La prensa de prestigio puede cometer errores pero sigue siendo imprescindible

Der Spiegel. / Mundiario
Der Spiegel. / Mundiario

Que un redactor de Der Spiegel se inventara sus historias y pudiera publicarlas es un palo para la credibilidad del semanario político alemán de referencia. Pero nos equivocaremos si le damos la espalda a la prensa de prestigio. Seguiré leyendo Der Spiegel con el mismo interés y la misma atención crítica.

La prensa de prestigio puede cometer errores pero sigue siendo imprescindible

En mi carrera como periodista me tocó vivir el escándalo originado por los diarios de Hitler, que publicó la revista semanal Stern en 1983, creyendo un pequeño núcleo de gerentes y directores que eran auténticos, pero que al final fueron identificados como una burda falsificación. Yo era en ese momento redactor-jefe del Stern y el asunto me pilló por sorpresa, como al 99 por ciento de la redacción, primero la publicación de los diarios falsos y después el descubrimiento del fraude.

La consecuencia del caso: el Stern nunca más se recuperó de la pérdida de su credibilidad. Si en esos años vendía alrededor de 2 millones de ejemplares, en 2018 esta cifra ha bajado a 420.000.

Protagonistas del “Asunto: Der Spiegel”

Los redactores Claas Relotius, de 33 años de edad, y Juan Moreno, de 46, reciben el encargo de la dirección del semanario de describir la situación a ambos lados de la frontera que separa los Estados Unidos de América y México. En el artículo “Jaegers Grenze” (La frontera de Jaeger), que firman los dos y que es publicado el 17 de noviembre del año pasado, el primero retrata a los grupos de extrema derecha estadounidenses en su lucha por impedir la inmigración del sur, el segundo a los miles de centroamericanos que tratan de llegar desesperadamente al país de sus sueños.

A Moreno le entran serias dudas sobre la veracidad del texto de Relotius y se lo comunica a la dirección de la revista. Esta habla con el autor, que trata de justificar sus encuentros en Arizona y las citas de sus testigos.

Moreno sigue sin estar convencido, así que se toma dos semanas de vacaciones para viajar al lugar de los supuestos hechos y descubrir que nada es verdad. A Der Spiegel, con unas ventas de 724.000 ejemplares, le estalla su escándalo.

Reacción del semanario Der Spiegel

Primero, Der Spiegel admite el caso el 22 de diciembre en su número 51/18, describiendo en casi 20 páginas y con todo detalle su descubrimiento, así como entonando un sentido “mea culpa”.

Segundo, Der Spiegel promete investigar si los otros reportajes de Relotius, un periodista al que le llovían prestigiosos premios por doquier, también contenían testimonios inventados. Como era de esperar, la respuesta es afirmativa. El redactor es despedido, Moreno pasa de ser chivato a héroe.

Y tercero, Der Spiegel empieza a estudiar cómo puede mejorar los controles dentro de la redacción. Su departamento de documentación está compuesto de 52 personas: cada artículo tiene que pasar por sus manos antes de ser publicado.

Yo recuerdo en mi época del Stern qué severos eran sus documentalistas, cómo preguntaban hasta el más mínimo detalle de las fuentes del reportaje a publicar.

Pero, claro, verificar citas de personajes o inventados o reales, pero no entrevistados, es casi imposible. No obstante, sin duda han existido fallos en los controles, tanto en la redacción como en la documentación.

Giovanni di Lorenzo, director del semanario Die Zeit, se pregunta en una entrevista en Der Spiegel del 22 de diciembre: “¿Por qué no sonaron las alarmas en algún momento?”. Teme que el caso del periodista/novelista Relotius tendrá consecuencias muy negativas, en cuanto a la credibilidad de los medios en general.

Epílogo

Estando en principio de acuerdo con Giovanni di Lorenzo, pienso que enjuiciar a un medio sólo por un error garrafal, es peligroso. Si hiciéramos lo mismo con otras entidades de reconocido prestigio, ninguna empresa, ninguna institución, ningún partido democrático, ninguna organización religiosa, educacional, cultural, no gubernamental, etcétera tendría hoy en día credibilidad, porque todos han tenido que torear con algún que otro escándalo.

Sabemos que se puede perder la reputación en un día y que recuperarla cuesta tiempo, esfuerzo y dinero. Y también sabemos que sin credibilidad no hay futuro, así que es de sentido común apostar por ella, cuidarla con inteligencia y mimo, así como recuperarla lo antes posible, si ha sido dañada. Por lo tanto, no perdamos de vista la historia de 72 años de Der Spiegel, su lucha por la democracia en Alemania, su apuesta por la Unión Europea, su valor para descubrir escándalos, su excelencia periodística, así como su transparencia en sacar a la luz y voluntad de aprender de este último escándalo, porque si lo hacemos, corremos el riesgo de imposibilitar que esta revista semanal, cuya apuesta contra las fake news y a favor de la verdad es indiscutible, recupere su reputación.

Yo, por lo menos, seguiré leyendo Der Spiegel con el mismo interés y la misma atención crítica de siempre. Y cruzando los dedos para que nunca más tenga que escribir sobre otro “Asunto: Der Spiegel”. @mundiario

Comentarios