El Gallo-Gallina que me enseñó el significado de la libertad

Un gallo.
Un gallo.

Tengo un gallo que pensé era gallina, al crecer y el plumaje demostrarme el error en el que estaba entendí por qué tenía una actitud tan diferente a sus antes congéneres.

El Gallo-Gallina que me enseñó el significado de la libertad

Tengo un gallo que pensé era gallina, al crecer y el plumaje demostrarme el error en el que estaba entendí por qué tenía una actitud tan diferente a sus antes congéneres.

 

Se llama “Churrusca”, le quedó el nombre intacto luego del cambio de sexo, no vaya a ser que ya no me entienda si no le llamo en el usual femenino; su nombre significa algo así como embriaguez o borrachera. Briaga habré pasado estos meses previos que no noté su creciente masculinidad.

Luego de la prolongada presentación voy a lo que me traen las letras ahora, “Churrusca” es el sueño de libertad de toda gallina, gallo perdón. Durante mucho tiempo se me enseñó, con ciencia, que la forma de tener gallinas era explotándolas, dándoles químicos y alimentos creados para rápidos crecimientos, ovulaciones regulares, carnes magras y fuertes y nada más; sometimiento total. Cogí lo aprendido y lo replicaba, pero la vida en el campo inevitablemente nos cambia y vuelve unos seres apaciguados y en mayor contacto y respeto con Natura. Han pasado los años y ahora me encuentro sin ganas de comerme una “gallina de patio”, de tener huevos con puntualidad y en exacta cantidad todos los días. De hecho, he comprendido que una gallina, gallo perdón, puede ser una perfecta mascota. Es en este punto, recuerdo a la abuela de un amigo que tenía gallinas-mascotas dentro de casa; recuerdo también a la escritora aquella que tenía cierta afición a mantener a sus gallinas en su vivienda, entre sus libros y sus letras, al mover libreras encontraba nidos hechizos y al visitarla encontrabas gallinas-mascotas pululando sobre los muebles, en la cabeza de la escritora… No quiero llegar a ese punto, necesitaría demasiada ayuda en limpieza y psicología, pero entiendo ahora el cariño que se le puede adjudicar a un animalillo poco usual y cómo cambian nuestros puntos de vista sobre cosas “tan sin importancia” como el amor y la libertad.

Volviendo a mi gallo-gallina, Churrusca tiene las alas completas, largas, sus plumas intactas, señal indiscutible de libertad. Dejé de recortárselas luego de darme por vencida de sus “houdinescos” escapes. Preferí enseñarle regresar a casa con sus propias patas o alas. Así es que luego de múltiples intentos, enojos y decepciones, hemos aprendido el significado del albedrío. Churrusca vive en su amplio gallinero, come maíz sin químicos, sobras de vegetales y verduras (es mi compostario vivo), bebe agua de sus recipientes, vive, pelea y convive con su familia de símiles y cuando se le entra en gana, se escapa. Le encuentro en el patio, afuera del gallinero, en el huerto,  en la puerta de casa, a centímetros de “Casiopea” la Retriever cansada que siempre me acompaña, en fin, en el lugar que mejor le plazca a la hora que mejor le parezca. Lo mejor, es que no se va, parece encontrar todo lo que necesita en esta su casa y me parece que la libertad va siendo precisamente eso (aunque nuestras sociedades aún no contemplan los derechos de los animales al nivel del de los humanos).

Reconocemos la libertad como el derecho básico e inalienable, de elegir nuestras conductas en la sociedad, lejos del sometimiento, la voluntad de otros, de obligaciones, deberes o disciplina. Con base en esa premisa, entiendo a mi Gallo-Gallina  más libre de lo que yo misma me sé.

Podré elegir mi conducta ante la sociedad, eso sí, corriendo el riesgo de ser señalada y afrentada con cada una de mis decisiones personales que parecen importar mucho a muchos, especialmente en lo referente a religión, política y educación. Lejos de las voluntades y sometimientos de otros, pues siendo sincera no estoy, se me imponen marcas, modelos, formas, comportamientos, estilos de vida, jerarquías, autoridades, gobiernos, etc.; en la imposición de gobiernos incluso se me tima y se me hace creer que en realidad les elijo y que mi deliberación sí importa. Obligaciones, deberes y disciplina pues esas las tenemos desde “tierna edad” y no nos escapamos de ellas aunque lo intentemos (dura aceptación para una díscola de profesión). Sí, mi “Churrusca” es más libre que yo.

Y digo el posesivo “mi” antepuesto al Gallo-Gallina y entiendo que no lo poseo, que le llamo mío solo porque el cariño que nos profesamos nos hace pertenecer y nada más, porque en realidad puede marcharse cuando quiera, pero parece estar tranquilo viviendo en libertad.

¿Y si nos liberamos todos y dejamos crecer nuestras alas?

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