Mandela, un hecho histórico en el gran cementerio diario de los 'eventos'

Por fin un hecho histórico, Nelson Mandela, en el gran cementerio de los “eventos” que nacen y mueren todos los días, haciendo previsible e “histórica” cualquier cosa.
Por fin un hecho histórico, Mandela, en el gran cementerio de los “eventos” que nacen y mueren todos los días, haciendo previsible e “histórica” cualquier cosa. Por ejemplo los casi 40 años de la Constitución del Estado Español.
Tanta unanimidad prodigada al incomparable dirigente africano, resulta sospechosa, a pesar de todo, por rutinaria y bienpensante. Los que callan son muchos más de los que se diría ,y los que beatifican, con frecuencia no se atreverían a lo contrario.
Poco importa. La lucha de razas, como la de clases, la de sexos o la de religiones es lenta, cambiante y probablemente sin solución definitiva. La esencia de la revolución –según Bernstein- es descubrir, cada vez que se cree haberla alcanzado, que la meta vuelve a estar un poco más allá.
Nelson Mandela sólo tuvo en contra de su inmensa dimensión histórica lo limitado del marco en que la forjó.
Sudáfrica no es USA ni aun –aún- la India.
Pero el gran abuelo tuvo más éxito que Luther King e incluso que Gandhi. Estos alcanzaron parcialmente sus objetivos y lo pagaron con sus vidas.
Mandela convenció y venció a un régimen sangriento al precio de pasar casi 30 años de su vida en prisión.
No practicó la resistencia pasiva sino la resistencia de la voluntad.
La “inmaculada Constitución”
No acabamos de saber si se trata de una ironía o de una ilusión: blasfematoriamente el 6 de diciembre de cada año se celebra una especie de Día de La Inmaculada Constitución de 1978, alabada por siempre, por siempre alabada, como si hubiese sido concebida sin mancha de pecado original.
Muy al revés ese pecado que dogmáticamente se desmiente encierra la causa partidista de quienes “consintieron” en “conceder” para desatar sin que se cortase el nudo gordiano de la España eterna.
Camino de otros 40 años después los poderes fácticos de un Estado a l que no le sientan bien las mayorías absolutas, vuelve a exigir “consenso”, para reformar la Constitución, como si cualquier Constitución fuese intocable y no el principio constitucional.
> ¿Reformar la Constitución?
> Cuantas veces haga falta.
> ¿Cambiarla por otra, con otra forma de Estado y de Gobierno?
> ¿Por qué no?
> ¿Consenso?
El del resultado de un plebiscito. A ver si, por primera vez, la historia de esa malformación llamada España se escribe de abajo arriba.
A ver cuándo se termina el interminable puente de la Constitución del 78.