“¿Cuál es la esencia de la vida?”, se preguntaba Aristóteles hace veinticuatro siglos

Personas saludando. / Mundiario
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También Tagore se hizo la misma pregunta en el siglo XX: Ambos sabios respondieron de la misma forma.
“¿Cuál es la esencia de la vida?”, se preguntaba Aristóteles hace veinticuatro siglos

En determinados momentos de la vida, sobre todo durante la adolescencia y primeros años de juventud, nos habremos preguntado por nuestra misión en este mundo. Las respuestas de cada uno serán bien diferentes: éxito profesionalmente, adquirir fortuna, llevar una vida pacífica y sin sobresaltos, crear una familia, disfrutar intensamente de todo lo que existe a mi alrededor, ... En definitiva, tras esos deseos concretos se encuentra un objetivo claro: intentar ser feliz, de acuerdo con la idea que cada uno tiene sobre lo que es la felicidad.

Rabindranath Tagore, en su escueto – en palabras- poema titulado Servir, nos muestra el principio básico para acceder una existencia pacífica, serena, alegre y feliz; y lo hace de una forma sencilla, clara y convincente, al menos para mí:

Dormía, y soñaba que la vida era alegría.

Desperté, y vi que la vida era servicio.

Serví, y vi que el servicio era alegría.

También el sabio Aristóteles se preguntó cuál era la esencia de la vida y respondió, muchos siglos antes que Tagore: “Servir a otros y hacer el bien".

¿Y cómo hemos de entender la idea de servir? En mi opinión, en el sentido de estar disponibles para los demás, ayudar, auxiliar a los otros; regla aplicable a los ámbitos de la familia, la sociedad, el trabajo y cualquier otro.

Servir implica abandonar la comodidad y la pasividad para entregarse a los demás; olvidar el egoísmo y volcarse en la generosidad; acercarse con humildad a los que nos necesitan; renunciar a parte de nuestro tiempo para entregárselo a los demás; ser capaces de ponernos en el lugar del otro para comprender sus actitudes, inquietudes, preocupaciones y necesidades; servir es también escuchar con atención y mirar a los demás con comprensión y cariño.

Sirviendo, tendremos momentos de felicidad, o de alegría en palabras de Tagore, nosotros mismos, al sentirnos útiles, al tiempo que proporcionaremos alegría a los que nos rodean. Contemplar esta alegría en los otros será el más valioso retorno que podremos recibir por la asistencia prestada. Dicho de otra forma: cuanto más demos, más recibiremos.

¿Qué se puede añadir a las sabias palabras de Tagore? Solo se me ocurre decir que son válidas y merecedoras de ser aceptadas por cualquier ser humano de buena voluntad, independientemente de su ideología política, religiosa o de su cultura. Porque la diferencia entre la idea de servicio de unos y otros estribará en el motivo personal por el que cada ser humano acepta que el objetivo de su existencia es servir a los demás.

Servir a los demás no es “buenismo”, tampoco es tarea propia solo de la “gente mayor” o de quienes sienten el compromiso religioso de la fraternidad. El servicio, la ayuda a nuestros semejantes, es la esencia de la vida de los seres humanos de cualquier condición. @mundiario

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