Aprovechando el carnaval, hay chicas que pasan de princesas a malas de cuento

De princesa a mala de cuento con el paso de los años.
De princesa a mala de cuento con el paso de los años.

Con el paso de los años, han cambiado muchas cosas. Por ejemplo, ya no quiero ser la princesa buena, me lo paso mucho mejor haciendo el papel de villana...

Aprovechando el carnaval, hay chicas que pasan de princesas a malas de cuento

Desde siempre, lo que más me gustó del Carnaval fue el teatro. Recuerdo con claridad a Elena disfrazada de zíngara, tipo Esmeralda, la protagonista del Jorobado de Nôtre Damme, gritándome por el centro del pueblo:

- ¡Josefina! ¡No se marche, que por unas monedas le leo la mano!

Y yo, que siempre le seguía los juegos y soy una amante del teatro carnavalesco, le contestaba haciéndome la señora fina:

- ¡Por la misericordia de la Virgen María! ¡No me toques, no me vayas a pasar los piojos!

Yo iba disfrazada de dama, por supuesto. Como buena chica Disney, soñaba con ser princesa y, en esta fiesta, siempre lo conseguía.

Con el paso de los años, han cambiado muchas cosas, ya no quiero ser la princesa buena, me lo paso mucho mejor haciendo el papel de villana, sin fallar a Disney, por supuesto.

En 2014 me ha tocado ser Cruella de Vil y aunque Elena no ha podido actuar conmigo este año, María, como no podía ser de otra manera, se ha apuntado. Fue una Maléfica –mala de la película “La bella durmiente”- de diez. Noche que empezó a la hora de las cañas y terminó a las siete, cogiendo un taxi. Promesa que siempre cumplo.  Por el medio, mucho cantar y mucho bailar. A las cuatro de la mañana cantando una canción de Joaquín Sabina como si nos fuera la vida en ello, se nos acercó un chico muy sonriente, sin disfrazar y nos preguntó si éramos de “Horas de aventuras”. María se puso seria al instante y le contestó, con su cetro en mano, señalándolo con él como si fuera su dedo justiciero:

- Tú eres un ignorante.

Acto seguido, entró una pandilla de princesas, y le dijo, bajando el cetro, que la disculpara, que tenía cosas que hacer. Se puso delante de las chicas, muy solemne, y les dijo:

- Señoritas, pórtense bien, si no… ¡ojo con las máquinas de coser!

A lo que las chicas contestaron con unas carcajadas.

Es genial no tener que preocuparse por no hacer el ridículo. Todo vale. Poder decirle con mucho odio a ese chico al que le guardas cierto rencor que piensas hacerte una bata con su perra, que tiene una piel suave. ¡Y que se ría!

Este año, como ya sabéis, se me presentó un Carnaval sin compañero de disfraz, que se encuentra en su otra casa, cualquier otro punto de Europa, sea cual sea. Esto no es como San Valentín, no se puede aplazar, en verano no es habitual ver a gente disfrazada; así que vamos a dejarlo para el año que viene. Aunque lo eché de menos, mucho, aproveché para sacar a la luz disfraces con los que Roberto se negaría rotundamente a acompañarme. Me imagino lo que haría si le pidiera que se disfrazara de dálmata, por ejemplo. Ponerme todo tipo de excusas, como que se moriría de calor yendo de peluche, o algo así. Alguna ventaja tenía que tener la emigración juvenil para los que nos quedamos: me puedo disfrazar sin tener que buscar consenso…

No se consuela quien no quiere. @reipardorguez

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