Los gallegos son el eslabón indoeuropeo perdido, que andan buscando por Asia

Bandera de Galicia. / Xurxo Lobato
Bandera de Galicia. / Xurxo Lobato

Los gallegos descienden de Loiras Godinas, el Neptuno del mar, y del matrimonio del rey Cintoulo con la reina Lupa, que los hace vivir entre el mar y el monte, pero aficionados siempre al marisco.

Los gallegos son el eslabón indoeuropeo perdido, que andan buscando por Asia

Los gallegos descienden de Loiras Godinas, el Neptuno del mar, y del matrimonio del rey Cintoulo con la reina Lupa, que los hace vivir entre el mar y el monte, pero aficionados siempre al marisco.

Manuel Guisande ha escrito en MUNDIARIO un artículo titulado ¿Somos los gallegos una raza superior? ¿Será eso posible?, preguntas también planteadas en Facebook por José Luis Gómez. ¿Mi respuesta? Si. Su origen no tiene absolutamente nada que ver con Adán y Eva, ni Cristo los fundó, porque ya estaban allí mucho antes de que los romanos les impusieran la religión imperial.

Los gallegos aceptaron el Panteón romano y sus dioses con su tradicional filosofía de la aceptación, ese conocido “bueno carallo, se teñen que vir que veñan”, y trasladaron sus ritos ancestrales a los montes con petroglifos, donde continuaron con sus ruegos telúricos, como la ceremonia de “virar a pedra”, y ritos en los montes como el de la “sanación del carballo”, buscando el horario de doce de la noche a dos de la mañana, para que los potenciales mirones ya estén en la cama.

Son famosos sus ritos de fertilidad en los puentes y las playas, y está el centenario rito de la queimada, licor excelente, aunque la invocación a “os fedorentos cus” de no se sabe bien que entidades del inframundo resulta delirante.

Los gallegos descienden de Loiras Godinas, el Neptuno del mar, y del matrimonio del rey Cintoulo con la reina Lupa, que los hace vivir entre el mar y el monte, pero aficionados siempre al marisco. Su religión sigue siendo la misma que antes de la llegada de los romanos, solo cambia el nombre de los dioses, que ahora tienen nombres de santos (el sentimiento religioso no varía). De la purísima Ceres pasaron a lo siguiente, pero ni se enteraron.

Lo que más ha marcado el espíritu galaico, racial y culturalmente, ha sido la desconfianza total hacia el demonio. Tú te puedes reír de los demonios en Galicia (van en el mismo pack de la fe), pero no se lo toman a mal, te escuchan, se ríen y dicen “manda carallo”, como dando a entender que su voluntad está regida por otros principios. Estoy absolutamente convencido de que los gallegos son el eslabón indoeuropeo perdido, que andan buscando por Asia, y está ahí, en Galicia.

Durante mucho tiempo fueron llamados “Oestrimios”, porque no se atrevían a llamarlos lo que son: protoceltas y celtas. En investigación siempre hubo mucha envidia.

Comentarios