La España de García Berlanga en 'La escopeta nacional', adelantada por la derecha

Escena de 'La escopeta nacional', de Luis García Berlanga.
Escena de 'La escopeta nacional', de Luis García Berlanga.

El ciudadano de a pie vuelve a respirar un tufillo rancio proveniente de las 'cacerías gourmet', donde hoy se siguen forjando los arreglos político-empresariales, como ya ocurriese antaño. 

La España de García Berlanga en 'La escopeta nacional', adelantada por la derecha

El ciudadano de a pie vuelve a respirar un tufillo rancio proveniente de las 'cacerías gourmet', donde hoy se siguen forjando los arreglos político-empresariales, como ya ocurriese antaño. 

 

La España rancia y ácida que Luis García Berlanga retrató en 'La escopeta nacional' (1978), que supuso el inicio de la trilogía de la familia Leguineche a la que siguieron 'Patrimonio Nacional' y 'Nacional III' en la época del posfranquismo, ha sido superada por la realidad social. En todos estos años, bajo el aceptado sello democrático, se podría decir que todo ha cambiado para que, en efecto, todo siga igual.

El ciudadano de a pie continúa respirando un tufillo proveniente de las 'cacerías gourmet', donde hoy se siguen forjando los arreglos político-empresariales, como antaño. Manos derechas de mandatarios políticos, empresarios, apuestos especuladores de guante blanco e, incluso, algún magistrado del Tribunal Constitucional han sido en los últimos años los actores principales de una película sin rodaje pero con repercusión directa en el entramado social. Ellos sustituyen a los José Sazatornil, Antonio Ferrandis, Luis Escobar o José Luis López Vázquez, entre otros.

La operación 'Púnica', destapada por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, es condimentada por el inexplicable caso de Francisco Nicolás Gómez-Iglesias. Nunca las élites españolas han tenido un desprestigio social tal como el que existe en la actualidad. Nunca el requisito para pertenecer a ellas fue tan solo uno; dinero.

Ya no es tiempo de pensadores, de profesionales con vocación de servicio público que brindaban su experiencia profesional al interés global, de auténticos hombres de Estado. España revive su particular Siglo de Oro, pero lo hace bajo la batuta de su 'álter ego'.

 

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