidente riqueza simbólica, por la capacidad del maestro sevillano para tejer temas diversos y presentarnos como un todo de gran belleza el pretexto de tan elevada e intrincada obra, la historia de Aracné. Ésta joven que nos presenta Ovidio en su obra 'Las metamorfosis' era hija de un tintorero llamado Idmón y desarrolló una gran habilidad en las labores del bordado y en el manejo del telar.

Tan grande fue su maestría que los continuos halagos de los demás la llevaron poco a poco a deformar su carácter y subir peldaño a peldaño desde el orgullo y la arrogancia a la vanidad más desmesurada, pues llegó a afirmar con displicencia que su arte superaba al de la diosa Atenea. Esta actitud no complació a la diosa y presentándose ante la tejedora con aspecto de mujer añosa, le aconsejó no ofender a los dioses. Lejos de moderarse, la engreída Aracné con tono de burla desafió a aquella mujer, que no podía competir con ella ni en belleza ni habilidad, para dejar patente su superioridad con el huso y el telar.

La competición comenzó y bien es cierto que Atenea reconoció la gran destreza de la muchacha y la belleza de su trabajo, pero el contenido la ofendió gravemente, pues Aracné, llevada por su desmesura ridiculizó a los dioses representando sus infidelidades en forma de animales. Atenea destruyó la fina obra realizada por la joven tejedora y consciente de su temeridad avergonzada huyó y se quitó la vida, aunque otras versiones de este peculiar mito nos cuentan que quedó convertida en repugnante araña. A lo largo de esta pequeña narración he utilizado variantes del sustantivo desmesura y he aludido al orgullo, la arrogancia y la vanidad como hitos de un recorrido que condujo a Aracné a un destino maldito.

No recuerdo qué autor clásico también comentó que cuando los dioses quieren castigar a alguien primero lo vuelven loco. En ese extremo de desmesura, próximo a la locura, pues nos impide percibir la realidad de forma serena y clara, nos vamos ahondando cuando estamos presos del orgullo. Este especial prejuicio que nos eleva por encima de los demás y nos impide reconocer nuestro lugar en un mundo compartido con los demás es origen de no pocas de nuestras equivocaciones, de nuestros mayores errores y nos han separado y alejado, no sólo de las fuentes de deseables virtudes, sino también de aquellas vivencias con las que el afecto y el amor nos habrían hecho felices. Es esa desmesura que reside, como el gusano en la lozana manzana, en el orgullo, la que tuerce muchas veces nuestro destino hacia la soledad.

Quizás, los antiguos que nos legaron tan bello como moral relato, conscientemente hicieron pasar por una vieja a la diosa de la sabiduría para evidenciar de qué forma el paso de los años y la experiencia de la vida nos muestran que la máscara del orgullo no refleja la belleza de nuestra vida ante los demás si no la deformación de nuestras cualidades y de nuestro carácter.

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