Las entrañas supranacionales

Corazón de misma entraña
Corazón de misma entraña. / Paula Esfra

¿Está la democracia provista de excepciones que actúan desde la periferia y que deben aceptarse de forma esporádica?

Las entrañas supranacionales

¿Está la democracia provista de excepciones que actúan desde la periferia y que deben aceptarse de forma esporádica? Observo cómo algunos exacerban la posibilidad de que, anacrónicamente, esa idea se imponga de un modo tajante y taxativo, augurando, casi seguro, un porvenir turbio y repleto de trabas. En estos días de interminable conflicto son muchos los dictámenes que se posicionan a favor de que esos términos ajenos a la democracia puedan ser “desbloqueados” para proteger la ley y guardarla ante el desafío secesionista. La defensa ante la insurrección de Puigdemont y la celebración de un referéndum ilegal ha rozado tales cotas de irresponsabilidad política que la única respuesta de un Gobierno imprudente y de fervor espontáneo ha sido quebrantar la carta de derechos humanos y derrocar toda solución dialogística.

Es inadmisible que en pleno siglo XXI los organismos del Estado no sean útiles para mediar, equilibrar y regular la ley desde la abolición de prácticas excesivas y autoritarias

(Ello cuando no “impedirlo” habría obtenido el mismo resultado legal del mismo: ninguno). Pero Rajoy ha delegado sus funciones, y las de todo su ejecutivo, en una actuación policial torpe y nefasta para España. Es inadmisible que en pleno siglo XXI los organismos del Estado no sean útiles para mediar, equilibrar y regular la ley desde la abolición de prácticas excesivas y autoritarias. La actuación del 1-O ha provocado que la honda brecha social se haya dilatado todavía más y que caiga en lo difícilmente reparable. Y la sociedad ha sido impostada sobre un horizonte de confrontación: aquel donde se quiebra la convivencia, donde se discrimina por la ideología, donde se acosa y redime y daña; aquel en el que se restringe la libertad de expresión y en el que se amplían las rémoras a las conformaciones sociales del Estado. Así se rompen las personas, y con ellas los países.

Sumirse en esa realidad nacional de confrontación aviva el discurso de aquellos que interpretan la ley como una teología huérfana de exégesis moral. Nada diferencia la herida de un puñal de la de una daga caramelizada. Y así se aplicó el 1-O en Cataluña: articulándose rígidamente como pretexto para la brutalidad y no como el guion y balanza de lo que es legítimo.

La democracia es la aplicación de ese derecho por decreto y debe ir mucho más allá de un mero mecanismo contractual

¿Es legal el referéndum? No. ¿Es legítimo? Seguramente. ¿Es justo refrendarlo con violencia? Desde luego que no. La represión y la imposición por la fuerza no deben ser excepciones que actúen desde la periferia de la democracia, y menos ser aceptadas en un Estado de derecho. La democracia es la aplicación de ese derecho por decreto y debe ir mucho más allá de un mero mecanismo contractual. La opción es única y proclamada unánimemente: diálogo. Y todas las medidas consensuadas pasan por reformar la Carta Magna. (Lo útil también envejece con el tiempo, que menos se detiene en leyes). El destino España y Cataluña es común y el parentesco es de una entraña semejante. Sabemos que el bienestar debe primar sobre las naciones. No podemos caer en lo que tanto nos costó olvidar, ya que nadie merece la confrontación por la irresponsabilidad de sus políticos. Dejemos de caminar tan ciegos sobre la oscura senda. Sólo hay ufanidad y jactancia. Así que hablemos. Parlem.

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