El Greco, Wert y la LOMCE: convencional encuentro protocolario, con visos contradictorios

José Ignacio Wert, ex ministro de Educación, Cultura y Deporte.
José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte.

La celebración del IV centenario de la muerte del Greco brinda una buena ocasión para reflexionar sobre la educación que se pretende en este momento.

El Greco, Wert y la LOMCE: convencional encuentro protocolario, con visos contradictorios

La celebración del IV centenario de la muerte del Greco brinda una buena ocasión para reflexionar sobre la educación que se pretende en este momento.

 

Sostiene José Ignacio Wert, al inicio del Catálogo  sobre El Greco & la pintura moderna -la exposición que el Museo del Prado tiene abierta desde el 24 de junio al cinco de octubre-, que “el Greco es uno de los valores máximos de la cultura producida en España”. En la misma página -la siete- se aglomeran elogios y congratulaciones en  forma de “fascinación ejercida” por el cretense desde el último cuarto de siglo en otros pintores modernos –sentido principal de esta exposición- junto a expresiones superlativas como “riqueza”, “sin parangón”, “decisivo”, “crucial”, “asombro”, “diversidad”, “sin fronteras”, “transformaciones radicales”, “intenso”, “rebelde, “orgulloso”, “conjunto excepcional”, “extraordinaria relevancia”, “generoso apoyo”. En dudosa conciliación, se refieren algunas a la obra del Greco, otras al trabajo llevado a cabo para la muestra y, las últimas, a quienes han puesto recursos de mecenazgo para ello: Acción Cultural Española (AC/E) y la Fundación BBVA.

 

La LOMCE, por su parte (BOE nº 295, de 10/12/2013, Ley Orgánica 8/2013, de 09/12/2013), rebaja sensiblemente tales significantes de excelsitud. Jibarizada la presencia de las materias humanísticas –y artísticas en particular-, recortada la presencia de “Sociales” en la ESO a “Geografía e Historia”, y reducidas en tres las modalidades de Bachillerato, el Greco no será estudiado explícitamente en la enseñanza generalizada, sino tan sólo en Bachillerato. Dentro de ese nivel, además, la única mención generalizada al Greco, muy ligera y como de aliño, aparece en 2º de Bachillerato, en uno de los ítems de aprendizaje y evaluación de una asignatura troncal,: “Historia de España”. En el extenso bloque tres, relativo a “La formación de la monarquía hispánica y su expansión mundial entre 1474 y 1700”, y entre trece amplísimos ítems de referencia para el trabajo a desarrollar, el 4.1, en que se plantea: “Busca información de interés (en libros o Internet) y elabora una breve exposición sobre los siguientes pintores del Siglo de Oro español: El Greco, Ribera, Zurbarán, Velázquez y Murillo” (Ver: http://www.mecd.gob.es/servicios-al-ciudadano-mecd/participacion-publica/cerrados/2013/curriculo-basico.html).  A su vez, quienes hayan optado por la modalidad de Artes -poco presente en los centros- se encontrarán con El Greco en “Fundamentos del Arte I”, asignatura general troncal (LOMCE, art. 34 bis, 3.b). En caso de que el actual proyecto, quede como está colgado en la web del MECD –Apéndice I-, sería en el Bloque 10: “El Renacimiento en España”. Y, por su parte, sólo algunos alumnos de Humanidades y Ciencias Sociales de esta etapa postobligatoria podrán acceder al interés artístico del Greco en “Historia del Arte”, asignatura de carácter general troncal de las dos que en 2º de Bachillerato pueden ofertar -entre otras cinco- los centros (LOMCE, art. 34 ter, 2. e. 4º). En el citado apéndice del proyecto del MECD, aparece en el bloque 3 de esta materia: “Desarrollo y evolución del arte europeo en el mundo moderno”.

 

La amplitud enciclopédica de estas dos asignaturas y otros condicionantes estructurales que impone la LOMCE al Bachillerato harán, por su parte, que la figura del cretense aparezca disminuida y desganada e impedirá una valoración ajustada al interés real del artista que radicado en Toledo. En el proyecto de currículo básico que el MECD expone en su web, corresponden a “Historia del Arte” las páginas 294 a 318. El Greco aparece en dos zonas. Primera, en el mencionado bloque 3, tan complejo y amplio que abarca todas las modalidades de manifestaciones artísticas desde el Renacimiento al Romanticismo (inclusive). Y segunda, en los denominados “estándares de aprendizaje evaluables”, equivalente, en definitiva, a los subtemas o cuestiones más directamente susceptibles de ser cuestión explícita de evaluación, tanto en el transcurso del curso académico como, sobre todo, en la condicionante reválida de Bachillerato y en la subsiguiente prueba de acceso a la especialidad universitaria elegida por el alumno. Anótese, para entender mejor  la valoración real que en la LOMCE se hace del pintor –pero también de otros autores y procesos, que en este bloque temático se establecen dos ítems que dicen: “Explica las características de la pintura de El Greco a través de algunas de sus obras más representativas” (1.10), y también: “Identifica, analiza y comenta las siguientes pinturas de El Greco: El expolio, La Santa Liga o Adoración del nombre de Jesús, El martirio de San Mauricio, El entierro del Señor de Orgaz, La adoración de los pastores, El caballero de la mano en el pecho”. El conjunto de esta asignatura está estructurado en torno a 6 temas y, en total, los estándares de aprendizaje –con sus criterios de evaluación correspondientes, muy de “explica, describe, analiza…”- llegan a 172 ítems, una cifra que obligará a pasar de puntillas ante cada uno si el alumno ha de tener un mínimo que decir. Algo similar sucede en la asignatura de 1º de Bachillerato que cursarán quienes hayan optado por la modalidad de Artes: “Fundamentos del Arte I”. Esta materia, de diseño más complejo, pretende interrelacionar los componentes conceptuales, plásticos  e históricos de la escultura, arquitectura y  pintura, con otras expresiones de gran complejidad como la Literatura,  la Música y las “artes menores”, “decorativas” o “aplicadas. Tiene continuidad en los dos años y El Greco aparece en el bloque 10, de los trece que deberán trabajarse en primero, dentro del estudio de “El Renacimiento en España”, temáticamente adscrito a la pintura junto a “Pedro de Berruguete, Tiziano y El Bosco”. Los estándares que fijan más qué se haya de saber acerca de él, se ciñen en este caso a dos heterogéneas propuestas: “Explicas la fallida relación entre Felipe II y El Greco” (2.2) y “Analizar la obra pictórica del Greco y su relación con la iconología bizantina”.

 

Cuestión principal que queda en el aire, si se confrontan las afirmaciones del ministro Wert en el catálogo mencionado con lo que, de manera preceptiva, pretende se enseñe a los alumnos españoles a través de su LOMCE, es la muy probable contradicción entre ambos mundos. Puede también que todo sea muy coherente dado lo superficialmente protocolario que resulta, en ambos casos, el tratamiento del pintor grecotoledano. Creo, en todo caso, que para pronunciarse más categóricamente no debiera obviarse la intrincada aceptación del Greco en España. Una historia con muchas carencias, traducida en tópicos de diversa índole desde Felipe II, que la actual exposición del Prado ¡ojalá contribuya a disipar!. En el segundo párrafo de su presentación en el susodicho Catálogo, dice Wert que, “a partir del siglo XIX su pintura tuvo una segunda vida, mucho más dinámica…”, afirmación críptica si no se explican otros aspectos nada ejemplares de la trayectoria de su reconocimiento. Casi doscientos años transcurridos hasta que empezó a cambiar la fama del Greco dejan grandes reticencias, y mucho tuvo que ver en tal mudanza el prestigio que Goya había alcanzado, como advirtió Gómez Moreno en El Greco (Domenico Theotocópuli), Barcelona, Ediciones selectas, 1943, pgs-15-18). Que en su consolidación tuvieran mucho que ver los críticos y artistas extranjeros, no es asunto menor, pues nuestras ignorancias han tenido su coste. El legado de una parte relevante de sus obras se dispersó fuera de España, como bien muestra esta exposición. La “Galería española de Luis Felipe” en el Louvre ya mostró, en el París de 1838 a 1848, una amplia colección de Grecos -desde el número 262 de su catálogo hasta el 275-, entre un total de 496 obras españolas. Esta otra historia -de las que Gaya Nuño gustaba contar- está ligada, en buena medida, al desbarajuste que hubo con motivo de la creación y cierre del Museo de la Trinidad y posterior ubicación de sus piezas. La documenta, en buena medida, la secuencia de catalogaciones que el Museo del Prado fue editando desde 1819, a cargo de Luis Eusebi o Pedro Madrazo: en 1872, el Prado sólo acreditaba 10 Grecos en sus salas (Ver: MENOR, Joaquín, El Museo Nacional del Prado y su imagen a través de la imprenta (1819-1893): Aproximación a través de los catálogos, Madrid, Endymion, pg.216 y sgs.). Y por medio, está también el escalofriante testimonio de Rosa León, después de haber sido testigo directo, cuando la guerra civil, del desamor e incuria en Madrid, Illescas y el propio Toledo, hacia la protección del Greco y del Patrimonio Nacional, “con la multitud de enemigos que podían sumarse en su posible destrucción: el fuego, la metralla, el derrumbamiento, el agua, el frío, el desconocimiento de su valor, la falta de decisión al llegar la amenaza directa; en fin: que los enemigos eran innumerables” (Ver: LEÓN, Rosa, La Historia tiene la palabra –Buenos Aires, 1944-, Madrid, 2009, pgs. 39-44).

 

La Institución Libre de Enseñanza, y de modo especial Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío, habían mostrado su predilección por el Greco. La magnífica exposición temporal que hoy está en el Prado lo reconoce con los retratos de estos dos eminentes pedagogos y, también, mostrando las primeras ediciones de los libros que, en 1908 y 1914, editó Cossío para divulgar el conocimiento del pintor. Sobre todo, el de 1908 o, por mejor decir, de 1907, señalado de inmediato por Altamira, Berenson, Meier Graefe, Marañón y muchos otros, como gran descubridor “del artista bizantino, y el primero que nos dijo cómo el Greco había encontrado en España un campo ideal para su temperamento y sus actividades”. Utrillo había publicado en 1905 un folleto divulgativo con bastantes fotografías en sepia, pero el de Cossío es el primer estudio serio en español sobre el pintor cretense.  Algo antes, el propio Prado, en parte presionado por el “descubrimiento” que para los escritores del 98 había representado, había realizado una exposición monográfica –la primera en España- en el año 1902.  Quien más supo de todo esto fue el profesor Álvarez Lopera, conservador del Prado, que dejó escrita una amplísima bibliografía al respecto –entre la que destaca De Ceán a Cossío: la fortuna crítica del Greco en el siglo XIX, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1987, 2 tomos- y que preconizó esta exposición actual. No vendría mal recordar,  para concluir, la importancia que los institucionistas dieron a la didáctica del arte a través de los museos: los citados y algunos otros -como Pedro Alcántara o Rafael Torres- dejaron constancia de esta preocupación metodológica en torno a 1882. En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE), en las Memorias anuales del Instituto-Escuela y en algunos libros más especializados trataron de convencer a sus compañeros docentes acerca de la importancia del excursionismo museístico para el aprendizaje posterior en las aulas. Desafortunadamente, casi nada de todo esto aparece en los proyectos curriculares de Wert en la LOMCE, esa ley que no es lo que dice ser.

 

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