El "desadelanto" electoral en Galicia, una segunda oportunidad

Parlamento de Galicia. / Mundiario
Parlamento de Galicia. / Mundiario
Lo que está por ver es que las elecciones gallegas vuelvan a coincidir con las vascas, como se pretendía. Depende sobre todo de cómo evolucione la crisis sanitaria en cada territorio.
El "desadelanto" electoral en Galicia, una segunda oportunidad

Borrón y cuenta nueva. Para que nos entendamos, es como si Feijóo no hubiera adelantado las elecciones. Se pone el contador a cero. La Xunta recupera la plenitud de sus competencias, sin limitación alguna. Con la anulación del decreto de convocatoria electoral puede volver a hacer campañas institucionales (o sea, de autobombo), inaugurar obras, poner primeras piedras, anunciar planes e iniciativas de cualquier tipo, convocar concursos, renovar o adjudicar contratos, etc. Por su parte -y ya se verá cómo-, el Parlamento debería retomar en la medida de lo posible la actividad ordinaria, incluyendo la función de control al gobierno, fundamental para asegurar el equilibrio de poderes en un sistema democrático. Todas sus señorías, dicho metafóricamente, recupera el escaño, el sueldos y todos sus derechos, pero deben volver a asumir las responsabilidades que comporta su condición de representantes de la ciudadanía, aunque sólo puedan ejercerlas desde su casa, telemáticamente, sin acudir al Pazo do Hórreo.

Así las cosas, el "desadelanto" electoral ofrece a los partidos políticos, a todos, una segunda oportunidad a la hora de establecer alianzas, confeccionar las listas, elaborar los programas y plantear sus respectivas estrategias. Así tendrán ocasión de corregir los errores que hayan podido cometer en parte por la premura derivada de una convocatoria inesperadamente anticipada y que pilló a casi todos con el pie cambiado. He ahí la parte positiva de esta inédita y anómala situación, que en última instancia devolverá las elecciones al otoño, que es cuando tocaba celebrarlas si Feijóo hubiera cumplido su propósito de agotar la legislatura. Lo que está por ver es que las gallegas vuelvan a coincidir con las vascas, como se pretendía. Depende sobre todo de cómo evolucione la crisis sanitaria en cada territorio. Porque, por suerte para nosotros, no vamos a la par.

Por la cuenta que les tiene, es probable que PP y Ciudadanos hagan un nuevo intento de acercamiento por ver si esta vez vez sí son capaces de encontrar algún formato de confluencia que reduzca de tres a dos las ofertas de centro derecha entre las que tenga que elegir el electorado gallego. Más allá de lo que hayan dicho con la boca grande, tanto a los populares como a los naranjas les había quedado un regusto amargo por el desacuerdo que les impidió coaligarse de alguna manera ante el 5-A. Los estudios demoscópicos de la fallida precampaña dejaron claro que la mayoría conservadora podía depender de un puñado de votos, probablemente los que recibiría Ciudadanos y que no le bastarían para obtener ni un solo escaño. Habrá que ver quién dá el primer paso para posibilitar la conjunción de fuerzas a partir de la plena coincidencia en el interés de que Galicia no sea gobernada por el sanchismo aliado con el nacionalismo y el rupturismo.

A quien a lo peor no le viene tan bien este reseteo del proceso electoral es precisamente a la izquierda rupturista. Hubo mucho de improvisación –y de trágala– en las negociaciones que dieron lugar a la coalición Galicia en Común-Anova-Mareas y a la candidatura de Antón Gómez-Reino. Se cerró pocas horas antes de que concluyera el plazo legal. Las partes contratantes tuvieron que aceptar varios pulpos como animales de compañía por el bien de la causa. Los más descontentos, junto a quienes quedaron literalmente colgados de la brocha, tienen ahora la ocasión de proponer una revisión de los acuerdos, de las cuotas y de algunos de los nombres incluidos en las listas. Legalmente al menos, nada impide darle una vuelta a todo aquello para dotar de mayor consistencia al pacto, de modo que se minimice el riesgo de fraccionamiento que, como una maldición, desde la etapa de AGE hasta hoy acompaña al rupturismo gallego. Si eso fuera posible, claro. @mundiario

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