En tren, ¡viaje sobre rieles!

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Este fue mi tren de vida por muchos años.

Los quebrantos y las preeminencias de este medio de transporte.

En tren, ¡viaje sobre rieles!

En mi calidad de viajero frecuente, deseo compartir estas breves líneas férreas, quizás innecesarias, pero sí importantes si es usted un turista en ciernes: viajar en tren. Como estas moles metálicas son tan distintas y tan iguales, es bueno conocerlas mejor.

Ante todo, aclaro que un tren están compuesto por locomotora y vagones. Entonces nos topamos con la primera curiosidad. Miren, estoy en contra del mal uso del lenguaje y jamás utilizaré los giros “todos y todas”, “vocero y vocereza”, etcétera, que están de moda. Pero acepto que es incongruente que se llame “locomotora” a esa máquina. Debería nombrase “locamotora” o “locomotor”, ¿no? Lo de los vagones se entiende, porque son grandes entes que no hacen nada y dejan que los arras-tren. Propongo entonces la creación de un tren que salga de los Parlamentos de cada país, por la cantidad de vagones con que se nu-tren esas entidades, pero temo que el proyecto lo frus-tren ellos mismos.

Me fui del tema, disculpen. En su momento descubrí que hay trenes llamados Metros (por el apócope de “metropolitanos”), que transitan rápidamente por los sótanos de la ciudad y en tramos pueden ir por la superficie. Van por diversas líneas que se tren-zan, formando una red para abarcar más lugares en las urbes.

Conozco unos cuantos Metros como el de Londres (el primero que se construyó en el mundo). ¿Qué puedo decir de ellos? Que los hay limpios, modernos, lindos, fríos, pocos profundos y hasta “imperiales” (zaristas-soviéticos) como el de Moscú. También los hay impregnados de fuerte olor a sobaco como el de… (mejor no lo digo para que se sorprendan cuando lo usen). Pero los trenes igual llegan y parten con fidelidad. Me encanta viajar en Metro.

Ojo, existen otros que hacen la misma función del Metro, pero en realidad son trenes que siempre corren por la superficie de la ciudad. Por ejemplo, en Buenos Aires y en Jerusalem los hay (cuidado en éste último, porque permiten que en los pasillos se concen-tren más cochecitos de niños que asientos hay en cada vagón).

En cuanto a los tradicionales trenes, he tenido la oportunidad de subirme a más de una tren-tena de ellos. Menciono especialmente uno en Perú, que va del Cuzco a Machu Picchu (precioso, parece sacado de un cuento infantil) y uno en Sri Lanka (el quinto mejor recorrido en tren del mundo, según me dijeron). Y sería un crimen no aludir aquí a El Expreso Oriente o El tren de las 3:10 a Yuma, porque he visto esas películas varias veces, aunque no los hay usado.

Dejé para el final el más increíble tren que me haya tocado subirme: el Tren de Hershey, que en Cuba va desde La Habana a la ciudad de Matanzas y viceversa.

Tiene nombre de chocolate, porque el empresario chocolatero con ese apellido lo mandó a construir a principio de los años 20 del siglo pasado. Es una reliquia. El único tren eléctrico del país (que funciona cuando no hay apagones, claro).

Hace un recorrido de 98 kilómetros en 4, 5, 6 horas, o incluso en medio día. Porque va a una velocidad que se podría uno bajar y caminar a su lado. Se detiene cada 80 metros como promedio. Cualquier persona, esté o no en un paradero le hace señas y frena. Una vaca mueve el rabo y frena. A veces el maquinista saca la cabeza y le grita a una señora en la puerta de una casita en medio de un monte. “¿Cómo amaneció hoy Cipriano de sus tercianas?”. Permiten que en-tren personas con tres gallinas amarradas por las patas, con un lechón en un saco de yute y dos latas de aceite llenas de guayabas. Es tan viejo el tren (ayuda el olor a bronce que se te pega a la piel) que uno piensa que está en el oeste norteamericano y espera nervioso que lo asalten los pieles rojas y lo secues-tren.

Si todas mis experiencias en tren han sido fantásticas, ésta gana por lo peculiar.

Pero sin importar nada, mi opinión es que moverse en tren en el país que uno visite, es lo mejor. Trén-galo por seguro. @mundiario

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