Fracaso aparente de la Conferencia Política del PSOE y de la Interparlamentaria del PP

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba / Telecinco.
Rajoy y Rubalcaba / Telecinco.

Buena parte de los barones del PSOE siguen reivindicando el relevo urgente de la cúpula. Mientras, Rajoy recuerda que sobre la soberanía nacional no hay nada que dialogar.

Fracaso aparente de la Conferencia Política del PSOE y de la Interparlamentaria del PP

¡Un nuevo PSOE ha vuelto para reconstruir el bienestar social, las relaciones con Cataluña, realizar primarias abiertas y renunciar al Concordato con la Santa Sede!

También ha vuelto para ¡renovarse a sí mismo, de la mano de Rubalcaba, Valenciano y Oscar López!

En tres líneas podría resumirse todo lo que ha dado de sí la Conferencia Política extraordinaria del “socialismo español”, como, en esta ocasión, han preferido denominarse. No han explicado el por qué, aunque pudiera ser para dar esa imagen de unidad que prefiere el pueblo español. Si ese era  el motivo, realmente tampoco lo han conseguido: hay bastantes secretarios autonómicos que, a pesar de todo lo expuesto en estos días, siguen ahora mismo reivindicando, con carácter de urgencia,” el relevo” en la cúpula de su partido, porque no la consideran idónea para la profunda regeneración que precisa.

El tema, sin embargo, es lo suficientemente serio e importante como para no liquidarlo con cuatro frases. El PSOE, al menos hasta el momento actual o aquel en el que la socialdemocracia española se aglutine bajo otras siglas, es fundamental para España. Tanto como lo es el PP. Son las dos fuerzas políticas -  independientemente de los problemas internos que ambas puedan acarrear y que deben solventar, mejor antes que después, con amor y privacidad, como se suelen hacer las cosas en familia – sobre las que se articula  mayoritariamente la acción política del Estado. Cualquier deriva en una de ellas, puede perturbar, muy dañinamente, el adecuado funcionamiento de las instituciones del mismo. Y el  momento es de tal transcendencia para la historia del país, que no queda otra que lamentarse de que el PSOE no haya clarificado y expuesto detalladamente, cual  es su alternativa para la estructura del estado, para la actual crisis económica y para que los seis millones de parados dejen de serlo. Muchos son los socialistas a los que les hubiera gustado que en esta Conferencia Política se hablara y acordara buscar con el PP, un acuerdo global para la educación, la sanidad, los servicios sociales, la justicia y la unidad de España.

Lo de “somos socialistas no nacionalistas” no les ha llenado plenamente, porque son conscientes de que la “gran generosidad” que dice Rubalcaba ha demostrado la cúpula del partido dando vía libre a las  “primarias”, debía de hacerse extensible a las relaciones con el Gobierno de España para que los grandes asuntos como los citados, además de las pensiones, se colocaran al margen de las discusiones partidarias, vía pacto, acuerdo, etc. para sacar a este país del tremendo atolladero en el que se encuentra. Incluso después de escuchar a Felipe González afirmar que no hay mejoría alguna en la situación económica del estado y que lo que dice Rajoy  es “un cuento”, esperaban un “mayor derroche de generosidad”. Pero ni lo han visto ni lo esperan, porque todo se ha cerrado en falso y las crónicas, transcurridas muy pocas horas de la clausura, lo están denunciando abiertamente. Es fácil de entender, por tanto, la indignación de quienes creen que, incluso dentro del socialismo, la soberanía reside en el pueblo español y sobre el tema no hay nada que dialogar, como aseveró, nuevamente, Mariano Rajoy, en Córdoba, en la clausura de sus jornadas interdepartamentales, en las que tampoco ha aflorado el candidato popular a la Junta de Andalucía y a la presidencia regional de su partido.

Todos hablaron mucho, con el lenguaje propio de los políticos, que sin llegar  a demostrar “su compulsiva adicción a la mentira” como ha dicho Rubalcaba, aludiendo al PP, no les ha faltado demasiado para ratificarlo. Esta circunstancia, por si misma, es lo suficientemente clarificadora de la situación interna de los partidos políticos, como para solicitar, no de uno sino de todos, el comienzo de sus renovaciones a través de las que recuperen para sus cúpulas y estructuras el afán de servicio y entrega a los demás, que algún día anidaron. Si esto se logra, en los próximos meses, ambas reuniones políticas, han cumplido sus verdaderos objetivos. Otros resultados testificarían su fracaso.

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