Un abrazo en el CHUAC

Hospital de A Coruña. / Mundiario
Hospital de A Coruña. / Mundiario
Mi ingreso en el Hospital de A Coruña tuvo una primera recompensa: una escena que nunca vi ni en las mejores películas de hospital, vivida a escasos metros.

Hace apenas una semana pasé unos días internado en el centro hospitalario CHUAC –el Hospital Público de A Coruña– debido a una dolencia respiratoria. A finales del pasado año ya me habían internado por la misma enfermedad. Noté en el ingreso los lógicos cambios habidos en los protocolos de admisión, pero permanece –eso que creo desde mi ignorancia en este campo– la base de nuestro sistema sanitario, tan alabado políticamente y tan mal tratado en muchos casos en épocas de recortes; me refiero a la cultura del cuidado, cuidado que observé en todos los sectores, desde los servicios de limpieza, administración, alimentación, auxiliares hasta los puramente médicos, pasando por los específicos del cuidado, la imprescindible enfermería.

En esa ocasión tuve la oportunidad de ver a pocos metros de mi camilla, en la sala de los que habíamos pasado el triaje libres de la Covid-19, una bella escena. En la espaciosas sala y entre cortinas que difícilmente dan una mínima intimidad, una doctora traumatóloga se acercó a una anciana doliente de una caída y situada muy cercana a mi lugar de espera, le comunico la firma y entrega de su alta, de cómo la vendría a recoger su hijo, de cómo debía cuidarse y como al haber pasado ella la Covid-19 durante la pandemia y la hasta entonces paciente había pasado los controles la podía abrazar y allí vi, a muy pocos metros de mi lugar de espera de asignación de habitación, un bello abrazo de dos mujeres unidas por el dolor de una y la entrega de la otra. Ante esa bella escena de una ternura extrema llamé a la doctora para mostrarle mi admiración por su disposición de cuidadora. Mi ingreso ya tenía una primera recompensa, una escena que nunca vi ni en las mejores películas de hospital, vivida a escasos metros.

De mi estancia solo queda manifestar y destacar la entrega del personal, sin ningún reproche mínimo, así como esperar que aquellos aplausos habidos durante el confinamiento hayan mostrado a los políticos lo que la mayoría del pueblo quiere: una sanidad si recortes, con condiciones económicas y laborales dignas a tono con su trabajo y con los medíos necesarios para su desarrollo, fundamental para el final que todos necesitamos en algún momento de la vida.

Mi agradecimiento a todo el personal que tan bien me atendió. @mundiario

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