¿El exceso de banderas de modo determinado convierte un símbolo común en partidario?

BB145pok [640x480]
El uso de la bandera nacional en circunstancias como la presente reclama prudencia.
El abuso de la bandera como símbolo que envuelva la postura de una parte de la población frente a otra puede derivar en una reacción contraria al ser tomada como emblema propio de unos y no de todos.
¿El exceso de banderas de modo determinado convierte un símbolo común en partidario?

La proliferación del uso de la bandera nacional por parte de las manifestaciones contra el Gobierno de Pedro Sánchez, que se atribuyen con carácter general de estar animadas por Vox, ha derivado en un debate y aguda controversia sobre su uso y/o abuso, dado que son acciones combinadas con caceroladas expresivas.  Por una parte, se dice que nadie puede prohibir el uso de la enseña nacional por un ciudadano en todo momento, y que prohibirlo o censurarlo atenta contra la libertad de expresión, el derecho de manifestación y el uso simbólico de su contenido. Pero desde otra posición se arguye que el modo en que se ejercen tales derechos resulta abusivo por cuanto convierten un símbolo que es de todos en un emblema de partido, cargado de ideología que desvirtúa el carácter del símbolo mismo y, de alguna manera, lo manipula como si fuera sólo de ellos. Y una tercera opinión concluye que el abuso de banderas en la calle puede provocar el efecto contrario, es decir, que se convierta en una expresión que genere desafecto y rechazo por quienes discrepan del significado de estas manifestaciones, apoyen o no al Gobierno, en su caso.

Lo cierto es que esta bandera, con el vigente escudo, tiene en sí misma un significado o se le da un significado distinto de la que vino a sustituir, no en sus colores, sino en el escudo, que dejó de ser el de Estado Nacional con el águila de San Juan y su parecido a la de los Reyes Católicos. No es propiamente una bandera preconstitucional, sino que su vigencia se mantuvo hasta que el escudo anterior fue sustituido, ya con la Constitución aprobada tres años después, donde por cierto figura el viejo emblema en el texto original.

Diversos especialistas han escrito sobre la controversia sobre las banderas. La del Estado Nacional estuvo en vigor hasta 1981, cuando por ley de 5 de octubre se sustituyó dicho escudo por el actual, en el que desaparece el águila con el yugo y las flechas en sus garras, el lema “Una, grande y libre” y la corona ducal fue sustituida por la real, además de incorporar un escusón con las flores de lis de la Casa de Francia, rodeada de un cerco rojo, para diferencias a los borbones españoles de los franceses.

Resulta poco apropiado en términos generales emplear las expresiones preconstitucional o inconstitucional con referencia al escudo anterior, que, conviene insistir en ello, estuvo vigente hasta tres años después de aprobada la Constitución y figura en todos los documentos de los debates, redacción y promulgación de la Constitución española de 1978. Y también figura en el texto del ejemplar solemne que firmó el Rey Juan Carlos I, y que se conserva en el Congreso de los Diputados. O sea, que es el escudo del régimen anterior que sobrevivió un tiempo hasta que fue sustituido. Pero es evidente que su uso actual en banderas exhibidas se asocia inevitablemente con partidarios del régimen anterior. Y de eso no cabe duda. Ninguna.

Es curioso que, en España, esto de las banderas, sea siempre problemático, según se mire. La actual bandera de Euskadi es la misma que Sabino Arana inventó para el PNV, de suerte que no deja de ser una bandera de partido; es decir, de una ideología concreta. Otro caso es el del propio Bloque, que toma como bandera la de Galicia y le coloca una estrella roja. O sea, que hay antecedentes en todos los sentidos, desde convertir un símbolo de unos en el de todos, o transformar el símbolo que se supone de todos en el de unos.

Tal y como están las cosas, no creo que sirva de mucho que se haga un llamamiento a la sensatez para evitar males mayores. No cabe duda de que a esas manifestaciones acuden personas que critican el modo en que el Gobierno del Doctor Sánchez conduce la crisis del coronavirus. Pero es que en la oposición se aprecian asimismo conductas no precisamente sensatas o que prioricen lo que se espera que debe imperar al servicio del inmediato interés común. Algunos testimonios no confirman que todos los manifestantes sean del mismo color, del mismo modo que la inicial atribución a los barrios donde surgieron (y donde viven no pocos miembros destacados del Gobierno de coalición), fue demasiado simple.

En resumen: No creo que sea buena idea incrementar ese mar de banderas en creciente marea con el significado que se desprende, ni me temo que sirva de nada pedir un poco de moderación porque la situación ya no es controlable. Pero sí hay, como en todos estos casos, un tercera España de la gente sensata que está por encima de unos y de otros. Confiemos en esa tercera España de la cordura.

A nadie se le puede censurar por llevar la bandera de España. Sólo propongo un poco de moderación y evitar que derive en un símbolo de unos contra otros. Una bandera constitucional no puede servir para eso. @mundiario

Comentarios