Esto no es una guerra: esto es un absurdo, un despropósito

Flores en recuerdo de las víctimas, en Niza. / Twitter
Flores en Moscú en recuerdo de las víctimas de Niza. / Twitter

¡Qué tristeza! ¿Qué decir, que no se haya dicho ya? ¿Cómo consolar a las familias, a los amigos, o simplemente a las miles de personas que se encontraban en el paseo de los ingleses de Niza el jueves por la noche, celebrando el día de la nación francesa?

Esto no es una guerra: esto es un absurdo, un despropósito

Hemos perdido la cuenta. Ante una salvajada de estas dimensiones, ya no reaccionamos con sorpresa como lo hacíamos antaño. Ya no nos quedamos pegados al televisor. Ya ni siquiera es tema de conversación. Ya solamente nos resignamos. Es absolutamente  insoportable. Terrible. Desolador.

¡Pobre Francia mía! En estos momentos me pareces tan perdida, tan indefensa, tan debilitada… ¡Pobre Europa! ¡Pobre Occidente! ¡Pobres los que estamos expuestos a esto todos los días! ¡Cualquier día!

Pero… ¿qué podemos hacer? ¿Cómo asimilar el horror en todas sus dimensiones? A los occidentales no nos han educado para esto. A nadie se le educa para esto. ¡Pobre humanidad en general!

Tal vez hacemos lo único que podemos hacer: protegernos, vivir con ello como si de una terrible enfermedad se tratara. Tal vez y simplemente no podamos hacer nada más. Y tal vez no hacer nada es lo mejor, lo más inteligente, lo más responsable.

No hacer nada, seguir en la medida de lo posible y si somos capaces. Seguir, si tenemos la suerte que todavía no nos haya tocado de cerca. No dar publicidad a esta barbaridad, a esta banda de asesinos sin escrúpulos que han decidido hacer de nuestras vidas un infierno por no pensar como ellos, por no sentir como ellos, por no vivir como ellos lo entienden, en una palabra: por no ser como ellos.

¡Qué tristeza! ¿Qué decir, que no se haya dicho ya? ¿Cómo consolar a las familias, a los amigos, o simplemente a las miles de personas que se encontraban en el paseo de los ingleses de Niza el jueves por la noche, celebrando el día de la nación francesa? ¿Cómo explicar que una velada festiva con tus hijos y amigos, después de ver unos fuegos de artificio, se pueda transformar en un asesinato en masa, en momentos de pánico y sufrimiento sin limites, en un recuerdo escabroso de horror y sangre, en una noche para olvidar?

No estamos en guerra. No. Esto no es una guerra: esto es un absurdo, un despropósito.

Decir que estamos en guerra es darles la razón, es darles todo el poder a estos locos sin escrúpulos, a estos vampiros de vidas ajenas, a estas hienas de la libertad y la fraternidad

Es cierto, yo también lo comenté en uno de mis artículos y me arrepiento. Pero no, no estamos en guerra señores. Decir que estamos en guerra es darles la razón, es darles todo el poder a estos locos sin escrúpulos, a estos vampiros de vidas ajenas, a estas hienas de la libertad y la fraternidad. Decir que estamos en guerra es seguir animando a estos sicarios a apuntarnos con el arma del miedo y la inseguridad. A llenar de balas de angustia nuestro cotidiano. Es retroalimentar la espiral del caos en la que quieren convertir nuestras vidas. Es dejar entrar al enemigo en tu casa, en tu intimidad. Las grietas de los muros de nuestros hogares son finas e imperceptibles, pero también sumamente poderosas y ellos los saben.

Las caras y nombres de las familias destrozadas desaparecerán de nuestras memorias, pero no las imágenes de los heridos y de sus cuerpos mutilados esparcidos por el suelo. Esto es lo que se debería evitar. En mi humilde opinión, ésta sería la forma más honesta y humana de combatir el terrorismo islamista. Dejemos de rellenar espacios en los medios de comunicación con imágenes de muerte. La muerte vende, pero sobre todo, la imagen de la muerte nos hace vulnerables, nos vende a nuestros asesinos, nos deja en manos de nuestros verdugos a través de la publicidad y de su huella permanente en los informativos, de su estela macabra en las imágenes, de su poderoso e ilimitado eco en las redes sociales.

Respetemos todos el dolor y el sufrimiento de los que, de forma anónima, han pasado a ser un nombre más, en la larga lista de inocentes cuyas vidas se han visto truncadas por la locura de estos indeseables.

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