Cuando mi deseo de practicar sexo con una desconocida se convirtió en éxtasis

Sexo oral
Sexo oral.

Era un día cualquiera de verano y volvía a mí ese deseo irrefrenable de follar. Necesitaba sentir el roce de un cuerpo femenino para entremezclar el deseo…

Cuando mi deseo de practicar sexo con una desconocida se convirtió en éxtasis

Era un día cualquiera de verano y volvía a mí ese deseo irrefrenable de follar. Necesitaba sentir el roce de un cuerpo femenino para entremezclar el deseo y los latidos de dos corazones dispuestos para dar y recibir placer. Tan solo pensarlo me provocaba una borrachera de sensaciones y un cosquilleo muy agradable en las pelotas.

Mientras lo pensaba me dirigí a un restaurante cercano a mi trabajo, la brisa era agradable, siempre me ha gustado imaginar este tipo de situaciones porque me liberan de alguna manera del estrés habitual. Una vez sentado en el restaurante y después de haber pedido una cerveza me puse a revisar el correo en mi móvil, mantenía esa sensación cachonda en mi cabeza mientras saboreaba la pinta helada, una birra que por no tener nada en el estómago subió a mi cabeza como un susto o un disgusto cuando nada jodido te esperas, así, de golpe.

Levanté mi cabeza para coger una aceituna y fue en ese instante cuando la vi. Unos treinta años, de melena morena y ojos oscuros, estaba en una mesa próxima a la mía, justo en frente, rodeada de hombres que hacían que la escuchaban cuando lo único que se les estaba pasando por la cabeza, eran las mil y una formas y maneras que cada uno de ellos podría idear para follársela.

Mientras me metía la aceituna en la boca, ella me miró, fueron unos segundos, continuando con su charla mientras los lobos ávidos de carne babeaban a cada trago de vino. Me quedé absorto mirando toda aquella situación, cuando ella levantó la mirada para meterse un bocado de carne, me miró de nuevo y yo sonreí, obligándola a desviar su mirada y a limpiar su boca con un gesto de timidez bien trabajada. En ese momento se acercó una camarera para recitarme el menú del día. Era una chica menuda que lucía una ajustada camiseta completamente sudada y llena de lamparones, con unas prominentes tetas que querían escapar del sujetador que las ahogaba, tenía aspecto de haber sorteado piropos, faltadas y propuestas deshonestas de algún tipo sin formación moral alguna. Sorteé con la mirada unas caderas que portaban un culo de grandes dimensiones que pasaba buscando mesa y la pillé otra vez, mirándome. Mientras tanto, la camarera recitaba robóticamente el menú del día al que yo hacía caso omiso, le contesté como pude, - Por favor tráigame otra cerveza y para comer, bacalao a la plancha con una ensalada grande. Gracias.

Por fin, la camarera, fiel reflejo de un mito sexual de antaño, salió de mi ángulo de visión. Ella ya no me miraba, comía el postre, pensativa, ajena a la jauría de lobos que continuaban sin quitarle los ojos de encima.

Las cervezas habían hecho su largo recorrido en mi interior y el líquido pinchaba mi vejiga, me levanté y me metí el móvil en el bolsillo dirigiéndome al fondo del restaurante en busca de los lavabos; pasé por delante de su mesa, ella me miró fugazmente. Joder, me meaba como un anciano de 100 años. Los aseos estaban más limpios de lo habitual, normalmente huelen a callejón, aquel olía a la amiga de tu abuela cuando te iba a dar un beso. A antipolillas.

Me bajé la bragueta y saqué mi polla, la tenia completamente empalmada, dudé si quizá fuera por lo que había estado pensando antes o por la próstata prisionera por mi vejiga que estaba a rebosary le dirigí unas palabras – ¿Qué?, ¿estás cachonda eh?, siempre he hablado con mi polla, una gran amante y sufridora. Mientras me la sacudía pude oír que alguien entraba en el baño. Odio que me pillen subiéndome la bragueta.

Cuando me disponía a salir, abrí la puerta y me la encontré de frente. Aquella melena morena acompañada de uno ojos marrones enormes, puso su mano en mi pecho y empujándome dentro del aseo me preguntó, - ¿No nos presentas? dedicándome una sonrisa lasciva. De una manera muy ágil como si ya lo hubiera hecho antes, se sentó sobre la taza del wáter  y mientras me bajaba la bragueta y se metía mi polla en su boca balbuceo, -Deja ya lo hago yo.

El contraste de temperatura de mi entrepierna y su boca, en la que le entró completamente toda a pesar de estar muy gorda, provocó que se inflará aun más, como un bote salvavidas cuando entra en contacto con el agua, una parte de mi polla rozó la cara interior de su dentadura llegando a chocar con su garganta repetidas veces, parecía que se la iba a tragar.

Empezó a chupar rítmicamente, como poseída por una sed descomunal. Aquella  unión de sorpresa e incredulidad, sumada a la inyección de adrenalina, pusieron mi polla a punto de estallar. Ella jadeaba, gruñía, al ritmo del típico sonido que hace un pez cuando lo sacas del agua. Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba pasando en ese momento y me anime, viniéndome arriba, me puse a follarle la boca cogiendo su cabeza por la nuca.  Pudo liberarse quitando las manos con un rápido movimiento de cabeza, al tiempo que cogía mi polla con su mano derecha y con un cambio giratorio de muñeca continuaba chupando. Me la comía  y me pajeaba sin parar, era como si hubiera sido atrapado por una ordeñadora de la que no podía ni me quería liberar.

Intenté levantarla para follármela, pero no se dejaba, quería chupar, lamer, mamar, succionar. Cogió mis pelotas con su mano izquierda, como si de una bolsa de monedas se tratara empujando firmemente de ellas hacia abajo, apretando y tirando, sin dejar de chupar. Iba a  correrme,  la presión en mis huevos acompañados del masaje en mi polla y la presión en mi capullo atrapado al fondo de su garganta estaba a punto de provocarme una corrida inminente y ella lo sabía, y aumentó el ritmo ágilmente. No quería follar, simplemente quería comer una polla y me tocó a mí. ¡¡¡¡Dios!!!! Me corrí, ella clavó su boca, con la que sus labios besaron mi pubis, contrayendo su garganta rítmicamente como si tragara mientras tiraba de mis pelotas, con la tensión y presión justas para sacar todo lo que quería de mí. Limpió el palito como si de un helado se tratara. Apoyada en la cisterna, enteramente satisfecha me dijo, -Un placer, hasta la vista… empujándome de nuevo como pidiendo paso y desapareció. Mil preguntas y sensaciones asaltaban mi cabeza, mi polla todavía palpitaba en mi mano, me la guardé completamente extasiado, me lavé las manos y me dirigí a la mesa de nuevo.

Ahora permanecía de espaldas a mí y descansaba la mano con la que acababa de sujetar mis huevos hacia un momento en la pierna de uno de los lobos que la esperaban, en ese instante me di cuenta. El lobo era ella.

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