Jane Franklin, la mujer aventurera que amaba la vida y vivió en consecuencia

Las ambiciones de Jane Franklin.
Las ambiciones de Jane Franklin.

Ediciones Casiopea ofrece una intensa biografía escrita por Alison Alexander sobre Jane Franklin, una mujer que desafío las reglas establecidas de su época y se lanzó a disfrutrar de su mayor deseo: viajar y vivir aventuras como ninguna otra mujer victoriana.

Jane Franklin, la mujer aventurera que amaba la vida y vivió en consecuencia

En los años 1800 las mujeres sabían bien cuál era su cometido: casarse y ser unas buenas esposas y madres, deslumbrar en las fiestas y mantenerse en un discreto segundo plano en cualquier esfera decisiva de la vida, sobre todo la política. Ni que decir tiene que convertirse en exploradora no estaba en los planes de prácticamente ninguna fémina.

Jane Griffin (al casarse, Jane Franklin) era distinta y la historiadora tasmaniana Alison Alexandre ha narrado en el libro Las ambiciones de Jane Franklin. Una aventurera victoriana, la vida de esta británica considerada como la más grande viajera de los años 1800. Y lo ha hecho de manera valiente, sin caer en la tentación de mostrar al lector una mujer luchadora por los derechos de las mujeres de la época o una mujer que dejó un legado imborrable para las generaciones futuras. Nada de eso era Jane y a Alison Alexandre no la tiembla el pulso a la hora de describir a una mujer con poca empatía por las de su mismo sexo, de ideas caprichosas, interesada por el arte, la geografía o la ciencia por el simple placer de cultivar la mente, fiel escudera de su esposo, el famoso explorador del Ártico, y gran viajera.

Hija de unos tejedores de seda, su madre murió cuando ella tenía 4 años y fue criada por su padre. Con una educación recibida bastante escasa, Jane desarrolló conocimientos por el arte, la geografía o la ciencia, de manera autodidacta gracias a su gusto por la lectura. “Aunque no pudo ir a la universidad por ser mujer, se convirtió en una intelectual aficionada”, escribe Alexandre. Algo que ya la diferencia de otras muchas mujeres de la época. Algo que la hacía especial, eso y su otro gran estímulo: viajar.

Los viajes que hizo y su vida doméstica quedaron documentados en los numerosos diarios propios que a la historiadora tasmaniana la han servido para formar la personalidad única de nuestra protagonista. Así la describe entre las páginas de esta biografía (ganadora del National Biography Award 2014): intrépida, decidida, egocéntrica e inteligente. Son algunos de los calificativos que mejor describen a Jane y que han quedado en un inexistente segundo plano en las reseñas de numerosos medios de comunicación hacia el libro. Como si calificar a esta mujer de egocéntrica redomada fuese una ofensa a las mujeres. ¿Todas las que abrieron camino a otras, aunque fuese sin saberlo, debieron ser encantadoras? Probablemente no.

Si nos guiamos por el pormenorizado análisis de esta historiadora, Jane nunca pretendió dejar un legado ni ayudar a los más débiles, su interés se centraba en vivir experiencias. Es lógico que en la actualidad se quiera encumbrar los logros de una mujer de la época victoriana cuando la gran mayoría de ellas eran meras comparsas de los hombres. Y en cierto modo ella también lo fue, de su marido John Franklin, con quien se casó siendo él ya un reconocido explorador, pero junto a ella sus méritos se multiplicaron e incluso le animó a emprender una última travesía que le llevaría directo a la muerte. La autora, de hecho, asegura que quizá Jane vio en John un hombre de renombre que le serviría para alcanzar la grandeza.

Alexander afirma en su biografía que Jane, de haber vivido en el siglo XXI, podría haber dirigido su propia empresa. Tal era su determinación que, en circunstancias mucho más complicadas para las mujeres que en la vida actual, fue capaz de vivir como quiso y no como se imponía en la época, solo por eso, Jane Franklin fue un ejemplo para otras muchas mujeres.

Tal era su determinación que, en circunstancias mucho más complicadas para las mujeres que en la vida actual, fue capaz de vivir como quiso y no como se imponía en la época, solo por eso, Jane Franklin fue un ejemplo para otras muchas mujeres.

Jane no tenía afinidad con los niños ni con las mujeres y su mayor alegría era viajar, conocer gente nueva, tener nuevas experiencias… incluso el estar con su marido tampoco era una prioridad. Podían estar separados durante cuatro años y verse un total de seis meses. El dinero que ganaba John la servía para descubrir nuevas tierras junto a su familia, a quien se llevaba en sus travesías. La rutina la aburría por eso Jane siempre fue una mujer activa.

La historiadora incurre en una contradicción en la biografía cuando dice que Jane carecía de compasión  por la gente pero luego indica que se desvivía por ayudar a aquellos a los que apreciaba, incluso a los que apreciaba menos. Sin lugar a dudas desentrañar la personalidad de alguien tan complejo como Jane no debe ser tarea fácil. Aunque a favor de Alexander diré que este es el único desliz encontrado en toda esta intensa biografía en la que descubrimos que Jane vivió algunos años en Tierra Van Diemen, conocida actualmente como Tasmania, tierra de la que su marido fue Gobernador y en donde Jane tuvo muchas ideas para mejorar la vida de los aborígenes, aunque sus acciones al respecto fueron mínimas o nulas. Sus ideas viajaban tan rápido por su mente que casi nunca llegó a poner en marcha ninguna. Lo que sí desarrolló fue la creación del Museo de Tasmania y otro de sus cometidos, al que se dedicó durante toda su vida con más ahínco que cualquier otra cosa fue convertir en un éxito a su marido.

Jane fue una mujer que nunca se dejó someter y que fue aplaudida por la sociedad británica, incluso fuera de sus fronteras, cuando encauzó todo su poder a la búsqueda de su marido cuando todos le daban por muerto. El Gobierno británico abandonó la búsqueda cuando se reportaron casos de canibalismo en una zona del Ártico cercana al lugar de su desaparición. Jane envió sus propias expediciones 3 años después de su desaparición, cuando ya nadie quería buscarlo. Aquí se pudo ver en todo su esplendor las dotes políticas de Jane quien incluso llegó a conseguir la ayuda del príncipe Alberto de Inglaterra. El desenlace de todo este esfuerzo resultó en la confirmación de lo que años antes ya se había decidido: su marido y la tripulación habían muerto.

A partir de entonces Jane siguió viajando y viviendo aventuras. Por que ante todo Jane amaba la vida, su vida, y vivió en consecuencia.

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