Mis venerados y nunca bien ponderados burócratas

burocratas
Burócratas.

Hay cantidad de personas que, bien por no discutir, bien por no dar un puñetazo en la mesa del burócrata de turno, se marchan con viento fresco y ni escriben en las hojas de quejas y reclamaciones que ha de haber obligatoriamente en todo despacho de ese tipo.

Mis venerados y nunca bien ponderados burócratas

He oído muchas veces -en lugares poco recomendables, seguro- que no existe personal más irritante, descortés y grosero -entre otros muchos epítetos más– que el personal dedicado a procesos oficinescos; y si pertenecen a instituciones estatales, comunitarias, municipales, de sanidad local, provincial, comunitaria y/o estatal, mucho más ancho y largo el epíteto.

Chupatintas con ínfulas de dirección y mando en plaza que, ni les corresponde por categoría administrativa, ni -por supuesto – merecen un ápice de las mismas.

Como siempre he dicho, un servidor presume de ignorancia (en su máximo esplendor y condición) a la vez que de una inmensa, intensa e irrefrenable capacidad para preguntar , consultar en fuentes fidedignas y poder salir de ella, dentro de lo posible, claro está.

Saber de todo debe ser aburridísimo, a más de inelegante (¿a quién le agrada un sabihondo?).

También he llegado a saber de motu propio (o proprio, que es más latinado) que, cuando eres la única persona que se queja de algo, lo más probable – (seguro, vamos…) es que quien esté equivocado y yerre en sus percepciones y expresiones sea uno mismo. Y, un servidor, puesto que tiende a ser muy respetuoso consigo mismo y con los demás- por ese orden- siempre que ha de acudir a uno de los servicios – unidades o como sea que son – se viste y prepara para la ocasión, en la seguridad de que algún inconveniente me renacerá el contacto con tales personajes. Me suelo dibujar antes de entrar a tales dependencias burocráticas una sonrisa de oreja a oreja en la esperanza de que parezca natural y no fingida. Y hago previamente a la visita una clase de yoga relajante cual la de Utkatasana – por poner un ejemplo. Y un par de trankimazines de dos, por si acaso. Como una hora antes de mi asistencia a los despachos donde habitan tales especies.

Por lo anterior...si solamente soy yo quien se indigna y se cabrea horrendamente con las actitudes, lenguajes y tonos de tales especies de grupo-categoría administrativa tipo B para abajo – un servidor es tipo A1, según he podido comprobar en las citadas fuentes fidedignas, que también lo desconocía – lo más lógico es discurrir que es uno el equivocado y no la caterva de berzotas con los que me topo.

Sería lo lógico y razonable. ¿Verdad?

Pero no siempre ha de ser así. Hay cantidad de personas que, bien por no discutir, bien por no dar un puñetazo en la mesa del burócrata de turno, se marchan con viento fresco y ni escriben en las hojas quejas y reclamaciones que ha de haber obligatoriamente en todo despacho de ese tipo.

Quizá tampoco se haga por pura pereza o por no tener que pedir un boli prestado a la persona que va a ser reclamada. Vaya usted a saber.

En lo que a un servidor respecta, la inmensa mayoría de esta especie agazapada detrás de un despacho de madera barata y que nunca estará en peligro de extinción – nunca - , es gente con mal despertar, peor estar, maleducada, fatua e imperdonablemente insolente. De ahí que, ante tanta certeza previa tome mis precauciones ansiolíticas, tanto de yoga como farmacológica. Por aquello de no ser el único que le planta la nariz en su nariz y, puesto que Dios me concedió potente voz, dar un bufido atronador, de los que yo mismo me asusto.

Mientras te haces el desconocedor – que es en realidad la función que te toca ser – los pertenecientes a tal especie- burócratas-chupatintas- se te suben al las barbas - por más que acabes de afeitarte con una guillete gedos de sexto filo o similar y tengas la cara más suave que el culito de un bebé que suele decirse a modo de comparación cuando no tienes ni un pelo de barba- . Pues tales especies intentan subirsete a cualquier barba por ausente que se halle.

Y naturalmente, hasta ahí han llegado. Al menos con un servidor, que en un pispás olvida totalmente lo previamente entrenado – yoga – y metaboliza súbitamente hasta el más ínfimo miligramo de la sustancia psicotrópica engullida – trankimazines – ; solicita explicaciones al caso que expone y, si empiezan a enrollarte con eso de: “según los protocolos...según las leyes no sé qué, vigentes ellas” y demás faroles (ellos no saben ni papa de lo que aducen) intentan endiñártelos pensando en tu manifiesta cateteria y palurdismo, entonce ya no te queda otra que , no ya solicitar, sino exigir tu demanda; y tal vez con una voz en mayor tono que la habitual.

Como por arte de birlibirloque, repentinamente modifican su tono vocal y se torna de un addagio a un suave presto vivace. Y hasta llegan a ayudarte, cuando no a solucionarte totalmente, con el tema por el que acudiste en su ayuda. Como se lo estoy escribiendo, óiganme.

Si hay una frase - en realidad hay muchas – que detesto en extremo es esa de « usted no sabe con quién está hablando ».

Cierto esto como que mañana saldrá el sol por Antequera y otros lares.

Pero puedo prometer que, a veces, no solo es necesario acusarla...es imprescindible.

Valga como ejemplo la siguiente anécdota que intentaré cortar los máximo posible.

Después de haber consultado con mi egregia asesoría ACOFISA, que es la mejor con diferencia (los directores se llaman ambos Vicente Ferrer, con eso ya está dicho casi todo) de mi pueblo y alrededores, me convienen éstos a realizar una proceso altamente simple de realizar por la institución correspondiente (en este caso es – creo escribirlo bien - « la unidad de atención al profesional, sita en el Hospital General de mi pueblo perteneciente al SESCAM – Servicio de salud de Castilla la Mancha, en sus siglas - ».

Habiendo hecho mi correspondiente cola de manera cívica y educada – a dos compañeras previas las echaron con cajas poco templadas – me enfrento cara a cara con la burócrata de turno (era mujer, o como tal la tomé); sin preguntar me pidió el papel que debía presentar y solucionar.

Sin leer el contenido, me dice tan ancha -era ancha, la verdad – que ese tema no pertenecía a ese servicio y que tenía que ir a la otra punta del Hospital. Sabiendo yo como sabía que no era otro servicio – o unidad, o como le llamen – que allí dónde estaba, le solicito amablemente que “igual si tiene a bien su usía en leer el contenido del documento presentado por un servidor, cambiaba de opinión ubicativa y es aquí dónde es correcta su presentación. Tuve que insistir en eso de la lectura. Por fin la leyó.

Y creo que cambió de opinión respecto a su primera, porque llamó a su superior en el servicio. Ésta que llegó, quizá algo más educada, al menos más solícita , al leerlo me comenta que si soy consciente de que mi solicitud es de “obligado cumplimiento” (de manera muy ufana, francamente). A lo que un servidor, rozando ya el sarcasmo más cruel ante tanta incompetencia disfrazada de incontestable falsa certeza, contestó que gracias a la lucha de mi generación contra el franquismo y de haber sido perseguido por innumerables grises un día si y el otro también, habíamos conseguido que la dictadura y despotismo fuesen eliminados del sistema de Estado actual – y no sé cuantas chorradas falsas más, porque no hice nada de eso, ni ganas - ; por tanto, mientras yo asumiera mis consecuencias y desgracias por no cumplir tal obligatoriedad si no me complacía, pues no las cumplía y aquí – de ser posible – paz , después gloria y recomendarle que con un poquito más de aptitud y actitud, rebozadas con algo de comprensión y ternura...igual le iba mejor la mañana. Y todas las mañanas por los siglos de los siglos hasta su jubilación.

Yo creo que la convencí.

A pesar de haber llegado al convencimiento de que el malo y el que no lleva razón en estas lides, no era otro que yo mismo. Faltaría más. (O no, que va a ser que no)

No puedo describir sus filiaciones porque ninguna de las susodichas me lo dijeron ni figuraban sus nombres en reposo de sus mesas. Lastima.

Tengo la esperanza de que mi tema se haya solucionado en tiempo y forma.

Ay de ellas si no es así...Ay de ellas.

Puesto que, lo deteste o no, muchas más veces de las deseadas, resulta necesario escupir de nuevo aquello de « ustedes no saben con quien están hablando» Siempre – claro está – que puedas demostrar con quién hablan y tengan por qué callar.

P.S.- Mi estimado señor subdirector de GAI – y es cierto, le estimo mucho y sin lengüeteos perineales como usted ya debe saber...¡ni a dios padre se los haría – en los próximos, de haberlos, artículos, ya le comentaré yo los aspectos repugnantes de uno de los centros de salud que usted dirige y que, posiblemente (y eso esperaría de corazón) no tiene la menor idea de que suceden día a día. Pero yo se los contaré, de pe a pá. Llévese por aquí mis mejores deseos. De momento. @mundiario 

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