Escribir sobre el maltrato a mujeres no está de moda, es aburrido, huele a rancio

Alguno de ustedes ya habrá abandonado la lectura de este artículo porque presupone todo lo que vendrá detrás. Porque está cansado de artículos como este que se repiten hasta la saciedad. ¿O no?

Escribir sobre el maltrato a mujeres no está de moda, es aburrido, huele a rancio

Grupo de mujeres sonriendo

Escribir sobre el maltrato a mujeres no está de moda, es aburrido. Es más, posiblemente alguno de ustedes ya habrá abandonado la lectura de este artículo porque presupone todo lo que vendrá detrás. Porque está cansado de noticias y artículos como este que se repiten hasta la saciedad y de escuchar siempre la misma cantinela. Es sabido que las informaciones sobre maltratadas no gozan del favor del público, no circulan por las redes sociales y huelen a rancio. “Ya está esta dando la murga con el tema de siempre”, pensará. Y no se equivoca.

Resulta que esta madrugada, en Álava, han asesinado con un cuchillo a una mujer de veintiséis años. La noticia, en fin, no tiene nada de particular. El marido de la fallecida quiso así demostrarle su profundo amor: hundiéndole varias veces un arma blanca en las entrañas para que le quedara claro quién era el que mandaba. Para darle más dramatismo a la historia, parece ser que cuando la policía llegó al piso, había un bebé del que se ha hecho cargo una cuñada de la fallecida. Suponemos que el crío ha sido testigo de la cruenta escena y que, en el futuro, no recordará nada, al menos en la capa de la consciencia. Ayer, sin embargo, fue en León donde las ancestrales costumbres del macho ibérico han hecho acto de presencia; el novio de una muchacha de diecinueve años la asfixió hasta matarla, más que nada para que no llegara a cumplir los veinte. Antes de ayer, por aquello de echar la vista un poco más atrás, a una mujer en Córdoba su marido la golpeó con un hierro y terminó de rematarla después de toda una amarga vida de maltratos. La causa del crimen se desconoce pero podría ser que la raya del pantalón no estuviera lo suficientemente marcada o que el filete de la cena no fuese de su gusto.

Podría seguir así, en una cuenta a la inversa, y llegar a enero donde la suma total ascendería a veintiuna víctimas. Pero no quiero hacerme pesada, intuyo que, a estas alturas, este artículo ya apestará a naftalina, a humedad de trastero, a reseco. Y no quiero molestar. Solo pretendía disparar al olvido.

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