¿Puede producir daños cerebrales algún tipo de cine...?

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En el cine francés una simple imagen te puede destrozar...

Cuando pensaba que el cine francés era lo ideal para quedarse dormido, resulta que puede producir daños colaterales de difícil curación, ironiza este escritor.

¿Puede producir daños cerebrales algún tipo de cine...?

Cuando pensaba que el cine francés era lo ideal para quedarse dormido, resulta que puede producir daños colaterales de difícil curación, ironiza este escritor.

 

Hace unos días escribía que no hay nada para dormirse por la noche como el cine francés. Ni contar ovejitas, ni valium 110, ni anestesia cerebral; pero desde que he empezado con esta especie de terapia cinematográfica me da la sensación de que estaba equivocado porque a medida que veo filmes y más filmes cada noche noto que empiezan a producir daños colaterales que sinceramente no me los esperaba.

Ayer, viendo una peli, casi quince minutos se pasó un tipo en silencio en la cocina quitando botes de una alacena viendo lo que eran. Cogía uno, leía el etiquetado, le daba la vuelta, otra vuelta, otra más y luego otra. Y de vez en cuando la cámara enfocaba una manilla blanca de la portezuela. ¿Alguna idea que captar? ¿algún mensaje subliminal? ¿quizás en vez de algún mensaje subliminal una estupidez descomunal? Pues yo echándole minutos visuales al asunto.

Así como cuatro envases leyó y releyó el tío. Pues fíjate lo que son las cosas (y por eso hablo de daños colaterales) una escena que parecía de lo más tranquila y con una música hipersuave me puso de los nervios, y a punto estuve de darle al rewind a la peli y ver si en los créditos figuraba un teléfono o un correo electrónico para escribirle o llamarle y decirle al tipo ese: «joé, chaval, que has que ha cogido pimentón, sal, azúcar, orégano… ¡que no hace falta leeeeerrrrr o es que no ves el dibujooooooo!».

Porque, qué va a ser una cosa cuadradita, blanca, en forma de terrón, y que está al lado de un café con leche… ¿una amapola, una empanada?  Y luego pensé: «y el petardo este… ¿por qué no mira hacia bajo y lee los subtítulos, que lo pone más que claro, A-zú-car?».

Tal tensión me produjo, que después de que el protagonista se fue de la cocina se puso andar por la casa, y era ver yo una imagen de cualquier mueble con puertas y me decía: «a que este gilipollas lo va a abrir, a que lo va abrir y se va a poner a mirar lo que hay dentro y cogerá un zapato para ver qué es… a que lo va a hacer, a que lo va a hacer…».

Así estaba, ya medio esquizofrénico, cuando de repente, mientras se puso a caminar por un pasillo, que aunque era un piso tardó casi diez minutos en recorrerlo, cavilé en los diferente que es la cinematografía francesa de la americana o la española, incluso de la del resto del mundo, porque… ¿qué hace un español, un americano, un ruso, un polaco o incluso un afroamericano, por ejemplo, con una punta, sí, con una punta? Pues la clava, no sé donde pero la clava. ¿Y qué hace un francés? Una película de autor. Ya te vale la France.

 

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