Kevin Mérida: “No pinto solo por pintar, sino para transmitir algo”

Kevin Mérida con su obra. / AM
Kevin Mérida con su obra. / AM

Líneas, trazos y colores plasmados con genialidad en una obra inquieta, dolorosa, sugerente, a veces incluso incomprendida.

Kevin Mérida: “No pinto solo por pintar, sino para transmitir algo”

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de convivir brevemente —en una exposición pictórica—, con un joven artista guatemalteco cuya obra no dejó de llamar mi atención. Una obra en la que inicialmente intuí una suerte de mensajes dirigidos a la reflexión con respecto a todo lo que nos rodea y a lo que se vive cotidianamente en una sociedad de altos contrastes como las actuales. Su nombre es Kevin Mérida, un muchacho sencillo y cordial que sabe conversar con la sensibilidad de los grandes artistas, con el conocimiento de causa que implica bregar en un mar incierto en el que es necesario aferrarse a algo, y en su caso, ese algo ha sido su total convicción de querer crear para transmitir, no crear por crear o para decorar simplemente algún espacio. Ello, inevitablemente, le convierte en protagonista —quizá sin saberlo y sin buscarlo conscientemente— de una singular historia de vida que se ve reflejada en el movimiento de sus trazos y en los colores plasmados con genialidad en cada una de sus obras, a veces sencillas pero notables, a veces inquietas, dolorosas y sugerentes, a veces incluso incomprendidas. Acordamos reunirnos nuevamente alguna tarde para conversar un poco mas despacio de su obra y de sus múltiples inquietudes. Me invitó, para ello, visitar su estudio ubicado en las cercanías del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, un pequeño local con ventana a la calle en la segunda planta de un antiguo edificio cercano a toda suerte de comercios, tiendas de barrio, y oficinas ajenas al constante trajinar creativo de un artista.

«¿Tenés algún vínculo de familia con el maestro Carlos Mérida? (1891 – 1984)», le pregunté por razones obvias una vez que hube atravesado el umbral de su lugar de trabajo. Sonrió, como si le hubiera contado un chiste inesperado, y reconoció que, ciertamente, aunque en alguna ocasión había bromeado con unos amigos acerca de un supuesto parentesco con el famoso muralista y escultor, no había ningún lazo de consanguinidad que los relacionara. Yo también sonreí ante la ocurrencia, mientras me sentaba en un banco bajo echando una rápida mirada a varios cuadros y obras colocadas con paciencia infinita en las altas paredes del lugar, en el caballete, y sobre algunos austeros muebles que permanecían impávidos mientras el piano de Bill Evans sonaba desde un pequeño reproductor colocado cerca de la ventana, mezclándose con el bullicio decembrino que llegaba desde la atestada calle aledaña. Me contó algo de sus inicios, de su paso por la Escuela de Artes Plásticas, y de la carrera de antropología que actualmente cursa en la Universidad de San Carlos. También me mostró, amablemente y sin pretensiones, sus cuadernos con incontables dibujos en tinta, algunas acuarelas que sacó del armario, y varias obras que había expuesto recientemente en una galería de la ciudad.

La obra de Kevin Mérida, llena de simbolismos, me pareció una suerte de denuncia—como  han hecho grandes pintores a través de la historia—, una denuncia mezclada con la sensibilidad de un artista muy humano.

La obra de Kevin Mérida, llena de simbolismos, me pareció una suerte de denuncia—como  han hecho grandes pintores a través de la historia—, una denuncia mezclada con la sensibilidad de un artista muy humano que es capaz de decir tantas cosas con líneas, trazos y colores, plasmando historias vivas en ese lienzo que se convierte en un perfecto medio de expresión y transmisión de sentimientos, de verdades, de realidades cotidianas vistas a través del cristal particular de quien sabe de ello porque lo ha experimentado en carne propia. En ese sentido, el autor no solo hace que su obra se observe con detenimiento cuando se la tiene enfrente, sino que su expresionismo hace que se la viva con intensidad y con un asombro que resulta inusitado. Sus personajes, muchas veces reflejo de una sociedad que padece profundas desigualdades y patologías al grado de deformarla, parecen ser el anuncio de una necesidad imperiosa de reflexión en torno, inclusive, al mismo porvenir de la colectividad social en su conjunto. Sin lugar a dudas, observar la obra de Kevin Mérida, de una u otra manera y por razones que pueden resultar muy particulares a cada espectador, es una acción que no nos deja indiferentes.

Además de galerías y colecciones privadas de Guatemala, la obra de Mérida ha sido expuesta en varios países de Centroamérica, Europa y Estados Unidos. Ha participado también en exposiciones y proyectos colectivos recientes de mucho éxito como las exposiciones colectivas del Grupo Tríptico y el proyecto cultural TecoArte, entre otras. Indudablemente, la plástica latinoamericana está viendo el surgimiento y rápida consolidación de grandes figuras cuya obra habla por sí sola, el artista guatemalteco Kevin Mérida es una de esas grandes figuras.

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