Carta abierta a todos los dirigentes: políticos, banqueros y poderosos

Literas en el albergue de San Francisco, en Santiago de Compostela.
Literas en el albergue de San Francisco, en Santiago de Compostela.

La bucólica estampa compostelana se torna cruel cuando uno se para a pensar en toda la gente, vecinos nuestros, votantes suyos, ex clientes, que no tienen donde cobijarse.

Carta abierta a todos los dirigentes: políticos, banqueros y poderosos

Hoy, en Santiago de Compostela, llueve de manera increíble, con tormenta incluida, del modo que relatan algunas guías turísticas que promocionan esta ciudad.

Pero esta bucólica estampa compostelana se torna cruel cuando uno se para a pensar en toda la gente, vecinos nuestros, votantes suyos, ex clientes, que no tienen donde cobijarse.

Por suerte, más de cuarenta de estas personas duermen hoy bajo el techo del albergue de San Francisco. Duermen más de los que podrían llegar a acoger en circunstancias normales, sobre todo por motivos económicos. Pero, claro, ¿a quién le dicen que ya no puede entrar? ¿A quién eligen para echarle  de nuevo a la calle y que busque una dársena, un portal, un cajero automático para pasar las siguientes siete horas?

En realidad, no sólo son los sintecho los que sufren esta lluvia, sino también aquellas familias que acuden a nosotros cada semana pidiendo que se le arregle el techo porque tienen más goteras ya que cubos para recoger el agua, o aquellas que tienen tal grado de humedad en sus paredes, que no sufren ataques de asma y brotes de neumonía, sino que ya los padecen de forma crónica.

Señores, no les estoy hablando de la India o de un país lejano y con una economía convulsa, les estoy hablando de su ciudad: aquella que ustedes regentan, aquella donde han instalado sus "palacios" del dinero, aquella ciudad que tiene tantos locales vacíos que se están viniendo abajo que podrían contruirse en el terreno que estos ocupan dos o tres palacios de la Zarzuela.

Y esta gente tiene mirada, tiene historia, tiene vida, tiene sonrisa y tiene lágrimas. Esta gente tiene nombre y apellidos y somos menos los que miramos por ellos y hacia ellos, que los que no les miran. Con esta lluvia de la que ustedes están refugiados en este momento, les ruego valoren una vez más sus prioridades, sus poderes y sus capacidades para ayudarles. Y ya, si se encuentran con la valentía suficiente, les invito a pasarse una noche de lluvia por el albergue de San Francisco.

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