Centenarios

Cada vez hay un mayor número de personas centenarias. Recientemente en la Voz de Galicia venía una noticia sobre este fenómeno: “La provincia cuadruplicó en 20 años las personas centenarias…” De 113 que había en enero de 2002 a 438- “363 mujeres y 75 varones- en julio de 2021” Observemos un dato, conocido ya por bastantes personas. Las mujeres viven más que los hombres, unos siete años más de media. Como curiosidad, los hombres sardos viven tanto como las mujeres. Andrew Weil, hace muy interesantes valoraciones sobre la vejez en su vídeo Envejecer saludablemente y cuenta eso, entre otras cosas. Nadie sabe por qué las mujeres viven más de promedio que los hombres ni por qué los hombres de Cerdeña viven tanto como las mujeres; si fuera así, supongo que los hombres harían todo lo posible por acercarse al promedio femenino.
Bromas aparte, hay algunas cosas que sí podemos hacer para favorecer nuestra longevidad, pues están constatadas como factores que ayudan a envejecer mejor y alargar la vida o la calidad de vida: “es recomendable sobre todo un buen control del peso, el colesterol y la presión arterial, y evitar el sedentarismo y los riesgos de accidentes; porque si hay una fractura, es más difícil volver a la situación anterior.”
De todos estos factores está acreditado que las personas delgadas viven más. Por supuesto, esto no significa que solo vivan hasta los cien años las personas flacas, pero hay más personas que sí lo hacen. Junto al artículo de La Voz, ya señalado, había un par entrevistas a dos centenarios, que siguen activos, y lo que más destaca en ellos es la alegría de vivir y el sentido del humor. Opino que es fundamental en el envejecimiento. Es un rasgo emocional de flexibilidad y de inteligencia, lo que no tiene que significar estar partiéndote de risa a todas horas, sino una actitud vital agradecida, una especie de sonrisa ante la vida, adversidades incluidas.
Juliana Novo tiene 102 años y sigue trabajando. Me admiran este tipo de personas. Claro que esa mujer tuvo una vida difícil: “Había que ir co saco ás costas a Viveiro- 25 Kilómetros- Galdo, Mañón, Loiba...” Pese a que recuerda con tristeza a las personas que ya no están en su vida- es lo que tiene llegar a una vida tan larga, vas perdiendo a muchos seres queridos en el camino- su mirada en general es alegre y luminosa.
El otro centenario es Gustavo Pita Robles, que conserva su carnet de conducir a sus cien años. “… preparo a comida á miña maneira, con moitos vexetais, verduras e legumes”
Por tanto, vemos que la actitud, unida a una buena alimentación ayudan, aunque la genética ayuda mucho también, ya que hay casos sorprendentes de personas fumadoras o bebedoras que llegan a una edad muy avanzada, pero son la excepción.
En el artículo de La Voz ya comentado se dice que a estas edades “aumentan las probabilidades de ser frágiles o perder capacidades funcionales físicas y cognitivas”. La frase debería ser matizada. No es que aumente la fragilidad- en mi opinión- sino la conciencia de la fragilidad. Por el hecho de ser humano, frágil lo eres siempre. Pero al llegar a la ancianidad aumenta la conciencia de la propia fragilidad a consecuencia del cambio. El anciano no se reconoce en quien es ahora, y en función de su “fe”, da vueltas en círculos rumiando su situación o avanza con lo que tiene e intenta mejorar, recuperar algo de lo que ha sido. Algunas personas que en su juventud y madurez han sido grandes deportistas o personas con una salud de hierro, si ven que su cuerpo no responde se frustran. Aquellos que hayan tenido mentes privilegiadas, y que vean que no tienen la memoria retentiva de antes o que les cuesta más comunicarse, puede que se replieguen sobre sí mismos por el miedo que les supone enfrentarse a un cambio que no saben si tendrá efectos permanentes. Y, sin embargo, todos estamos en constante cambio, porque lo está la vida, a la que pertenecemos. La flexibilidad se muestra como algo esencial en el proceso de envejecimiento. Porque la flexibilidad unida a la “fe” particular que tengamos en nuestras posibilidades- no certezas, pero sí posibilidades- unida a su vez a la aceptación de lo que no podemos cambiar o de aquello para lo que necesitaremos tiempo, produce unos efectos grandiosos. Si a eso le añadimos pasión por la vida, tenemos la ecuación perfecta para una apacible ancianidad. La vida en sí misma es un milagro y la perdemos en bagatelas, dando vueltas una y otra vez a lo que no queremos que sea. Cierto que la naturaleza dota a las personas de muy diversas cualidades, pero está en la libertad de cada uno conocerlas y querer o no explotarlas, no detenerse en la queja.
Aunque era muy joven (32 años) la actriz Silvia Abascal tuvo un ictus hace ya bastantes años « Una abrasadora fuente de lava se puso en marcha dentro de mi cabeza. Fue como si me inyectaran amoniaco por los oídos ». , decía ella según la hppt://el coreeo.com del jueves 30 de mayo de 2013. La dejó casi como si hubiera vuelto a nacer. Y ¿qué hizo en ese caso? Reaprender. Volver a aprender lo que había olvidado a consecuencia de aquel bache. Recuerdo haber leído la noticia, impactante y recuerdo haber comprado su libro Todo un viaje (Ed. Temas de hoy) No lo leí entero, pero hasta donde llegué su narración me dejó admirada por su entereza como persona. Con frecuencia las situaciones difíciles nos preparan para una nueva dimensión de nosotros más humana y más fuerte a la vez, pero queremos soslayarlas, pensando que nos van a hacer sufrir, y en realidad más sufrimiento causa la división y la negación de aquello que es.
Andrew Weil, en el vídeo citado al comienzo de este artículo, aludió a una característica de los ancianos que con frecuencia pasamos por alto: su capacidad para ser vínculos vivos con el pasado. Lo que ellos todavía recuerdan y nos transmiten nos sirve para comprender mejor la historia en general y nuestra historia personal en el caso de que el adulto en cuestión tenga algún parentesco con nosotros.
Un personaje muy conocido de A Coruña ha llegado también a centenario. Se trata de Liaño Flores. El decano del Colegio de Abogados de A Coruña, escribió un sentido obituario del que me interesa destacar su último párrafo:” Con su fallecimiento, todos hemos perdido parte de una memoria colectiva que solo él conservaba y que relataba como nadie. Todos hemos perdido un compañero, pero por encima de todo hemos perdido un amigo”. Las personas longevas que fallecen, conservando sus capacidades intactas o lo suficientemente conservadas como para poder conversar, nos vinculan a nuestra humanidad, a lo que seremos cuando lleguemos a esa edad, si es que llegamos y al prodigio de llegar al final de nuestros días siendo. @mundiario