¿Tu hijo adolescente es un adicto digital?

Jóvenes utilizando sus smartphon. / Mundiario
Jóvenes utilizando sus smartphon. Stocksy.

Sherry Turkle, afirma que los dispositivos electrónicos crean una ilusión: no estamos jamás solos. Siempre podemos recorrer a la lista de contactos, pero ello genera un problema grave: el miedo a la soledad.

¿Tu hijo adolescente es un adicto digital?

Sherry Turkle, afirma en La Vanguardia que los dispositivos electrónicos crean la ilusión de que jamás estamos solos. Siempre podemos recorrer a la lista de contactos, pero ello genera un problema grave: el miedo a la soledad (1).

Esta autora de La defensa de la conversación, plantea, además, que el mundo digital nos aleja de conversar y provoca la pérdida de la empatía al recibir un gran volumen de cantidad de información. Ella también plantea lo que está ocurriendo con los adolescentes que son adictos digitales. Veamos de manera resumida sus ideas:

> Los adolescentes dejan de percibir el dolor de los otros o minimizan el sufrimiento. Todos se resuelve en un debate emocional en la red personal entre el otro y mi grupo, del cual a veces le confiero distancia, le tengo cerca pero no hablo más que de manera entrecortada con imágenes o frases cortas.

> Los adolescentes priorizan la resolución de sus sentimientos de manera digital, lo cual les llevará a graves problemas futuros en el mundo real.

Hace unos días en mi trabajo, en una charla con una madre esta sostenía un móvil para que su hijo de un año no molestara. Esta duplicidad entre mundo real e imaginado condiciona las relaciones entre los padres y los hijos. No responder inmediatamente por WhatsApp es una manera de convertir las relaciones líquidas en relaciones lentas.

Un elemento importante y que ya se está contagiando a los adultos es la creación de una personalidad falsa. “Fabular, provoca que la exageración cada vez vaya en aumento, se aleje del verdadero Yo y cree dobles personalidades”. Un ejemplo claro es la moda de las adolescentes de fotografiarse sacando la lengua, inclusive en las fotos familiares.

Un último elemento es la respuesta social, al reducirse la conversación aparece el silencio, un muro social que desencadena la respuesta violenta, un ejemplo los conflictos de los chalecos amarillos en Francia o la huelga de los taxistas en España. Cada colectivo considera que sus necesidades están por encima del bien común.

Sherry Turkle concluye en la entrevista que “prefieren el mensaje porque así muestran el “Yo” que les interesa”.

¿Estamos creando una sociedad de mentirosos compulsivos o ya está creada? Envíe un WhatsApp a sus amigos diciéndoles: te quiero ver la cara, deja el móvil en tu bolso. Ya me lo cuentan... @mundiario

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