Imaginemos una televisión escuela de delincuentes

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Niño viendo televisión. / RR SS

Imaginemos que deciden invertir el concepto de bien y mal, y convierten a los delincuentes en los buenos. Que poco a poco comienzan a introducir en algunas series torturas a niños y asesinatos de infantes.

Imaginemos una televisión escuela de delincuentes

Imaginemos que un grupo de delincuentes de diversa y catadura y pelaje se unieran con la intención de arrastrar a la Humanidad a un estado de degeneración ética y moral de acorde a su propia catadura. En su análisis preliminar del estado de las cosas llegarían a la conclusión de que la vía para conseguirlo, de una forma más o menos rápida, sería usando los medios de comunicación de masas, sobre todo la televisión. Estoy convencido de que tras unas cortas deliberaciones alcanzarían el consenso: si el camino de la dominación es la televisión, debemos hacernos con el control tanto de las emisoras como de los centros de creación de contenidos.

Imaginemos que de alguna forma lo consiguieran, que sentados en la mayoría de las cadenas de televisión de Occidente se sentaran personas con trastornos graves de sus sistemas éticos y prioridades morales. Y que dentro de  los cuadros directivos de las audiovisuales -esas empresas que se dedican a crear películas, series, concursos, informativos, documentales y otros formatos televisivos- se situaran estratégicamente elementos de probada crueldad, orientados a la consecución de objetivos económicos -todo por la audiencia- y plegados a los intereses de unos y otros grupos de presión políticos y religiosos en su labor de desintegración de las democracias occidentales. Imaginemos que esa trama mafiosa se infiltrara de tal forma que fuera indetectable y que poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, fuera variando el sentido educativo, lúdico, formativo e informativo siempre moralmente neutro y éticamente perfecto de los medios de masas que, gracias al cielo, disfrutamos en estos momentos.

Imaginemos dónde nos llevaría esa dirección perversa en su empeño en degenerar el espíritu de los ciudadanos, de los niños... Imaginemos que el contenido de las series pusiera su foco principalmente en gente como ellos: ladrones e incluso peor,  criminales en general, series sobre mafiosos, redes de narcotráfico, tráfico de armas, espías asesinos y policías corruptos. Imaginemos que nos intentaran llevar a la aceptación de la violencia a través de la visualización continua de asesinatos, violaciones, raptos, ejecuciones, bombardeos, torturas, fusilamientos, amputaciones... Un día y otro día. Imaginemos que deciden invertir el concepto de bien y mal, y convierten a los delincuentes en los buenos, a los vampiros en amables e íntegros ciudadanos, a los psicópatas en justicieros y defensores de la vida.

Imaginemos que poco a poco comienzan a introducir en algunas series torturas a niños y asesinatos de infantes, -sin necesidad de ponerlos en pantalla, pero transmitiendo el horror monstruoso que siempre y sin excepción conlleva el asesinato de un infante-. Imaginemos que nos inoculan el odio y la violencia como estado normal de la sociedad y nos bañan a diario en sangre que salta de las pantallas como si fuera limonada. Y a todas horas... Imaginemos que estos desequilibrados decidieran cargarse a Heidi, Marco y a la madre que los parió, sustituidos por unos dibujos inmorales donde se vieran reflejados todos los vicios, defectos y debilidades del ser humano, bajo el mar y en el espacio sideral. Imaginemos que crearan uno, dos, cinco canales de estos dibujos par chutar esta basura degenerativa y degenerante a nuestros hijos, incluso a los más pequeños. Y con mucha violencia, violencia por todas partes…

Y como no todo puede ser sangre, entre matanza y matanza que decidan ofrecernos programas de imbéciles que, como poseídos por Satanás, se gritan unos a otros en impostadas discusiones entre falsos intelectuales. Que emitiesen documentales sobre idiotas que buscan oro en los Apalaches o se dedican a estafar a gente necesitada en una tienda de empeños del norte de Singapur. Que nos ponen realitys con la vida y obra de las ricachonas más sinvergüenzas y degeneradas del planeta para que los jóvenes se empapen, como referentes sociales, de las reacciones y comportamientos de semejante chusma.

Imaginemos que por no aburrirnos con tanta basura se les ocurre meter a una banda de impresentables, brutos y de baja estofa, supuestos inocentes, en una cárcel, y que no los sacan de allí hasta que exuden lo peor y más podrido de las almas de todos y cada uno de ellos, en directo y para todos los públicos. Imaginemos que montasen concursos donde preguntan los resultados de futbol o la fecha en que no sé quién ganó Eurovisión, a unos concursantes selección de los más bestias de la clase. Imaginemos que copian Eurovisión y no lo largan todos los años. Imaginemos que los informativos estuvieran pactados con los políticos de turno, noticia a noticia y letra a letra, sobre todo con los más corruptos que son los que más compran, que las multinacionales impusieran su filtro para evitar cualquier daño a su imagen ocultando sus intenciones y sus crímenes diarios. Imaginemos que nos inyectasen, vía retina, informes de periodismo de investigación pagados por las más oscuras tramas financieras, comerciales, políticas y religiosas.

Si todo eso fuera verdad, creo que la televisión sería la peor enemiga de la Humanidad. Un peligro para su estabilidad y una condena sobre el futuro en paz y libertad de los Pueblos. Si fuera verdad, permitir semejantes emisiones constituiría un suicidio colectivo. Si fuera verdad y no hiciéramos nada sería como dejar que un psicópata se sentara en nuestra sala y nos dictara cuales son los modelos de comportamiento a seguir, y que, encima,  educara a nuestros hijos, a nuestros nietos. Si se hiciera realidad esta televisión, detectaríamos en la sociedad un progresivo aborregamiento, una pasividad bovina, una facilidad creciente par ser manipulada, robada y ninguneada, la destrucción paulatina del capital social, de las normas, de la moral, de las costumbres, una generalización de la mediocridad, la vulgaridad y la ignorancia, el egoísmo, la barbarie, el enfrentamiento y la fractura, la agresividad y por fin la propagación del fanatismo, fanatismo de todo tipo y condición, fanatismo destructor.

Menos mal que nada de lo que digo tiene que ver con la realidad, que solo es fruto de mi imaginación. Además, ¿cómo podría un Pueblo culto y libre permitir semejante atentado contra su propio sistema ético? Es una quimera. Una broma. Podemos seguir nuestro camino que no pasa nada.

Aun así, y por si acaso, os deseo un bue fin de semana y un futuro en paz, a pesar de esos nubarrones de allá, nubarrones oscuros que apenas asoman por occidente y que amenazan el sosiego de nuestras vidas. @mundiario

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